725 “LA
CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos
del Poder”
NUNCA SE ES TAN VIEJO PARA APRENDER
Esto
no es un eslogan político como el de “nos preocupa la seguridad ciudadana” sino el lema
que debería tener toda la población de un país.
De todos las naciones de la América Latina. Pero no solo se refiere a la educación
natural que nos da la vida, la cual es inevitable, sino que incluye aquella que
es formal y abarca desde el nivel elemental
hasta el profesional. El ciudadano debe
promover y exigir este tipo de educación, y el Estado está en la obligación de
implementar el Sistema que la ponga
en práctica. Ya que contamos con los
medios necesarios, solo es cuestión de organizarlo de manera que resulte fácil,
práctico y de accesibilidad ilimitada. Que estudiar sea un
placer como ir al cine o a bailar.
Que no tenga horarios rígidos ni asistencia obligatoria a lecciones
“magistrales”. Incluso sin exámenes ni
pagos onerosos. Más allá todavía: sin
rótulos ni certificados que engañen a las personas haciéndolas creer que ya los
saben todo y que no necesitan aprender
más porque un cartón así lo
dice. La titulitis es una
enfermedad de las sociedades mediocres.
Solemos menospreciar a las personas que no los tienen, sin importar que
sean sabias; pero cualquier idiota patas vueltas que tenga un MBA, Dr, Phd,
Msr, PDF, SCRB, Adp, LAp o cualquier otra sigla de esas, nos deja con la boca
abierta. Sobre todo, si son en inglés. (Chiste electorero: “No preocupa la transparencia política”)
Esa
observación no quiere decir que los pergaminos no tengan valía en la formación
profesional, ¡claro que la tienen! Lo
que se quiere significar es que en la Educación
Popular este asunto no debe convertirse en el objetivo único ni en una
manía que nos haga suponer cosas erradas de la enseñanza; no es tener un diploma
lo que importa sino prepararse para ser mejor persona y un trabajador más útil
y capaz en el proceso de generación de riqueza. Un
título suele mutilar a personas que podrían seguir aprendiendo. Muchos se conforman con eso porque esa es una
medida límite que ya nadie les puede quitar aunque se olviden de casi todo lo
que aprendieron. Los títulos suelen ser el broquel de la gente anodina. Esos que no nos dicen su nombre si no le
anteponen el Doctor, Licenciado, Máster o lo que sea. Sin ellos se sienten desamparados.
La
Escuela Moderna debe ser interminable, permanente, ilimitada en sus alcances,
soñadora. Pero sobre todo, debe ser popular,
democrática, humilde, fraternal e igualitaria en el buen sentido. Las universidades modernas han perdido esa
visión y se dedican a producir profesionales
ávidos de riqueza; individuos que perdieron la noción de que son miembros
de la sociedad a la cual solo miran como una presa para ser devorada. Son
depredadores miembros de una elite que se ha separado de la matriz que los
formó e hizo posible sus logros a nivel personal. Las universidades privadas son cubiles en donde se
amamantan a los futuros parásitos de la sociedad. Y las públicas se han plegado a esta política por
razones obvias: no pueden ni deben ser
competencia de la empresa privada.
Por eso se han encarecido y
se convirtieron en inaccesibles para la gente pobre y marginal, que constituye las
enormes masas de la población latinoamericana.
Para asistir a la “U” hay que
vivir en las grandes ciudades que justifiquen la inversión del “negocio de la educación superior”. Muchas incluso son transnacionales. Así que para que estas continúen siendo un business
rentable, obligan a los gobiernos a encarecer las universidades
públicas, con lo cual les cierran las posibilidades de estudio a las
mayorías. Sería bueno que alguien nos explicara por qué cobran las universidades públicas. ¿No deberían ser gratis? ¿No se financian con los impuestos que todos
pagamos?
La
Escuela Moderna NO debe dejar por
fuera a ninguno de los componentes de la población, incluyendo a los
viejos. Si un hombre de 20 años no ha
aprobado la primaria ¿por qué se ha de considerar como caso perdido y condenado para siempre a los
trabajos de peor categoría? Lo mismo
sería si tiene 30, 40, 50 ó 60 años.
Siempre puede ser animado e incorporado al Sistema de Educación Pública Permanente. ¿Cómo?
Mediante premios monetarios. Si no ha aprobado la primaria, gana 100
pesos; si la aprueba, gana 125; si es bachiller, devenga 175. Ese es uno del número infinito de estímulos
que el Estado debe crear para que todo ciudadano entre en el Sistema. Que un hombre de cincuenta años entienda que
siempre puede estudiar desde su casa, en su tiempo libre, sin exponerse a la “vergüenza”
de asistir a un aula con gente joven.
Que se entere de que puede convertirse en bachiller en dos, tres, cuatro
o cinco años y recibir su diploma, sin importar que tan solo sea para ir a
enseñárselo a san Pedro, como me dijo una simpática y pícara amiga cuando le
conté que estaba estudiando computación.
(Chiste político: “Nos preocupa la atención médica del pueblo”)
Las
universidades del Estado deben ser prácticas y gratis, pues todos las mantenemos con nuestros impuestos, como a
todas las ramas del Gobierno. No deben prestarse para hacerle el juego a
la empresa privada de la educación, negocio archimillonario que limita y anula
las posibilidades escolares de la “gente marginal”. El negocio de la educación privada es
idéntico al modelo de la BANCA PRIVADA:
se cobran altísimos intereses en la Banca
Nacional, para que los banqueros privados puedan hacer lo mismo “legalmente”. Triquiñuelas que se arreglan políticamente, como
lo hemos denunciado en esta “Chispa”
desde hace años, desde que iniciaron la criminal DEVALUACIÓN. La UNED
no tiene por qué ser tan cara. Es
una universidad que debe ser absolutamente gratis. No hay razón alguna para que cobre un centavo
a sus alumnos. Más bien debería ser el
eje sobre el cual comience a pivotar el Sistema
de Educación Pública Estatal. Tiene
la experiencia y el personal; solo debe despojarse de la arrogancia y las ideas
exclusivistas de universidad privada que ya empiezan a sentirse en su
campus.
El Sistema debe ser ecuménico, y los que lo
dirijan tendrán que olvidarse del cuello blanco y ponerse el overol; deberán renunciar
a toda prepotencia y entender que no son dioses olímpicos sino ciudadanos
comprometidos con una Patria futura mejor.
Con la mayor igualdad posible para todos sus ciudadanos, y la cual
comienza con el derecho a EDUCARSE
hasta donde la propia capacidad lo permita, sin límites ni barreras
artificiales o económicas. Y eso incluyo
a TODOS los ciudadanos, de TODAS las edades.
Viejescamente (¿Cómo funciona esto en su país? ¿Hay oportunidades reales?)
Ricardo Izaguirre S. E-mail: rhizaguirre@gmail.com
PUBLICIDAD: Les recomiendo la lectura de mi libro “EL ANÁLISIS”, de
venta en la Universal, Aristos, Barrabás, Juricentro y casi todas las buenas
librerías del país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario