lunes, 7 de febrero de 2011

763 Se tiene o no se tiene...

763    “LA CHISPA”       
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
SE TIENE  O  NO  SE TIENE…
       Como dice el anuncio del whisky “Chivas Regal”.  Y don José Joaquín Trejos era el penúltimo de esos caballeros que ocuparon la presidencia de la República y que SÍ la tenía: la aristocracia que distingue a la gente de alcurnia del promedio y de la chusma.  Fue el hombre que, con una visión profunda, logró que se prohibiera la reelección presidencial como una medida sana para impedir que los vividores de la política pudieran regresar a hacer daño.  Y eso se mantuvo hasta que un astuto logró, mediante artimañas que estuvieron más allá de las previsiones de Don Quincho, anular esa sabia ley y abrir la puerta hacia la silla presidencial a gente que ya demostró su ineptitud en ese puesto.  O su capacidad de corrupción.  Don José Joaquín era un aristócrata, pero en el buen sentido de esa palabra; era de los mejores, de los que son dignos de ostentar el mando no solo porque tienen dinero, títulos o son miembros de un partido.  Él era uno de los distinguidos a los que el pueblo eligió por sus virtudes de hombre probo.  Y nada menos que en contra de Daniel Oduber, un poderoso contrincante del partido en el poder.  No en balde le llamaron “El Hombre de las Manos Limpias”.
            A eso es la que tenemos que volver en Costa Rica: a elegir a “los mejores”, a aquellos hombres que hayan demostrado en el campo cívico que son dignos de ocupar los cargos de mando.  Estamos obligados a rechazar a esa infinidad de trepadores profesionales cuyo único objetivo es enriquecerse bajo el ala protectora del Poder.  Debemos eliminar a esos contrechos morales que el único pergamino que lucen es su infinita capacidad de reptar ante los amos.  Bastardos cuestionados incluso por sus mismas agrupaciones.  Aves de rapiña que ven la función pública como un medio fácil para hacer fortuna de la manera más desvergonzada, bajo la tutela del Estado.  Legiones de parásitos que, como garrapatas oficiales, se pegan en los diversos organismos del Gobierno para chupar el esfuerzo de los demás.  La sangre de los que trabajan. 
El Presidente Trejos pertenecía a esa clase noble a la que hace referencia el título de aristócrata.  Lo era por derecho propio, por su calidad humana que nada tenía que ver con la plata, fanfarria, títulos ni influencias políticas.  Era un ciudadano ejemplar por su bonhomía, y todos los que lo trataron, guardan un imperecedero recuerdo de ese señor que, por desgracia, ya nos abandonó físicamente.  Discreto y sencillo, como todos los hombres conscientes de su valía, hizo mutis de la escena política cuando intuyó el rumbo que esta llevaba.  Y salvo pequeñas intervenciones públicas, se mantuvo alejado de esa miasma que ya había empezado su marcha hacia el despeñadero de la corrupción. 
Don Otilio, don Mario, don Chico, Trejos y Carazo mantuvieron la tradición de los patricios de la temprana democracia costarricense; pero luego está empezó a derrumbarse bajo el influjo de influencias nocivas que fueron adoptadas por los otros mandatarios diferentes de ese quinteto de presidentes incuestionables en su integridad.  Discutibles por sus acciones políticas, pero NUNCA en relación con su honorabilidad.  Bajo sus mandatos no hubo robos ni malversación de fondos públicos, no hubo máculas ni sospechas de actitudes torcidas en el manejo de la Hacienda Pública; no se les acusó de negocios turbios y personales, tampoco se les pudo vincular con mafias extranjeras o tráfico de influencias al servicio de transnacionales.   Fueron hombres que entraron y salieron de la casa presidencial con la frente bien en alto.  No archimillonarios sino con la modestia que corresponde a un SERVIDOR PÚBLICO de verdad.  Se les pudo acusar de todo lo que quisieran sus detractores, pero jamás de ladrones o encubridores de bandidos ocultos bajo el alero del Estado.  No se comieron en confites el patrimonio nacional, ni dejaron que camarillas de bandidos quebraran al Banco Anglo. Tampoco permitieron que la plaga oficial saqueara al Fondo de Emergencias y otras fechorías semejantes.  Fueron mandatarios ejemplares que dieron lustre a ese cargo. 
Esa es la conducta que en el futuro que se avecina, tenemos que exigir de los funcionarios; pero la labor de organización tiene que empezar desde ahora.  Es tiempo de que los hombres honestos de este país se pongan el overol y empiecen a trabajar con la vista fija en los intereses superiores de la nación.  Llegó el momento de decirles a los corruptos: “¡Basta ya!  Los ciudadanos honrados nos haremos cargo de la cosa pública.  Se acabó la fiesta de la rapiña”.   El Pueblo debe tomar el látigo y echar del Templo de la Patria a toda esa pacotilla de bandidos que han hecho de la Administración Pública su negocio particular.  Esta nación tiene vastas reservas morales para imponer pautas honorables a todos aquellos que pretendan convertirse en dirigentes.  En esta tierra hay legiones de hombres y mujeres capaces de darle brillo a esa actividad que, por ahora, es motivo de aprensión y oprobio.  Los verdaderos guías saben que la función pública es un apostolado a veces muy doloroso y con mala retribución, pero no pueden seguir marginándose de una actividad que deben ennoblecer con su presencia.  No tienen que sentir vergüenza ni apartarse de ella, pues esa ha sido la causa por la cual la chusma se ha apoderado de esa que debería ser la más noble labor de cualquier patriota.  Es momento de devolver a la política el prestigio que le dieron los grandes patricios de nuestra historia. 
En este país hay muchos como el Chivas Regal, que tienen las características necesarias para organizar la resistencia civil ante el abuso de las camarillas formadas por los partidos, instrumentos de poder mediante los cuales la Oligarquía usufructúa en forma exclusiva los bienes comunes.  La sociedad reclama su presencia, antes de que caigamos en la dictadura total de la corrupción.  Sabemos que la invitación al sacrifico NO es agradable; tampoco dejar la comodidad de una vida pacífica y cómoda, pero las cosas no andan bien y la Patria reclama ese esfuerzo de sus buenos hijos.  No debemos dejar el destino de esta en manos de bandidos.
Recuerden que, “Se tiene o no se tiene”,  y si se tiene, sería síntoma de egoísmo no poner esas facultades al servicio de los conciudadanos, de aquellos que no tienen la capacidad para liberarse del yugo que pretenden imponerles esas pandillas de aprovechados de la sencillez del pueblo.  Tenemos CUATRO años para organizar la próxima campaña del Pueblo.  
Fraternalmente                                                             
                        Ricardo Izaguirre S.                                                   E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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