571 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia
cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL VIAJE DE LA VIDA (dedicado a mis hijos)
El
pasado solo lo tomamos en cuenta como una serie de errores producto de la
inmadurez y falta de cabeza de la
juventud. El presente lo vemos como un
“mientras tanto” llega mañana. “Vivimos”
en función del futuro, y quien hace eso, ya está muerto. Casi nunca tenemos consciencia clara del
momento que estamos viviendo, y todo nuestro quehacer está dirigido hacia los
resultados que obtendremos mañana. Y así se nos va la vida y, cuando menos
pensamos, estamos viejos y con una pata en la tumba. ¿En qué momento de nuestras vidas empieza esa
manía? Hay quienes comienzan a pensar en
la pensión (jubilación) cuando apenas tienen dos o tres años de estar
trabajando, y esto significa que están viviendo en un futuro a cuarenta años
plazo. ¿Qué es lo que nos induce a esa
loca conducta de menospreciar lo que tenemos en el momento (el presente) para
situarnos siempre en el futuro? “El año entrante, la semana que viene, el
mes próximo”. Todas nuestras
actividades, logros potenciales, sueños y planes tienen un itinerario futuro,
es decir, en la nada. ¿Es esa tendencia
un “producto social”, una conducta colectivamente programada? Evadir el presente con el pretexto del
futuro, es negarnos el placer de vivir y disfrutar de aquello que tenemos a la
mano. Pero lo peor de esta conducta es
la vehemencia con la que deseamos que pase el tiempo para ubicarnos en ese
huidizo futuro que no termina de llegar a plenitud, y con el cual nunca nos
identificamos con claridad. Sin importar qué edad tengamos, parece que jamás
estamos seguros de haber llegado a ese futuro que tanto hemos esperado, y a
nombre del cual, dejamos pasar todos los presentes de nuestras vidas.
“Cuando tengamos niños, cuando estos
crezcan, cuando se casen, cuando se vayan, cuando me pensione, cuando se
gradúen, cuando crezcan los nietos”.
El futuro corredizo al que no terminamos de arribar de forma clara; nunca
lo identificamos y, a un paso de la muerte, todavía seguimos pensando en él
como algo por venir, distante aunque cercano; pero no es hoy, jamás es
hoy. En los viejos solo se hace más
próximo (por necesidad) pero nunca llega a coincidir en el mismo plano del
presente. Los jóvenes planifican a
treinta, veinte o cuarenta años. Los
viejos lo hacen a unos meses o días, quizás unos pocos años; pero ambos siguen
viviendo en un futuro que no llega. El
viaje de la vida lo realizamos en otra dimensión, montados en la carreta
equivocada, y no disfrutamos del paisaje inmediato porque tenemos los ojos
puestos en la distancia: en un futuro tan elusivo como los espejismos del
desierto.
¿Por
qué no podemos vivir en el presente?
¿Desde cuándo nos arruinaron esa visión y pasión de la que gozan los
niños? Para ellos todo es un eterno
presente en el que hay que comerse lo más rico de la comida, la parte más dulce
del queque, los más espumoso del helado.
No hay que guardar para mañana ni para después; la vida es ahora, en
este único e irrepetible momento que es el presente. ¿Por qué esperar hasta la Navidad para obsequiar
algo? ¿Por qué “pelar” el regalo hasta
entonces? ¿Por qué no abrirlo y disfrutarlo
ahora mismo? ¿Por qué mañana? ¿Por qué ser felices hasta mañana y no
ahora? ¿Por qué esperar por “condiciones
adecuadas” para estrenar ese vestido y esos zapatos? ¿Por qué no nos ponemos hoy mismo esa
elegante camisa que nos dieron o compramos?
¿Por qué tenemos que diferir todo para un futuro más adecuado? Siempre
estamos postergando los instantes de placer en aras de un futuro al que quizás no
lleguemos.
Es
increíble la habilidad que hemos desarrollado para evadir el presente y vivir en
función del futuro. Incluso reputamos
tal estulticia como una de las grandes virtudes de la sociedad moderna, y le
hemos dado un nombre pomposo: planificación
del futuro. El viaje de la vida es
para disfrutarlo de instante en instante, a plenitud. ¿Por qué nos “robamos” nuestro presente? ¿Por qué les arrebatamos a los niños y
jóvenes los placeres cotidianos bajo la premisa de que tenemos que pensar en el futuro? La vida debería ser un eterno presente, y
tendría que ser encarada de esa manera: como
un hoy permanente, sin condicionamientos de clase alguna. Está bien no descuidar todo y vivir una vida
inútil; pero de ahí a convertirnos en esclavos de algo incierto, equivale a
renunciar a la vida a cambio de un sueño que jamás será realidad.
Esperando
ese futuro que no llega, de repente nos damos cuenta de que estamos viejos, al
final del camino, y sin habernos encontrado con esa quimera que hemos
perseguido durante tanto tiempo. Es
entonces cuando nos preguntamos: ¿valió
la pena? ¿Qué era en realidad lo que
buscábamos? ¿Qué debí hacer con mi
vida? ¿Cómo dejé que el tiempo se me
fuera en cuestiones que no tenían importancia alguna? Es triste darse cuenta, cuando ya no hay
tiempo, de que no vivimos
plenamente; que nuestro viaje por la vida fue una travesía de angustia, con un
punto de partida, una meta inalcanzable, y un enorme vacío en el medio. Para los viejos ya no hay tiempo, pero los
jóvenes sí pueden reeducarse en el aprovechamiento efectivo de cada minuto de
sus vidas; además, pueden enseñar a sus hijos a vivirla, a disfrutar de ese
maravilloso viaje a través de un mundo bellísimo y lleno de encantos que nada
tienen que ver con la fortuna, la profesión, la fama o las cosas
ostentosas. Encomendemos el futuro al
futuro y dejemos de ser personas PRE-ocupadas por algo inexistente. Ocupémonos de ser felices ahora, con lo que
tenemos a mano; para ser feliz no es necesario tener mucho ni cosas caras. Enseñemos a nuestros niños y jóvenes el valor del ahora, sin que eso
signifique descuidarnos de cumplir con nuestro deber, del cual se derivará como
consecuencia inevitable lo que tenga que venir.
Que
este año que se inicia sea para todos mis amigos, un viaje placentero a través
de todos y cada uno de los trescientos y pico de días que lo componen. Deseo que cada mañana se tracen como objetivo
único, ser felices ese día, sin importar que sea martes o domingo. Que al levantarse consideren a su familia, su
entorno, su casa y sus amigos como lo mejor de la vida, y a su persona, como un
ser perfecto y digno de todo el aprecio que puedan brindarse a sí mismos. Recuerden que la felicidad no está en el
futuro sino aquí, ahora mismo. Cada día DEBE SER bien vivido, a plenitud, a
pierna suelta de felicidad. El mañana no existe, la vida es hoy.
Fraternalmente
para el año 2012, les deseo desbordante y loca felicidad
Ricardo
Izaguirre S. Teléfono 2286-3522 E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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