jueves, 10 de febrero de 2011

395 El consejo Superior de Educación


395    “LA CHISPA

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

EL CONSEJO SUPERIOR DE EDUCACIÓN

            Este debe ser algo así como el TSE, un organismo que no permita la intromisión de ignorantes en sus funciones técnicas.  Mucho menos, la de políticos.  Por lo tanto, no se debe acomodar dentro del organigrama del Ministerio de Educación Pública.  Tampoco debería ser un apéndice del sistema universitario, ni estar sujeto a la maraña burocrática y de intereses políticos o académicos de esos organismos.  Entonces, ¿dónde debe estar?  Por encima de todos.  Puesto que la Educación (en todos sus niveles) es un Proyecto Nacional, el CSE no debe estar subordinado a ninguno de los estamentos de aquella, sino en la cúspide de todo el proceso.  Tampoco debe estar conformado por la representatividad de los diversos niveles de la educación, es decir, que cada uno de ellos tenga una cuota “obligatoria” de representantes.  Pueden tener observadores que informen sobre cada nivel, pero no gente que decida. La rectoría de la Educación Nacional no es una cuestión de porcentajes de primaria, secundaria o universidades.  El Consejo Superior debe ser un ente que fije no solo los objetivos de la educación nacional, sino los métodos para lograrlos.  Además, las exigencias pedagógicas de acuerdo con estándares internacionales probados.  En síntesis, todo lo que tenga que ver con educación pública o privada en todos sus niveles, DEBE ESTAR SUBORDINADO al Consejo Superior de Educación.
            La elección de sus miembros no debe ser un concurso de simpatía ni de palancas políticas, sino una acción seria y de enorme responsabilidad que debe recaer sobre un gran Colegio Elector Profesional constituido por gente bien calificada.  Y como es lógico, sus miembros deben ser profesionales del más alto nivel académico, pues en esa labor no tiene cabida la gente mediocre con formación deficiente.  Calificar quién tiene la capacidad para convertirse en uno de los Rectores de la educación nacional no es tarea de maestros rurales, diputados, muelleros o funcionarios, sino de especialistas en la materia.  Personas doctas en Pedagogía, filosofía, historia, economía, derecho, sicología, sociología y política.  Es decir, una corporación de gente sabia que no merezca el desdén de las cúpulas universitarias ni que sea el botín de los estamentos intermedios del sistema educativo.  Una especie de colegio cardenalicio en donde no pueda “colarse” ningún patas vueltas solo en función de recomendaciones políticas; de las directrices sindicales o de la representatividad obligatoria fijada por la ley a los gremios.  Ni siquiera por la posesión de un título obtenido problemáticamente después de mil dificultades.  Si queremos excelencia, ese es el primer paso del camino.
            En este organismo colegiado no cabe aquello de la representación de ANDE, APSE o el resto de sindicatos de Educadores.  Y aunque es lógica la participación del Ministro del ramo, este debe hacerlo como un miembro raso, sin privilegio alguno y sin la facultad de dar órdenes o imponer directrices políticas en el funcionamiento.  El Proyecto Nacional Educativo debe estar bajo la dirección cuidadosa y única de este Consejo, y sus decisiones NO deben ser materia de discusión pública o de referendos.  Eso significa que sus disposiciones serán de obligatorio acatamiento por parte del Ministerio de Educación y las Universidades públicas y privadas.  Toda institución educativa que funcione en el país deberá contar con el permiso y aprobación técnica de este Consejo, y estarán bajo la supervisión directa de este.  Eso con el fin de garantizar la calidad de la enseñanza que se le ofrece al ciudadano; además, para evitar la proliferación de instituciones mediocres cuyo propósito único es hacer dinero en esa actividad.
            La politización de todo proyecto nacional es la semilla del fracaso que los diputados siembran en todo lo que sale de la Asamblea; y es por esa razón que este organismo debe ser lo más apolítico que se pueda.  Debe evitar todo aquello que huela a “cuotas de poder” y debe concentrarse en la planificación a largo alcance de un sistema educativo racional, práctico y realista.  Demasiada ensoñación, idealismo y lenguaje altisonante (político), es la lacra característica de los países tercermundistas; en materia educativa debemos tener los pies bien puestos en el suelo, y debemos evadir todo la hojarasca ideológica e inútil que hay en la Ley Fundamental de Educación, y fijarnos metas realizables que se puedan verificar en cada etapa del proceso.   
            La agenda del Consejo Superior de Educación no debe incluir temarios de intereses sectoriales, sino que debe ser un Proyecto Nacional por encima de lo particular.  De ahí la necesidad de que este sea conformado por la mejor gente, ya que el avance de nuestros países depende, en última instancia, de la educación de nuestros pueblos.  Pero no de cualquier tipo de instrucción, sino de aquella que sea capaz de insertarnos, de manera orgánica y natural, dentro de la corriente del desarrollo económico mundial.  Tener 98 ó 100% de gente alfabetizada puede servir para hacer propaganda política, pero no necesariamente para hacer que el país progrese, pues en la enseñanza lo que cuenta es la calidad y profundidad de esta, y no la cantidad superficial (el barniz).  Esta gente “alfabetizada” es útil para las estadísticas y para blasonar, pero son incapaces de crear las condiciones para un verdadero desarrollo. 
            El Proyecto Educativo Nacional NO debe estar en manos de ineptos o de políticos (que casi son sinónimos) sino de LOS MEJORES (los aristócratas) reunidos en ese ente rector que fije el derrotero que debemos seguir hacia la meta del progreso en el milenio que se inicia.  Tampoco tienen nada que hacer ahí los empresarios ni “el sector productivo”, pues ya sabemos cuáles son los intereses de estos grupos: que el sistema prepare burros semi-ilustrados para que puedan incorporarse a las fábricas y al mercado laboral con salarios bajos.
La estructura actual del CSE bajo la batuta del Ministro, hace que este sea objeto de menosprecio por parte de los círculos académicos universitarios, pues aquella no solo le da un carácter político, sino que el nivel intelectual de sus componentes es cuestionable y está en tela de juicio.  Y eso genera un conflicto entre el Ministerio y las Universidades.  Y con bueyes así, ninguna carreta camina bien. 
Fraternalmente
                          Ricardo Izaguirre S.         E-mail:       rhizaguirre@gmail.com
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