678 “LA
CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL MUNDO DESPUÉS DE LA MUERTE
Por
las notas de algunos amigos, he creído necesario hacer algunos agregados a “La Chispa” anterior (677). Pero más que aclaración, es una extensión de
la idea general. Hacerla más amplia y
formular algunas preguntas de fondo que son necesarias para comprender la totalidad
del plan de la vida, si es que hay alguno.
En primer lugar está el asunto de la población. ¿Podemos multiplicarnos ilimitadamente, o la
Tierra tiene un tope a partir del cual se inicia el caos? Y si esto es así, ¿cuál es ese tope y cómo se
mantendría? Pero si no hay un “hasta
aquí”, eso significaría que el planeta podría seguir suministrando un infinito
número de almas al reino de los cielos. ¿Se fabrica una nueva para cada individuo que
viene a engrosar el número de la humanidad? ¿O los espíritus son re-usables por infinidad de cuerpos, de
acuerdo con la teoría de la reencarnación?
Y si así fuera, ¿cuál es el número de estas entidades en el planeta, y
cómo es que todas participan en el proceso de la vida física? Las respuestas a estas preguntas podrían
ayudarnos a comprender la mecánica de la vida y la muerte. Al menos nos abren otra perspectiva para
observar.
Damos
por un hecho que la Tierra siempre estará y que no puede ser destruida por uno
de los tantos fenómenos cósmicos que aniquilan estrellas, porque suponemos que
hay un propósito divino que nos resguarda de tal eventualidad. Pero, ¿es eso una realidad o solo un deseo? También aquí juegan un papel importante la fe
y las creencias, y eso demuestra que toda la plataforma de nuestra filosofía de
supervivencia está fundamentada en débiles teorías nada sustentables desde la
perspectiva científica. ¿Existe un mundo
de los muertos o solo somos materia en constante evolución hacia un fin del
cual nada sabemos? Y si existen las
almas, ¿cuál es el propósito de su encarnación?
¿No estarían libres y más felices
gozando de su inmortalidad y sabiduría en el espacio? ¿Cuál es la idea para someterlos al dolor,
sufrimiento y muerte que tienen que afrontar en una cadena casi
interminable? La Teosofía nos dice que es para el aprendizaje que proporciona al Espíritu la escuela de la Materia. Pero eso es discutible, pues quienes
diseñaron el proceso, bien podrían haber creado otro sistema de enseñanza que
condujera al mismo punto evolutivo sin producir tanto e innecesario dolor.
Si
hemos tenido otras vidas o no, también es dudoso, pues nadie
tiene noción de ellas; ninguno de nosotros puede recordarlas y eso nos lleva a
la pregunta siguiente: ¿de qué sirven esas experiencias si no las recordamos ni
podemos aplicarlas para el mejoramiento personal? Como Personalidad,
¿de qué me sirve haber tenido docenas de vidas si no las recuerdo ni puedo
sacar ventaja de ellas? La
reencarnación es materia de fe para los hindúes, y de dialéctica platónica para
los teósofos, pero para el individuo corriente, algo tan insustancial como el
mundo de los muertos y todo aquello que se escapa al conocimiento empírico.
De
sobrevivir algún grado de consciencia cuando morimos, ¿qué haremos en ese
mundo? ¿Hay alguna organización e
interactuamos de verdad con otras personas reales? ¿O solo somos víctimas de una ilusión, de un
estado subjetivo de consciencia que los tibetanos llaman Devachán o morada de los dioses?
El cielo de los zoroastrianos y cristianos. Un teósofo eminente lo define así: “Corresponde a la idea de cielo o paraíso,
en donde cada mónada individual vive en un mundo que se ha creado por
sus propios pensamientos, y en donde los productos de su propia ideación
espiritual se le aparecen substanciales y objetivos” F. Hartmann.
Entonces, de acuerdo con esta definición se trata de un mundo ilusorio y no de la realidad de la que nos
hablan las religiones. Allí las almas
desencarnadas “inventan” su mundo particular de acuerdo con su educación
religiosa; pero eso no corresponde a ninguna realidad. Son sueños.
Pero antes de llegar a ese cielo ficticio, el muerto deberá pasar por
ciertas etapas intermedias, porque es obvio que no todos pueden llegar
directamente al cielo o Devachán. Esa
parte media debe ser el infierno y
el purgatorio que, como el cielo o
Devachán del muerto, TIENEN que ser
lugares imaginarios; más bien, estados
de consciencia. Y si podemos
“saltarnos” el cielo, también deberíamos poder hacerlo con esos otros dos estadios
ilusorios. ¿No es así?
Madame Blavatsky, autora de la “Doctrina Secreta” y la máxima autoridad
teosófica, confirma este aserto al admitir que un individuo que no crea en el
cielo (un ateo), bien puede reencarnar sin haber pasado por esa etapa. Entonces, los otros sitios o estados de
consciencia (infierno y purgatorio) bien pueden ser eludidos de la misma
manera: con solo no creer en ellos. Lógica
de primer grado. Pero todo eso solo es
teoría; muy hermosa, “racional” y bien estructurada, pero teoría fuera del
alcance de la comprobación de la generalidad de los hombres. ¿No es más simple pensar que no hay nada
después de la muerte? Así no tendríamos
dudas ni angustias; tampoco miedos a un hipotético lugar llamada Infierno ni,
mucho menos, a su ridículo y contradictorio Diablo. ¿Por qué hemos de aceptar conclusiones basadas
en premisas sin ninguna posibilidad de demostración? Nuestra vida es demasiado importante como
para someterla al norte que nos señala ese montón de fábulas y supersticiones. Resuelva
sus problemas aquí. Y los del más
allá (si existe), arréglelos allá. Y no
es asunto de abandonarnos en la excesiva indulgencia o la irresponsabilidad
moral, sino hacer uso correcto de la lógica en el análisis de un problema sin
solución. ¿Qué caso tiene estar
sufriendo por algo que no podremos dilucidar (¿?) hasta que hayamos muerto? Si hay algo del otro lado, ya lo sabremos y
hallaremos el modo de enfrentarlo; y si no hay nada, pues ¡qué dicha!
Dicen
los hindúes que los actos de esta vida condicionan la próxima existencia, y así
debe ser, pues en un universo lógico, no puede haber una acción sin
reacción. Así que “por si las moscas”,
pórtese bien no para ir al cielo, sino porque es su deber moral. Cuide sus actos, pensamientos y deseos, esa es la mejor forma de asegurarse de que,
de haber algo después de la muerte, su mente estará libre de remordimientos y
pesares por sus malas acciones y pensamientos; y así no tendrá que enfrentar a los demonios de su consciencia. Tenga presente que lo bueno o malo que hizo,
es la carga moral con la que habrá de enfrentarse a Osiris en busca de la
absolución. Pero mientras tanto, no
sufra ni se atormente con teorías.
Fraternalmente
Ricardo Izaguirre S. E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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