domingo, 11 de diciembre de 2011

550 ¿Estamos preparados para vivir en el cielo... eternamente?


550    LA CHISPA     

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿ESTAMOS PREPARADOS PARA VIVIR EN EL CIELO… ETERNAMENTE?

            Esta recurrente oferta en todas las religiones, debería ser objeto de un examen más cuidadoso por parte de los interesados, quienes sin pensarlo dos veces, aceptan la posibilidad con un entusiasmo irreflexivo.  Y el meollo de la cuestión reside en la idea fundamental de que todos vamos a cambiar automáticamente con la muerte; sin saber cómo (ni lo pensamos), damos por un hecho que el ingreso al cielo implica una serie de transformaciones mágicas que nos capacitarán para adaptarnos a las condiciones célicas.  Algo así como una especie de purificación corporal y mental que NO está contemplada en ningún programa evolutivo: ni material ni espiritual.  Pero antes de seguir, pregúntense: ¿se creen ustedes merecedores del cielo y de estar por lo menos en la cercanía de Dios?  Desde luego que la mayoría dirá que , pues casi todos, sin importar qué clase de pillos seamos, tenemos la pretensión de ser dignos de lo mejor; incluso de la Gloria.    Pero NO respondan a esta nota como si se tratara de un cuestionario para conseguir trabajo, lo cual “justificaría” el intento de engaño.  Háganse la pregunta a ustedes y formulen una respuesta para ustedes.  Con lo que son en la actualidad, ¿creen que tienen los méritos necesarios para ingresar al Edén Celestial?                
            Lo primero que tenemos que plantearnos ante la posibilidad de colarnos en el Paraíso es lo que somos.  Talvez no sea tan difícil burlar la vigilancia e infiltrarnos en ese lugar, pero el problema está en lo que somos y que, dondequiera que estemos, nos pone en evidencia.  Hagámonos algunas preguntas básicas para empezar a plantearnos esa eventualidad.  ¿Se duerme en el cielo?  La lógica nos dice que si no tenemos cuerpo que se canse, no hay razón para reposar.  Entonces ¿estaremos despiertos por toda la eternidad?  ¿Se imaginan lo terrible que debe ser eso?  Despiertos por siempre.  ¿Y qué les pasará a los glotones?  Fíjense que si no tenemos estómago ni aparato digestivo, la comida se hace innecesaria para ese cuerpo celestial; pero la gula es algo que está en la mente, y el deseo por la comida es tan apremiante como la lujuria.  Así que estar en un cielo en donde no se puede comer ni fornicar, deberá ser una tortura espantosa para la gente que padece esos “males”, que somos la mayoría.  Y por toda la eternidad… Pero por favor, no hagan suposiciones que no sean demostrables, y ni siquiera probables.  Somos lo que somos y NADIE cambia radicalmente de la noche a la mañana por obra y gracia del cielo.  Ese “cambio” repentino solo es una maroma dialéctica de las religiones. NO existe tal cosa.
            En el cielo seguiremos siendo tan egoístas, violentos, malvados, envidiosos, intrigantes, lujuriosos y viciosos como somos en la tierra.  Esos malos hábitos no desaparecen simplemente porque nos pongan en determinado lugar; talvez podamos fingir, pero nuestra naturaleza básica seguirá siendo la misma.  El que es mentiroso lo es de por vida, por más que se refrene e intente cambiar.  Es una costumbre tan poderosa que, aunque estemos conscientes de ella y decidamos hacer algo al respecto, es muy poco lo que logramos en años y años de empeño; siempre está presente en nuestros actos y palabras.  Todos los que mienten habitualmente, lo saben.  Y los peores son lo que ni siquiera tienen consciencia de que son embusteros.  Entonces ¿qué hacer con ese vicio ante la presencia de Aquellos a quienes NO les podemos mentir porque “conocen” la maldad de nuestro corazón?  Allí no podremos seguir con nuestras imposturas, pero como son parte indisoluble de nuestra personalidad, nos acompañarán por toda la eternidad…al menos, por una larga parte de ella.
            ¿Y qué hay del sexo?  ¿Se practica en el cielo, o por arte de magia todos nos convertiremos en criaturas asexuadas, con la consecuente desaparición del interés por los elementos opuestos?  Y si eso sucediera, ¿en qué nos convertiríamos?  Pero de no ser así, ¿cuál sería el propósito de conservar nuestra condición de machos y hembras si no podemos hacer travesuras en el Paraíso?  Si todos nos convirtiéramos en  neutros, ¿cuál sería el rasero que nos pasarían para igualarnos mentalmente?  Porque las mujeres y los hombres pensamos y sentimos diferente, aún sin órganos genitales.  Este es un problema en el que tenemos que meditar con seriedad, pues no es de poca monta.  Recuerden que esa fue la razón por la que a la pareja primigenia le pusieron el desahucio del viejo Edén.  Y ellos no eran tan mañosos como nosotros; sin embargo, no se contuvieron, a pesar de las amenazas del Guardián.  Seguiríamos en alitas de cucaracha y en cualquier “descuido” nos volverían a poner de patitas en el Infierno.  Piensen en esto con seriedad, sin buscar respuestas acomodaticias como el cuento de que allí aparecerán “otras actividades divinas” en las que podremos ocuparnos para paliar el tedio de la vida eterna.  Todos sabemos que una de las formas más entretenidas de “matar el tiempo” es haciendo el amor; sobre todo, cuando disponemos de toda la eternidad.  Pero si no se puede, estaremos jodidos.     
            Ya vimos que la ocupación única de la que nos hablan las iglesias, alabar y cantarle al Señor, NO es una alternativa satisfactoria.   Entonces, quemada la etapa de cantos y alabanzas, y vedada la posibilidad de dedicarnos al amor, ¿qué nos quedaría por hacer si no estamos preparados para una vida superior de la cual desconocemos los detalles ínfimos?  Pues lo mismo que hacemos en la tierra: intrigar, firmar tratados como el T.L.C., armar partidos políticos, engañar, estafar, burlarnos de los demás, dañar al prójimo y calumniar a todo el mundo.  Eso es lo que somos en realidad.  Y eso es lo que haría imposible nuestra aclimatación en el cielo si en este momento, siendo lo que somos, lográramos filtrarnos en él.  No nos engañemos ni pretendamos estar listos para algo de lo que no tenemos ni la más remota idea de lo que pueda ser; y mucho menos, cuando estamos tratando con un elemento del todo imposible de entender o controlar con nuestra limitada inteligencia: LA ETERNIDAD.   No deseemos tener en nuestras manos un poder que lo único que podríamos sacar de él es que nos fulmine.  No queramos ser como Faetón (el hijo del Sol), tratando de manejar algo que solo está dentro de la competencia de los dioses: la eternidad e inmortalidad.  Nosotros estamos bien en la rueda de Samsâra, muriendo y volviendo a nacer; pero sobre todo, OLVIDANDO mientras crecemos lentamente.
            Un saludo fraternal                                                               
                        Ricardo Izaguirre S.        E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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