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“LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ ENCONTRAREMOS CUANDO LLEGUEMOS “AL OTRO LADO”?
Lo
principal es que seguimos siendo iguales, los mismos desgraciados o buenas
personas; los mismos seres anodinos, mentirosos, simpáticos, brutos o
inteligentes. Nada cambia en absoluto, ningún individuo se transforma en ángel o algo
parecido; tampoco en demonio. La muerte no transforma, purifica o iguala a los hombres, solo es otra etapa de la vida. Todos seguimos siendo exactamente lo mismo
que éramos en el mundo de los vivos, con la única diferencia que ya no tenemos cuerpo
físico con el cual satisfacer nuestros deseos y pasiones. Si usted era glotón, ese será su infierno porque ahí no hay comida;
además, el cuerpo astral NO TIENE
APARATO DIGESTIVO ni lo necesita. Su
mente sí, pero su cuerpo no. Entonces
ese deseo insatisfecho se convierte en una tortura espantosa que durará “toda
una eternidad”, como la sed de Tántalo,
pero entendiendo esta metáfora religiosa como todo el tiempo en que usted tarde
en deshacerse de ese vicio y entienda que eso TERMINÓ. Pero las personas
que han sido MODERADAS, no tienen
mayores problemas en superar este tipo de inconvenientes. Así le pasará con la lujuria y todos los
vicios pasionales propios de la juventud y el vigor corporal. Por eso los ancianos no tienen muchos
problemas, razón por la cual todas las filosofías ponderan como una gran virtud
el hecho de llegar a viejos, cuando mueren los deseos.
Cada persona actúa ahí de acuerdo con sus temores, con los miedos y
supersticiones que le han infundido las religiones, y sufren una serie de
contrariedades, pues NO ENCUENTRAN
lo que les habían prometido. Solo sus
propios miedos que, en ese ambiente extraño, se multiplican bajo la directriz
de la ignorancia. Los que tienen CONOCIMIENTO y mente lógica, son los que se adaptan más fácilmente
y de manera natural y sin temores a tonterías religiosas. Al contrario, los fanáticos son los que
tienen mayores problemas, pues lejos de seguir las indicaciones que les dan, se
obstinan en sus ideas religiosas y tienen que padecer mucho y “vivir su propia
realidad” hasta que comprenden, después de mucho sufrimiento. Ese es su Purgatorio. En el plano
astral somos mucho más sensitivos a todas las emociones (es el mundo de las
emociones y deseos), de manera que todo aquello que tiene que ver con esa
materia, se vuelve ultrasensible. Por lo
general, la sensación de todos los que llegan es de desconcierto, pues casi
nada calza con lo que les han dicho en sus religiones. Y aunque no se van a encontrar con “nada del
otro mundo”, en ellos reina el temor que los acompañará durante algún tiempo,
hasta que entiendan la situación. Desde
luego que hacemos la diferencia entre los “muertos normales” y los que se
quedan empantanados en el SÉTIMO
SUBPLANO (el “INFIERNO”); esos sí la ven fea, porque son conscientes en un
mundo de terror. Esta gente son los asesinos,
torturadores, malvados y todo aquello que constituye la hez de la humanidad; la
crême de la crême de la maldad. Ahí se
encuentran no con UNO, sino con
miles de demonios.
Pero si usted es una persona ordinaria, sin nada sobresaliente en el
campo del “bien y del mal”, no tiene nada que temer. Sobre todo, si no se ha dejado seducir por
las tonterías de las religiones y sus dogmas extravagantes acerca del mundo de
los muertos. Ahí lo único común es la
incertidumbre y el miedo en la enorme mayoría de los “muertos”. Y a
eso es a lo que hay que sobreponerse cuanto antes. Eso sí, la muerte es un gran problema para la
gente joven, pues tal suceso no está programado en alguien que empieza la vida;
para ellos es doloroso y desconcertante, pues su cuerpo astral tiene toda la potencia que lo hace desear todas las
cosas de la vida. Y esa es la gran
ventaja de los viejos, pues la adaptación a ese nuevo estado, dependerá de la
edad y las condiciones bajo las cuales “murió”.
Pero nada es más traumatizante y doloroso que las supersticiones, miedos
e información errónea suministrada por las religiones. Esto es lo que causa la mayor decepción en
las personas desencarnadas. El miedo al
Juicio, al Diablo y el Infierno, constituye el horror de las mayorías que creen
en las teorías religiosas ortodoxas del occidente. Nada de eso es objetivo.
Muchas personas, al sentirse en iguales condiciones, piensan que no han
muerto y se empeñan en despertar o volver a sus quehaceres habituales, y en esa
actitud, invierten mucho de su tiempo y cosechan mucho dolor. Otros están tan inconscientes de su nuevo medio
como cuando estaban “vivos”. Pero las
personas más inteligentes, sobre todo aquellas que tienen conocimientos de ocultismo y de cómo se funciona en
el plano astral o de la muerte, son
los que se adaptan más fácilmente, sin dolor y sin sorpresa. Pero recuerden: ese ámbito es gris, triste y
depresivo si lo comparamos con la belleza y luminosidad de la tierra. Encontrar sus atractivos será el largo camino
que nos espera; pero este se facilitará si desde que estamos en vida, meditamos
un poco sobre esa etapa final de nuestra personalidad. Pero sobre todo, si adquirimos conocimientos
verdaderos acerca de cuáles son las condiciones de ese estado, cuál es su
realidad y ante qué deberemos enfrentarnos, sin miedos ni supersticiones sino con la convicción de que no
recibiremos sorpresas inesperadas o injustas.
Ahí NO HAY CASTIGOS NI PREMIOS
GRATUITOS e inmerecidos, sino la justa retribución por lo que hayamos
hecho: se llama Karma. Nos ubicamos donde nos corresponde, según la
conducta que hayamos observado durante la existencia. Ni más arriba ni más abajo. No importa cuánto recemos a la hora previa de
la muerte; tampoco el arrepentimiento ni que pidamos perdón. Tal cosa (el perdón de los “pecados”) NO EXISTE. Lo que usted hizo TIENE que pagarlo. Así que
la clase de vida que llevó, determina el sitio donde se colocará en el plano
astral y lo que ahí le espera. Pero
recuerde que no hay castigos, esa no
es la idea ni la intención, solo ajuste correctivo
de cuentas. Y eso se llama JUSTICIA.
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