jueves, 1 de diciembre de 2011

629 ¡Al fin tengo celular"


629  “LA CHISPA”            
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡AL FIN TENGO CELULAR, MÓVIL O COMO SE LLAME!
            La vigilia había empezado el 25 de marzo y me “activaron” mi línea el 9 de mayo.  Así que estoy como loco, mandando mensajes a todo el que puedo, si es que puedo, porque la verdad es que esa tecnología que es un juego de niños para los jóvenes, para los viejos se nos convierte en un auténtico suplicio.  Pero no me doy por vencido, como me sugirió mi amiguita venezolana Beatriz.  Ya le puse la fecha y activé la alarma para las cinco de la mañana.  Metí los números de mis amistades y parientes, y estoy listo para enviarle a todo mundo mensajes de texto; todavía no sé cómo hacerlo, pero sé que lo lograré.  ¿Cuántos días me tomó adquirir este bicho?  Siete días de marzo, treinta días de abril y nueve de mayo.   ¡Cuarenta y seis días!  ¿Cómo están ustedes en sus países?  ¿Mejor o peor?  Por lo que me dijo Beatriz, en Venezuela le entregan la línea el mismo día que la solicita.  Entonces, ¿cómo explicar que en un país que presume de avanzado en el campo de las telecomunicaciones lleve tanto tiempo obtener ese servicio?
            Hace cuatro o cinco años tuve otro celular, y entre la solicitud y obtención de línea pasaron alrededor de ¡CATORCE MESES!  Un año y dos meses.  Así que hemos mejorado sustancialmente.  No está tan mal para un país tercermundista.  Pero ¿es eso motivo de complacencia?   ¿Debemos sentirnos satisfechos porque estamos “mejor” que otros peores?  En las muchas “Chispas” que he escrito en relación con este problema, he resaltado el hecho de la condición de empresa comercial que debe tener el ICE.  Es imperdonable que una fuente de riqueza como esta, apenas pueda cumplir, con angustia, una fase mínima de un servicio que debería ser excelente.  Jamás he podido saber qué es lo que hace que el ICE sea un ente inepto e incapaz de saturar al país de líneas telefónicas para que cada usuario pudiera disponer de dos o tres, si le diera la gana.  ¿Cómo es posible que una empresa capaz de producir miles de millones de ganancia para el Estado, viva al filo de la incompetencia y con enormes presas de usuarios esperando por una línea?  ¿A qué se debe esa limitación?  Desearía que alguno de mis amigos lectores me explicara este problema, pero con conocimiento de causa.  Yo he investigado en todos los niveles posibles, y solo he encontrado evasivas, respuestas a medias y, como es natural y cajonero, el traspaso de culpas.
            Como este país vive inmerso en toda clase de actos de corrupción, como el afer “Finlandia-Seguro Social” y mil chanchullos parecidos en los que infinidad de funcionarios de los más altos rangos se encuentran metidos, nos han obligado a ser fanáticos de la sospecha como método de trabajo.   Es terrible y doloroso que, para hacer una investigación sobre cualquier acto del gobierno y sus instituciones, tengamos que partir de la premisa de que en cada actividad de este, “alguien se está robando algo”.  O que alguno está favoreciendo a sus parientes, socios o amigotes.  Cuando hay alguna licitación o contrato con el gobierno, de inmediato escudriñamos la vida de todos los involucrados y, acto seguido, los convertimos en sospechosos de peculado, fraude, robo o tráfico de influencias; pero lo más doloroso es comprobar que así es, con una frecuencia cada día mayor.  Casi no hay acción del gobierno en donde no haya sospechas de malos manejos con los fondos del Estado; incluso en la tragedia del reciente terremoto que nos golpeó.  Allí también hay un denso manto de duda.
Así que cuando se habla de la “ineptitud” del ICE, de la de RECOPE o del ferrocarril, rápido pensamos en quiénes se benefician con esta o aquella carencia.  Nos obligan a ser mal pensados, y eso es malo que le pase a un pueblo: que llegue a perder la fe en sus gobernantes.  O peor todavía, que llegue a no importarle nada.  Aquí, después de que tres expresidentes fueron acusados por diversos delitos en los que hicieron valer sus influencias políticas, la gente ha caído en un estado anímico derrotista.  Algunos se han desencantado; otros se han convertido en críticos acérrimos; otros se han vuelto cínicos.  Pero esos no son los que producen mayor preocupación, sino aquellos a los que esas acciones ya no les afectan moralmente y las ven como cosa natural.  Eso sí es grave.  Que haya personas que consideren que tales delitos “son detallitos de poca monta” y que se apresten para volver a votar por estos individuos cuestionados judicialmente por acciones que NUNCA deberían haberse producido en personas verdaderamente ÍNTEGRAS. 
            Es por eso que cada vez que escribo sobre el ICE y su incapacidad telefónica, NO PUEDO dejar de ser suspicaz y de pensar en quiénes obtienen beneficios económicos con sus deficiencias.   Lo encuentro inexplicable.  Algo así como si yo fuera el dueño de la única cantina en una ciudad de cincuenta mil habitantes borrachos y que, pudiendo adquirir ingentes cantidades de guaro y cerveza para satisfacer la demanda de esa potencial clientela, me limitara a comprar solo dos cajas de cervezas y cuatro botellas de guaro por día.  ¿Qué clase de comerciante sería quien hace algo así?  ¿Puede alguien explicármelo?  Pero no con suposiciones o cuentos sino con hechos comprobados y verificables.  Es probable que haya un millón de ciudadanos que comprarían un móvil si pudieran conseguirlo de inmediato, aunque como yo, NO LO NECESITEN PARA NADA.   Y un millón de personas a doce mil quinientos de depósito, hacen DOCE MIL QUINIENTOS MILLONES en las arcas de esa institución.  Y si consideramos que cada usuario pagara cuatro mil colones por mes, ese ingreso se convertiría en CUARENTA Y OCHO MIL MILLONES por año.  Un negociazo.  Entonces ¿cuál es la razón para que el ICE no traiga centenares de barriles de guaro a la única fuente telefónica que hay en el país?   ¿Cuánto habrán recibido los que mantienen o provocan esta situación?  Pero ¿cómo saber quiénes son y en qué posiciones se encuentran, pues todos parecen honrados y afligidos por las deficiencias de la institución?  Repito la oferta que hice hace algún tiempo: denme el ICE, y en cuatro meses lo convierto en la más eficiente telefónica de la América Latina.  Pero eso sí, en forma absoluta, en la que yo pueda decidir sin tener que consultar al Presidente, diputados, contraloría, ministros, procuraduría, sindicatos, patronato de la infancia, junta de pensiones, maternidad Carit, hospital de niños, junta de protección social, federación de cámaras o junta portuaria, la Nación ni Teletica.  Tampoco a CANARA.  ¡Cuatro meses!  Es todo lo que pido.
            Telefonescamente
                                   Ricardo Izaguirre S.     Tel.  2286-3522     E-mail:    rhizaguirre@gmail.com
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