lunes, 19 de diciembre de 2011

529 En la búsqueda de la verdad, la certeza es un lastre


529           LA CHISPA  
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EN LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD, LA CERTEZA ES UN LASTRE
            La búsqueda de la Verdad es algo que debería tenernos sin cuidado, pero como esta implica la certeza de la muerte, no deja de ser motivo de angustia enterarnos de qué sucede después de esta, dónde vamos y qué nos espera en dicho “lugar”.  Nadie escapa a esos temores, aunque solo sea por curiosidad o porque se empeñe en negar la existencia de ese plano, lo cual confirma que le merece atención, aunque sea negativa.  La inquietud está en todos, y es por eso que debemos dedicarle un rato de meditación, aunque solo sea para escoger la posición que nos produzca el mayor estado de placer.  Recuerden que estamos en el “cielo” y que no debemos inventar necedades que nos martiricen; sobre cuando estas tienen algún grado de improbabilidad.  Tengan en cuenta que todo está en la mente y solo depende de nosotros liberarnos o hacernos víctimas de ideas. En materia de fe, NADIE NOS DA HECHOS, solo teorías indemostrables; así que es una tontería someternos a productos de la imaginación o la FE desmedida.   Solo los necios o fanáticos religiosos creen tener la VERDAD, los demás están al pairo en el mar de la Duda.  Con pinceladas de fe, pero asaltados siempre por la incertidumbre, lo cual nos obliga a pensar y creer en algo que nos sirva de apoyo y le dé sentido y quietud a nuestras vidas. Y ese es, por lo general, el camino fácil que nos ofrecen las religiones.  “Deje de pensar y angustiarse, dé la limosna o el diezmo puntualmente, y el cura o el pastor se encargarán de los detalles engorrosos del proceso.  Si se entrega rendido en los brazos de la fe, usted irá al cielo y, colorín colorado”.  Demasiado fácil como para no despertar sospechas en las mentes inquisitivas.           
            Recordemos que el hombre es dos cosas: lo que come y lo que piensa.  Lo que come se ve en su cuerpo, y lo que piensa, en sus acciones.  Esta es una vieja máxima del hinduismo védico, y se encuentra en todas las literaturas religiosas occidentales, las cuales han copiado sus “textos sagrados” de aquella.  Para que el hombre “sea” tiene que pensar; claro que también debe comer.  La mente se preocupa por el cuerpo, y este se encarga de la calidad de aquella.  Así que para ser, tenemos que creer, a menos que estemos en la condición de animales.  Esa es la razón por la cual todos CREEMOS en algo, aunque solo sea de manera provisional, mientras nos posicionamos en otro estadio; y a partir de ahí, continuar con la búsqueda de las explicaciones que más nos gusten o satisfagan la razón, dependiendo del nivel intelectual de cada uno.   Por eso podemos afirmar que nadie puede ser un nihilista absoluto, pues tal cosa es una antinomia, ya que calificarse como tal, implica una contradicción insuperable.  Todos creemos en algo y eso es lo que nos hace indagar. 
            Los más cautos se dejarán seducir, como es natural, por lo más simple y agradable, por aquello que no demando mucho esfuerzo de la mente: la religión.  Y los más listos (¿talvez majaderos?) se complicarán la vida en la exploración de respuestas más complejas pero más lógicas.  Entonces, ¿cuál es la mejor elección, el mejor y más adecuado camino?  El que más le guste a cada uno.  En esto nadie tiene “la razón” ni es dueño de verdad alguna; es un simple juego de la mente, y cada uno escoge lo que más le agrada; pero eso sí, debe hacerlo conociendo los riesgos que implica estar en uno u otro bando.  Lo esencial es recordar que estamos en el “cielo terrenal”, y que cualquier cilicio innecesario que nos impongamos, no es más que un desperdicio de tiempo, pues cuando llegue el final, cada uno se encontrará con “su” verdad, a despecho de lo que le hayan dicho o haya creído.  Lo ideal sería no tener “creencia” alguna, pero como eso no es posible, debemos elegir cuando tenemos la edad y la disposición para hacerlo: o la tranquilidad de la Religión, o el vacío atemorizante de la Duda.  Usted decide, lo único que les podemos recordar es que no tengan miedo, no hay razón para eso, pues cualesquiera que sean las consecuencias, estas no pueden ser alteradas por la fe, las plegarias ni por la filosofía.  Viva feliz, y crea lo que sea, despreocúpese de la muerte, pues esta vendrá de todos modos, sin avisarle y sin fanfarria.  Su partida será tan simple e insignificante como su llegada a este mundo. 
            Como las cosas son lo que uno cree, cada persona tiene su propia versión de la verdad; aunque, desde luego, existen ciertos parámetros probados por la experiencia, la filosofía, la historia, la lógica y el sentido común, que pueden ser más confiables a la hora de emitir criterios o aceptar ciertas creencias.  Y en último caso, queda el arma definitiva para encontrar las mejores respuestas: la intuición.  Cuando esta es real, nunca falla.  Sin embargo, la que debemos utilizar es aquella que esté más a nuestro alcance, pues si no somos “filósofos” no podemos aspirar a conocer la verdad o autenticidad de nuestras creencias mediante la Filosofía; y si no somos místicos, la intuición es una herramienta demasiado compleja de manejar. Tampoco debemos hacer nuestras las teorías ajenas solo porque provienen de personas insignes y “con nombre”.  En este tema todos somos iguales, y las ideas del más simple, son tan valiosas o más, que las de aquellos que tienen innumerables pergamino y que han “estudiado la materia desde un punto de vista científico y elevado”.  Lo que crea el sacerdote, el pastor, el Papa, el científico o el filósofo más sabio, tiene el mismo valor que lo que sobre el asunto piensa el más ignorante.  En el terreno de la FE nadie tiene preeminencia ni autoridad. 
Al final de cualquier camino, lo que TODOS tenemos es un conjunto de creencias, NADA MÁS, pues lo que llaman Verdad, es algo que ni siquiera Jesucristo se atrevió a definir.  Es por eso que el investigador cauto jamás debe aferrarse a ninguna forma de certeza, salvo la de su propia ignorancia, en la investigación que realice en un campo tan proteico como el que se refiere a la Vida y la Muerte.  Y mientras llega ese ineludible momento de la muerte, debemos dedicarnos a VIVIR.  Bajo un conjunto de reglas sencillas que nos proporcionan felicidad; y cuanto más ignorados e invisibles seamos… mejor.  Si debemos o queremos hacernos sentir y ver, porque somos vanidosos, debemos hacerlo mediante nuestras acciones al servicio de los demás.  Estas pueden ser tanto materiales como espirituales o intelectuales.  Y siempre debemos tener el buen juicio para escoger cuál es la necesidad más sentida de cada uno.  Alguien con hambre NO está interesado en oír tonterías del “cielo”, del infierno o de la muerte.  O mucho menos, de qué cosa es la Verdad.    Que la paz sea con ustedes, sin importar en lo que crean.                       
Fraternalmente:  
                          Ricardo Izaguirre S.       E-mail:   rhizaguirre@gmail.com






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