miércoles, 25 de agosto de 2010

606 ¿Qué clase de persona quisiera ser?

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606   “LA CHISPA”                                                                                            (22/03/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ CLASE DE PERSONA QUISIERA SER?
            Una cosa parece ser clara: la enorme mayoría de las personas no estamos de acuerdo con lo que somos ni nos gustamos.  Y aunque sé que habrá muchos-s que digan que ellos sí, la verdad es que casi todos nos sentimos incómodos con algunos aspectos de nuestra personalidad o nuestro cuerpo, que son los dos pilares sobre los cuales se apoya el “Yo soy Yo”.   Los casos extremos del culto al físico lo vemos en los anoréxicos-s, que suelen llegar a estados deprimentes; pero sin descender a ejemplos tan radicales, diremos que la mayoría no estamos satisfechos con nuestra estatura, color, tipo de nariz, labios, cachetes, color y forma del pelo, tamaño de los pies, juanetes; con el estilo y color de los ojos, con las piernas, caderas, tamaño de las manos, la panza, el busto o las nalgas; porque somos trompudos o tenemos los labios muy ralos; la cabeza muy grande o muy chiquita, redonda o cuadrada, los pómulos muy saltones o hundidos, las cejas muy peludas o pelonas.  En fin, nuestro cuerpo suele ser una gran fuente de incomodidades, sobre todo, en la juventud, y siempre “hay algo” que nos molesta o que quisiéramos ajustar.  Por ahí le andan las inconformidades con la personalidad, pero como estas no son tan visibles, muy pocos personas ajenas se dan cuenta de ellas.  
            Como yo ya estoy viejo, muchos de esos “problemas” físicos dejaron de importarme; pero los de la mente, los que forman parte del yo soy yo, siguen mortificándome.  Si tuviera la oportunidad de volver a empezar mi vida a los 14 años, pero con todos mis recuerdos, me agradaría ser así:
1)  Como es bien sabido que para los necios e imprudentes el don del habla es una auténtica maldición, me gustaría ser callado, silencioso, mudo preferiblemente por si me fallara la prudencia, no tener con qué articular palabras inadecuadas de las que siempre me he arrepentido cuando ya no hay nada qué hacer.  Ninguna palabra que no sea de amor y consuelo es necesaria; y yo he dicho millones de las otras, con un saldo negativo desastroso. 
2)  Me llenaría ser humilde, pero no como un ejercicio de arrogancia de la personalidad, sino como algo invisible de lo que jamás me diera cuenta, como suelen ser los adornos de los auténticos virtuosos.  
3)  Me gustaría ser paciente para saborear despacio todas las cosas buenas que la vida me ha dado, y con las cuales me he atragantado sin disfrutarlas en realidad, sin gozarlas como es debido. 
4)  Gozaría al ser considerado; así podría apreciar en toda su dimensión hasta el más diminuto de los servicios que me han hecho sin que yo los notara o agradeciera.  De esa manera compartiría amorosamente el esfuerzo de quien hizo una taza de café para mí, o que me aplanchó una camisa.  Así apreciaría a quien me obsequió una sonrisa.  O al que me perdonó ante cualquiera de las infinitas burradas que he cometido.  Así no sería tan áspero ante la impericia de los niños o los más torpes que yo. 
5)  Me fascinaría ser consciente, ver todo el entorno y entenderlo, y entenderme como una parte importante a la vez que insignificante de la sociedad.  Saber quién soy y cómo puedo influir positivamente en todos aquellos que estén dentro de mi radio de acción.  Me seduciría ser consciente de todo lo que me circunda y de todo lo que rodeo y sobre lo cual he influido.  Así sabría el valor inapreciable del Amor, y el pecado mortal que significa ignorar su llamado o sus ofertas. 
6)   Me encantaría ser fiel en todo sentido y de manera natural; fiel a mí mismo, a mis padres, a los amigos y a la mujer única de mi vida, porque no habría otra.  A mis hijos, a mis creencias y a mi fe.   Evitaría con todas las fuerzas de mi alma entrar en la más despreciable de las categorías humanas: la de traidor  Así podría dormir feliz, como lo hacen los niños.   Y con ingenuidad verdadera, poder contemplar a todos cara a cara, sin reservas, sin miedo, sin recovecos en el alma, sin sombras oscuras en los ojos.
7)  Me agradaría ser inteligente, pero no para deslumbrar a nadie, sino para ser capaz de reconocer mis limitaciones y convivir con ellas sin angustias ni dolores.  Ser inteligente para iluminar a los demás, para ser útil, fraternal y solidario.  Me gustaría ser inteligente para darme cuenta del gran negocio que es ser bueno, sensible, respetuoso y caritativo con todos, incluidos aquellos  que son malagradecidos
8)  Pero sobre todo, me hechizaría ser veraz, pues ¡cómo pesa la careta de la impostura!  ¡A qué trabajos, esfuerzos y sacrificios nos obliga ser víctimas del vicio de la mentira!  ¡Cómo cuesta moverse dentro de la telaraña del embuste sin enredarse y quedar expuesto por la propia maldad!  Pobres sean las víctimas de esta enfermedad moral, pues la mentira es el más abominable de los pecados, ya que nos mata dejándonos vivos, lacerados eternamente.  Con una herida tan terrible que nos convierte en desconfiados para siempre, en personas incapaces de ser felices o fiar de nadie; en un desierto de soledad afectiva.
9)  Me apasionaría ser tolerante para no sentir incomodidad ante la incompetencia de los demás; ante las necedades de los necios, la infidelidad, la mentira, la torpeza, el desamor, la inconsciencia, la arrogancia, la cháchara, la impaciencia y la desconsideración de todos aquellos que se esmeran en ser pesados y hacerles la vida imposible a los demás.   Sin embargo, jamás confundiría tolerancia con indolencia.  La primera es una virtud, la segunda, pendejera. 
10)  Disfrutaría ser alegre y optimista, aunque eso me valiera ser considerado ingenuo o tonto.  Así empezaría a esa edad a escribir “Chispas” por el resto de mi vida, creyendo que siempre habrá algunos ciudadanos que no sean indolentes y que, a pesar del desencanto, sigan teniendo fe y confianza en la valía del Hombre.
              Si usted comparte algunos de estos deseos y es joven todavía (que no pase de los noventa años), aún tiene  la posibilidad de hacer cambios en su vida y evitarse mucho dolor.   Si se convierte en esos deseos, es seguro que no se hará millonario, pero será más feliz que ahora; no es necesario que sea propietario de todas esas características, basta con una, y con ella será dichoso a reventar.  No es nada fácil, pero sí es posible… en alguna medida.                                                
            Fraternalmente
                                   RIS

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