sábado, 3 de diciembre de 2011

571 El viaje de la vida


571  LA CHISPA”                                        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL VIAJE DE LA VIDA              (dedicado a mis hijos)
            El pasado solo lo tomamos en cuenta como una serie de errores producto de la inmadurez y falta de cabeza de la juventud.  El presente lo vemos como un “mientras tanto” llega mañana.  “Vivimos” en función del futuro, y quien hace eso, ya está muerto.  Casi nunca tenemos consciencia clara del momento que estamos viviendo, y todo nuestro quehacer está dirigido hacia los resultados que obtendremos mañana.  Y así se nos va la vida y, cuando menos pensamos, estamos viejos y con una pata en la tumba.  ¿En qué momento de nuestras vidas empieza esa manía?  Hay quienes comienzan a pensar en la pensión (jubilación) cuando apenas tienen dos o tres años de estar trabajando, y esto significa que están viviendo en un futuro a cuarenta años plazo.  ¿Qué es lo que nos induce a esa loca conducta de menospreciar lo que tenemos en el momento (el presente) para situarnos siempre en el futuro?  “El año entrante, la semana que viene, el mes próximo”.  Todas nuestras actividades, logros potenciales, sueños y planes tienen un itinerario futuro, es decir, en la nada.  ¿Es esa tendencia un “producto social”, una conducta colectivamente programada?  Evadir el presente con el pretexto del futuro, es negarnos el placer de vivir y disfrutar de aquello que tenemos a la mano.  Pero lo peor de esta conducta es la vehemencia con la que deseamos que pase el tiempo para ubicarnos en ese huidizo futuro que no termina de llegar a plenitud, y con el cual nunca nos identificamos con claridad. Sin importar qué edad tengamos, parece que jamás estamos seguros de haber llegado a ese futuro que tanto hemos esperado, y a nombre del cual, dejamos pasar todos los presentes de nuestras vidas. 
            “Cuando tengamos niños, cuando estos crezcan, cuando se casen, cuando se vayan, cuando me pensione, cuando se gradúen, cuando crezcan los nietos”.  El futuro corredizo al que no terminamos de arribar de forma clara; nunca lo identificamos y, a un paso de la muerte, todavía seguimos pensando en él como algo por venir, distante aunque cercano; pero no es hoy, jamás es hoy.  En los viejos solo se hace más próximo (por necesidad) pero nunca llega a coincidir en el mismo plano del presente.  Los jóvenes planifican a treinta, veinte o cuarenta años.  Los viejos lo hacen a unos meses o días, quizás unos pocos años; pero ambos siguen viviendo en un futuro que no llega.   El viaje de la vida lo realizamos en otra dimensión, montados en la carreta equivocada, y no disfrutamos del paisaje inmediato porque tenemos los ojos puestos en la distancia: en un futuro tan elusivo como los espejismos del desierto.
            ¿Por qué no podemos vivir en el presente?  ¿Desde cuándo nos arruinaron esa visión y pasión de la que gozan los niños?  Para ellos todo es un eterno presente en el que hay que comerse lo más rico de la comida, la parte más dulce del queque, los más espumoso del helado.  No hay que guardar para mañana ni para después; la vida es ahora, en este único e irrepetible momento que es el presente.   ¿Por qué esperar hasta la Navidad para obsequiar algo?  ¿Por qué “pelar” el regalo hasta entonces?  ¿Por qué no abrirlo y disfrutarlo ahora mismo?  ¿Por qué mañana?  ¿Por qué ser felices hasta mañana y no ahora?  ¿Por qué esperar por “condiciones adecuadas” para estrenar ese vestido y esos zapatos?   ¿Por qué no nos ponemos hoy mismo esa elegante camisa que nos dieron o compramos?  ¿Por qué tenemos que diferir todo para un futuro más adecuado?  Siempre estamos postergando los instantes de placer en aras de un futuro al que quizás no lleguemos. 
            Es increíble la habilidad que hemos desarrollado para evadir el presente y vivir en función del futuro.  Incluso reputamos tal estulticia como una de las grandes virtudes de la sociedad moderna, y le hemos dado un nombre pomposo: planificación del futuro.  El viaje de la vida es para disfrutarlo de instante en instante, a plenitud.  ¿Por qué nos “robamos” nuestro presente?  ¿Por qué les arrebatamos a los niños y jóvenes los placeres cotidianos bajo la premisa de que tenemos que pensar en el futuro?  La vida debería ser un eterno presente, y tendría que ser encarada de esa manera: como un hoy permanente, sin condicionamientos de clase alguna.  Está bien no descuidar todo y vivir una vida inútil; pero de ahí a convertirnos en esclavos de algo incierto, equivale a renunciar a la vida a cambio de un sueño que jamás será realidad. 
            Esperando ese futuro que no llega, de repente nos damos cuenta de que estamos viejos, al final del camino, y sin habernos encontrado con esa quimera que hemos perseguido durante tanto tiempo.   Es entonces cuando nos preguntamos: ¿valió la pena?  ¿Qué era en realidad lo que buscábamos?  ¿Qué debí hacer con mi vida?  ¿Cómo dejé que el tiempo se me fuera en cuestiones que no tenían importancia alguna?  Es triste darse cuenta, cuando ya no hay tiempo, de que no vivimos plenamente; que nuestro viaje por la vida fue una travesía de angustia, con un punto de partida, una meta inalcanzable, y un enorme vacío en el medio.  Para los viejos ya no hay tiempo, pero los jóvenes sí pueden reeducarse en el aprovechamiento efectivo de cada minuto de sus vidas; además, pueden enseñar a sus hijos a vivirla, a disfrutar de ese maravilloso viaje a través de un mundo bellísimo y lleno de encantos que nada tienen que ver con la fortuna, la profesión, la fama o las cosas ostentosas.  Encomendemos el futuro al futuro y dejemos de ser personas PRE-ocupadas por algo inexistente.  Ocupémonos de ser felices ahora, con lo que tenemos a mano; para ser feliz no es necesario tener mucho ni cosas caras.  Enseñemos a nuestros niños y jóvenes el valor del ahora, sin que eso signifique descuidarnos de cumplir con nuestro deber, del cual se derivará como consecuencia inevitable lo que tenga que venir. 
            Que este año que se inicia sea para todos mis amigos, un viaje placentero a través de todos y cada uno de los trescientos y pico de días que lo componen.  Deseo que cada mañana se tracen como objetivo único, ser felices ese día, sin importar que sea martes o domingo.  Que al levantarse consideren a su familia, su entorno, su casa y sus amigos como lo mejor de la vida, y a su persona, como un ser perfecto y digno de todo el aprecio que puedan brindarse a sí mismos.  Recuerden que la felicidad no está en el futuro sino aquí, ahora mismo.  Cada día DEBE SER bien vivido, a plenitud, a pierna suelta de felicidad.  El mañana no existe, la vida es hoy.
            Fraternalmente para el año 2012, les deseo desbordante y loca felicidad
                                 Ricardo Izaguirre S.       Teléfono  2286-3522      E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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