546 “LA
CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿SOPORTARÍAMOS EL ABURRIMIENTO DE LA “VIDA ETERNA”?
Ese es el mejor platillo del menú
que nos ofrecen las religiones: “la vida
eterna”. Al lado de Dios (si solo
somos unos pocos), de Jesucristo, los ángeles y todos nuestros seres queridos. Y lo dicen con tanto desparpajo y naturalidad,
que parece que los curas y pastores tuvieran alguna idea de lo que significa
semejante oferta. Las religiones NO nos dicen qué estaremos haciendo en ese “lugar”,
tampoco cuál es el propósito de esa reunión a la vera del Padre. Así que como el programa no es muy claro,
muchos se han atrevido a describir algunas de las actividades, que no son
muchas, y nos dicen que estaremos llenos de gozo infinito cantándole al Señor,
alabándolo por los siglos de los siglos sin fin. Hay quienes nos dicen que la fiesta sería
amenizada con arpas y violines (podrían ser guitarras); talvez pianos, pero son
muy pesados e imprácticos. ¡Por toda la Eternidad! ¿Se imaginan ustedes lo que significa la ETERNIDAD? Piénsenlo dos o tres veces antes de dar su
entusiasta aprobación a tan descabellada idea, pues si las más divertidas
rutinas terrenales terminan por aburrirnos, piensen en lo que podría ser una eternidad tocando arpas o
violines. La alta valoración de la vida
depende de su brevedad. Pero si es
eterna… ¿y si además no sabemos tocar violín, qué vamos a hacer ahí?
El tiempo es uno de los grandes
misterios del Universo, pero las religiones occidentales lo han mutilado de una
manera bárbara para hacerlo comprensible a sus fieles y les dicen: el mundo tiene los cinco mil y pico de años
que señala la Biblia. Pero todos sabemos que esa cronología no solo es absurda
sino ridícula. Los hindúes tienen una medida temporal mediante la cual se
refieren a lo que dura un ciclo de vida del Universo, una Aurora de
Manifestación o Manvantara. Este es
igual a un DÍA DE BRAHMA, la Deidad (la Hueste) formadora del universo, el Demiurgo de
los platónicos o segundo Logos de los ocultistas. Un día y una noche de Brahma equivalen a
8.640.000.000 millones de años solares, y a este período se le conoce como Kalpa.
Y 360 de estos kalpas hacen UN
AÑO de la vida de Brahma; y cien de esos años, una vida de la Deidad.
Así que la existencia de Brahma es de nada menos que
de 311.040.000.000.000 millones de
años, una cifra casi imposible de comprender, ni siquiera de leer. Eso dicen…
¿Y a qué viene todo ese cuento de
los indios? Pues para invitarlos a una
meditación. ¿Pueden imaginarse lo que
significa estar cantándole y alabando al Señor durante cinco meses seguidos sin parar y sin dormir? Por
mucho que sea el entusiasmo de los “salvados”, después de un año empezarían a
aburrirse hasta los más devotos. Solo
piensen en lo que sería esa tortura por más de un mes. ¿Y qué pasará cuando tengan diez años en esa majadería? Y todo eso suponiendo que a Dios pudiera
agradarle semejante algarabía de voces desafinadas chillando quién sabe
qué. Porque no todos somos buenos
cantantes. Además, ¿qué le cantaríamos
después de diez años de estar en
eso? Ni todos los himnarios de todas las
religiones tienen suficiente materia musical para sostener un programa de esa
duración. Ni incluyendo toda la música
profana inventada. ¿Y quién coordinaría
todo eso? La cosa es muy difícil porque seríamos
un Woodstock de al menos DIEZ MIL
MILLONES DE PERSONAS. ¿Se imaginan
lo que es dirigir un coro de solo quinientas
voces? Entonces, ¿cómo hacerlo con
un millón de personas? ¿Cómo podríamos
saber cuál es la canción o alabanza que sigue si todos hablamos idiomas
diferentes? Porque no deben suponer que
cuando lleguemos al cielo todos vamos a hablar la misma lengua “celestial” por
arte de magia. O quizás la alternativa
del inglés, como creen los gringos.
Pero lo más importante ¿de dónde hemos
sacado la idea de que Dios es un ser vanidoso que le gusta que le estén pasando la brocha y cantándole necedades? Eso talvez podría agradarle a un ser humano;
sin embargo, es seguro que después de un mes estaría harto de esa
tontería. ¿Qué otra cosa podríamos hacer
en el cielo para paliar el
aburrimiento natural que, tarde o temprano nos dominaría? Y vean que hasta aquí hemos hablado de DIEZ AÑOS. Entonces ¿qué pasará cuando tengamos mil años
en esa insulsa ocupación? ¿O DIEZ MIL, O CIEN MIL, O UN MILLÓN DE
AÑOS alabando al Señor? O ¿qué tal
un Kalpa? ¿O un Año de Brahma? ¿O una vida entera de Brahma
(311.040.000.000.000. millones de años solares)? ¿Se imaginan?
Y esa monstruosa suma de tiempo es NADA
en la duración de la ETERNIDAD. Así que no jueguen ni
deseen a la ligera algo de lo que no tienen ni idea de lo que significa. Ese tiempo que tarda la vida de Brahma es tan
solo un suspiro insignificante dentro de la ETERNIDAD, lapso sin principio ni fin, INFINITO, y por tal, incomprensible
para la mente finita del hombre. “Cuidado con lo que deseas”, dice una
antigua máxima; y eso es aplicable a esta materia y las promesas que nos hacen
los guías espirituales. Debemos meditar cuidadosamente en busca de
alternativas más racionales, modestas y comprensibles. “Estar en el cielo, a la diestra de Dios para SIEMPRE” no parece
una cuestión viable, a menos que nos cambiaran arbitrariamente nuestra
naturaleza; pero si eso se diera, ya no seríamos nosotros. Por otro lado, también
está la absurda amenaza contraria que nos hacen las religiones: “En el regazo de Satanás por el mismo
tiempo”.
El argumento de la vida eterna,
ya sea en el cielo o el infierno, carece de sustento lógico; e incluso el
sentido común, si meditamos sin prejuicios, sin miedos, sin fanatismo y sin fe,
nos dice que tal cosa es imposible. El hombre está muy lejos de poder adaptarse
a una condición semejante, pues somos criaturas tan efímeras que no estamos
preparados para enfrentarnos a cualquier situación que rebase los límites de
nuestras breves existencias. Ni siquiera
podemos digerir el concepto de “eternidad”.
Solo piénsenlo, prescindiendo del miedo
a la muerte, pues vivir por siempre es
más aterrador que morir. Entre una y otra opción, parece más sana y
fácil la segunda. Sigan creyendo en lo
que creen, pero no dejen de meditar en la posibilidad de la existencia de otra
ruta que nos pueda llevar “a la otra orilla”.
Fraternalmente
Ricardo
Izaguirre S. E-mail: rhizaguirre@gmail
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