viernes, 27 de agosto de 2010

627 Olvídense de las dietas

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627    “LA CHISPA”                                                                                                        (13/05/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
OLVÍDENSE DE LAS DIETAS
            El cuerpo humano ha sido preparado durante millones de años para sobrevivir a todas las adversidades de su entorno.  Es una máquina casi perfecta, con el más refinado sentido de la economía biológica.  Es por eso que cuando pensamos en una DIETA, aunque solo sea uno de los millones de propósitos inútiles que formulamos a diario, de inmediato se disparan en él todas las alarmas de supervivencia.  Acto seguido, las células “gordas” (tejido adiposo)  empiezan su febril labor de guardar toda la manteca que les llega, en la forma que sea.   Cada vez que pensamos en una dieta, debemos hacerlo en un silencio especial, en otro plano que no sea el de la consciencia normal, la cual se encuentra en sintonía perfecta con el organismo y son cómplices.   Cuando pensemos en restricciones de comida, tenemos que hacerlo en otro nivel de pensamiento: en el inconsciente o supraconsciente.  ¿Y cómo se logra eso?  No tengo ni la menor idea.   Pero tiene que ser posible.  Es seguro que el análisis sicológico de la gordura podría llenar mil enciclopedias como la “Británica”, sin que eso le sirva para nada a ninguno de los que padecen el mal de la gordura.   Hay millones de “dietas milagrosas” en el mercado, centenares de millones de aparatos y fórmulas mágicas; pero todos son inútiles porque la gordura se asienta sobre bases poderosísimas: nuestra debilidad de carácter (gula) y el sentido de la economía que tiene nuestro cuerpo.  Este no desperdicia nada, todo lo guarda en previsión de un futuro problemático.  Es un poderoso mecanismo atávico de supervivencia que aún continúa siendo tan fuerte como lo fue en nuestros antepasados remotos. 
            Es abrumador el número de idioteces que nos proponen para adelgazar, empezando con la cuestión del agua y los famosos catorce vasos por día; otros dicen que trece, ocho, siete, nueve o diez.   Que la luna, que la papaya, que los limones, que las fresas; que el agua “serenada”, que los once vasos de agua, que el ejercicio, que la dieta balanceada, la de ensaladas,  la de leche, la de frutas, la Scardale, de Mayo, la de las grasas, la sopa de col; y más agua.   Pero el enemigo está adentro de cada gordo, es su propio cuerpo y el viejo programa que le fue incorporado para afrontar las situaciones críticas de la vida nómada e insegura de nuestros parientes primitivos.  Ese chip no ha sido actualizado todavía, y nuestros cuerpos continúan aplicando este protocolo de la misma y estricta forma como lo hacían hace millones de años, cuando la humanidad sufría hambrunas periódicas y fatales.  Fue entonces cuando los dioses dotaron a los hombres de esa milagrosa capacidad que ahora se ha convertido en un auténtico castigo.  ¿Lo habrán planeado de esa manera para que no olvidemos nuestros orígenes y para que aprendamos templanza? 
            El caso es que las dietas son omnipresentes, todo el mundo dispone de una colección de ellas; todos las ponderan como las mejores, aunque sigan siendo gordos.   Las dietas se parecen a las fábricas de reciclaje: basta que alguien tenga unas cinco o diez, y de ahí saca, por combinación, las que le dé la gana; les pone su nombre o el de su gimnasio, y a hacer plata se ha dicho.  Las dietas son tan infinitas como absurdas, pues la gordura o la esbeltez no dependen de tal o cual combinación de alimentos diluidos en cuarenta vasos de agua, sino de la MODERACIÓN en la comida.  De las cárceles no salen gordos, porque allí nadie come hasta el hartazgo ni cuando le da la gana.  Cualquier comerciante avivato se inventa su propia dieta y la comercializa sin consideración alguna por el daño que les pueden hacer a las personas.  Una de ellas es la del agua.  Esta es la base de la vida, pero en la proporción adecuada, la cual nos la indica el cuerpo mediante la sed.  NO SE DEBE TOMAR AGUA CUANDO NO HAY SED.  Ingerir grandes cantidades de este líquido sin que el cuerpo lo pida, es un atentado contra la salud, pues obliga a los riñones a un trabajo adicional y laborioso para la eliminación de ese peligroso excedente.  NO ES SALUDABLE INGERIR AGUA EN EXCESO.  Nada lo es.  Ni lo mejor y más delicioso.
            Muchos dicen que la carne roja es dañina a la salud, otras “autoridades” dicen que no; cada uno según sus intereses y supuesta sabiduría.  Lo mismo pasa con la leche, las grasas, los huevos, el pescado, los mariscos, el cerdo, las aves y todo lo que se come.  Y como consecuencia de tanta discrepancia, nos colocan en una posición terrible: ya no sabemos qué comer.   ¿Produce cáncer la ingesta de carne?  ¿Sí o no?  No hay respuesta general y unánime en pro o en contra.  Entonces ¿qué hacer?  Muy sencillo: COMA LO QUE LE DÉ LA GANA, siempre y cuando lo haga con moderación.   No se trague un kilo de carne de un solo tiro; cómase un pequeño bisté cualquier día de la semana.  Un poco de fritura otro día, un huevo otro.   Macarrones un sábado, arrocito el lunes o cuando le plazca; sus frijolitos fritos otro día, frutitas cada vez que le apetezca.  No se martirice usted ni a sus hijos convirtiendo la comida de ensaladas en un ritual obligatorio.  Olvídese del cuento de las vitaminas, minerales y todas las carajadas que dicen que tienen las verduras.  No somos cabros para llenarnos la panza de zacate, menos los niños, a quienes les repugnan los vegetales. ¿Y por qué?  Porque la Naturaleza así lo ordena.  El cuerpo saca de los granos básicos todo lo que necesita y lo transforma en todas las variedades de nutrientes que requiere.  Es la magia de la Alquimia.  No trague minerales.  Recuerde que el reino mineral alimenta al vegetal, y este al animal.  No viole ese orden o se jode.  Coma poco, y nunca lo haga cuando no tenga hambre.  Esto no es una dieta sino un consejo sensato derivado del ejemplo más vergonzante que podemos recibir los seres llamados racionales.  Los perros nos dan ese ejemplo de sabiduría natural: JAMÁS comen cuando no se sienten sanos.  Solo el “Homo sapiens” continúa hartándose cuando está enfermo.  Solo enferman o engordan aquellos animales a los que hemos desnaturalizado sus instintos.  Para ellos la SALUD es la ley, y la enfermedad, la EXCEPCIÓN.       Sin vacunas ni dietas.
            Olvídese de las malditas dietas y coma lo que le pegue la gana; solo que hágalo con MODERACIÓN y sin revolver muchas cosas.   La mejor comida es la más SIMPLE.   NUNCA ingiera más de tres o cuatro cosas diferentes.  Ni siquiera las famosas ensaladas.
            Dietescamente
                                    RIS

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