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“LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos
del Poder”
EN LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD, LA CERTEZA ES UN LASTRE
La búsqueda de la Verdad es algo que debería
tenernos sin cuidado, pero como esta implica la certeza de la muerte, no deja
de ser motivo de angustia enterarnos de qué sucede después de esta, dónde vamos
y qué nos espera en dicho “lugar”. Nadie
escapa a esos temores, aunque solo sea por curiosidad o porque se empeñe en
negar la existencia de ese plano, lo cual confirma que le merece atención,
aunque sea negativa. La inquietud está
en todos, y es por eso que debemos dedicarle un rato de meditación, aunque solo
sea para escoger la posición que nos produzca el mayor estado de placer. Recuerden que estamos en el “cielo” y que no debemos inventar necedades que nos martiricen; sobre
cuando estas tienen algún grado de
improbabilidad. Tengan en cuenta que
todo está en la mente y solo depende de
nosotros liberarnos o hacernos víctimas de ideas. En materia de fe, NADIE NOS DA HECHOS, solo teorías
indemostrables; así que es una tontería someternos a productos de la
imaginación o la FE desmedida. Solo los necios o fanáticos religiosos creen
tener la VERDAD, los demás están al pairo en el mar de la
Duda. Con
pinceladas de fe, pero asaltados siempre por la incertidumbre, lo cual nos
obliga a pensar y creer en algo que nos sirva de apoyo y le dé sentido y
quietud a nuestras vidas. Y ese es, por lo general, el camino fácil que nos
ofrecen las religiones. “Deje de pensar y angustiarse, dé la
limosna o el diezmo puntualmente, y el cura o el pastor se encargarán de los
detalles engorrosos del proceso. Si se
entrega rendido en los brazos de la fe, usted irá al cielo y, colorín colorado”. Demasiado fácil como para no despertar
sospechas en las mentes inquisitivas.
Recordemos que el hombre es dos
cosas: lo que come y lo que piensa. Lo que come se ve en su cuerpo, y lo que
piensa, en sus acciones. Esta es una
vieja máxima del hinduismo védico, y se encuentra en todas las literaturas
religiosas occidentales, las cuales han
copiado sus “textos sagrados” de aquella.
Para que el hombre “sea” tiene que pensar; claro que también debe
comer. La mente se preocupa por el
cuerpo, y este se encarga de la calidad de aquella. Así que para ser, tenemos que creer, a menos que estemos en la condición de
animales. Esa es la razón por la cual
todos CREEMOS en algo, aunque solo
sea de manera provisional, mientras nos posicionamos en otro estadio; y a
partir de ahí, continuar con la búsqueda de las explicaciones que más nos
gusten o satisfagan la razón, dependiendo del nivel intelectual de cada uno. Por eso podemos afirmar que nadie puede ser
un nihilista absoluto, pues tal cosa
es una antinomia, ya que calificarse como tal, implica una contradicción
insuperable. Todos creemos en algo y eso
es lo que nos hace indagar.
Los más cautos se dejarán seducir,
como es natural, por lo más simple y agradable, por aquello que no demando
mucho esfuerzo de la mente: la religión. Y los más listos (¿talvez majaderos?) se
complicarán la vida en la exploración de respuestas más complejas pero más
lógicas. Entonces, ¿cuál es la mejor
elección, el mejor y más adecuado camino?
El que más le guste a cada uno. En esto nadie tiene “la razón” ni es dueño de
verdad alguna; es un simple juego de la mente, y cada uno escoge lo que más le
agrada; pero eso sí, debe hacerlo conociendo los riesgos que implica estar en uno u otro bando. Lo
esencial es recordar que estamos en el “cielo terrenal”, y que cualquier
cilicio innecesario que nos impongamos, no es más que un desperdicio de tiempo,
pues cuando llegue el final, cada uno se encontrará con “su” verdad, a despecho
de lo que le hayan dicho o haya creído.
Lo ideal sería no tener “creencia” alguna, pero como eso no es posible,
debemos elegir cuando tenemos la edad y la disposición para hacerlo: o la tranquilidad de la Religión, o el vacío
atemorizante de la Duda. Usted decide, lo único que
les podemos recordar es que no tengan
miedo, no hay razón para eso, pues cualesquiera que sean las consecuencias,
estas no pueden ser alteradas por la fe, las plegarias ni por la
filosofía. Viva feliz, y crea lo que
sea, despreocúpese de la muerte,
pues esta vendrá de todos modos, sin avisarle y sin fanfarria. Su
partida será tan simple e insignificante como su llegada a este mundo.
Como las cosas son lo que uno cree,
cada persona tiene su propia versión de la verdad; aunque, desde luego, existen
ciertos parámetros probados por la
experiencia, la filosofía, la historia, la lógica y el sentido común, que
pueden ser más confiables a la hora de emitir criterios o aceptar ciertas
creencias. Y en último caso, queda el
arma definitiva para encontrar las mejores respuestas: la intuición. Cuando esta es
real, nunca falla. Sin embargo, la que
debemos utilizar es aquella que esté más a nuestro alcance, pues si no somos
“filósofos” no podemos aspirar a conocer la verdad o autenticidad de nuestras
creencias mediante la
Filosofía; y si no somos místicos, la intuición es una
herramienta demasiado compleja de manejar. Tampoco debemos hacer nuestras las
teorías ajenas solo porque provienen de personas insignes y “con nombre”. En este tema todos somos iguales, y las ideas
del más simple, son tan valiosas o más, que las de aquellos que tienen innumerables
pergamino y que han “estudiado la materia desde un punto de vista científico y
elevado”. Lo que crea el sacerdote, el
pastor, el Papa, el científico o el filósofo más sabio, tiene el mismo valor
que lo que sobre el asunto piensa el más ignorante. En el terreno
de la FE nadie
tiene preeminencia ni autoridad.
Al final de cualquier camino, lo que TODOS
tenemos es un conjunto de creencias, NADA
MÁS, pues lo que llaman Verdad,
es algo que ni siquiera Jesucristo se atrevió a definir. Es por eso que el investigador cauto jamás
debe aferrarse a ninguna forma de certeza, salvo la de su propia ignorancia, en
la investigación que realice en un campo tan proteico como el que se refiere a la Vida y la Muerte. Y mientras llega ese ineludible momento de la muerte,
debemos dedicarnos a VIVIR.
Bajo un conjunto de reglas sencillas que nos proporcionan felicidad; y
cuanto más ignorados e invisibles seamos… mejor. Si debemos o queremos hacernos sentir y ver,
porque somos vanidosos, debemos hacerlo mediante nuestras acciones al servicio
de los demás. Estas pueden ser tanto
materiales como espirituales o intelectuales.
Y siempre debemos tener el buen juicio para escoger cuál es la necesidad
más sentida de cada uno. Alguien con
hambre NO está interesado en oír
tonterías del “cielo”, del infierno o de la muerte. O mucho menos, de qué cosa es la Verdad. Que
la paz sea con ustedes, sin importar en lo que crean.
Fraternalmente:
Ricardo Izaguirre S. E-mail:
rhizaguirre@gmail.com
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