10 “LA CHISPA”
LEMA: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
RÉQUIEM PARA UN PARQUE
Después de cuatro, cinco o
quién sabe cuántas administraciones, al fin están a punto de terminar de
construir los novecientos metritos de carretera que atraviesan el Parque de la Paz.
Por dicha, pues así se podrá descongestionar un poco
el ya colapsado tránsito automovilístico de esa parte de la ciudad. ¡Enhorabuena!
Pero, ¿qué hay de los peatones y de los visitantes del Parque? ¿Esos no cuentan para los ingenieros y
arquitectos que “diseñaron” ese proyecto?
¿O simplemente es que estos les importan un chayote? Incluso la persona más simple sabe que todo
proyecto vial debe ser orgánico, integral y, sobre todo, “HUMANIZADO”. ¿Qué clase de ingenieros tuvieron a su cargo
ese proyecto? Ni siquiera en los Estados
Unidos, que es una sociedad absolutamente motorizada, se dejan por fuera
ciertas consideraciones en cuanto al derecho peatonal. Pero en esos novecientos “metritos” del
Parque de la Paz,
se violaron todas las reglas imaginables e inimaginables de la planificación
urbana moderna y, ergonómica, como
suele decirse para estar “a la moda”. La
torpeza del diseño y la desconsideración total por los derechos peatonales, es
la nota sobresaliente de ese pedacito de carretera. Eso sin contar el criminal tajo que hicieron
entre esa área de esparcimiento, y la colonia de multifamiliares y barrios que
hay en el costado oeste de la vía; porque cuando esa carretera esté abierta,
con el tránsito endemoniado que tendrá, será imposible que los residentes del
lado oeste puedan visitar el parque sin poner en riesgo sus vidas. O tendrán que ir a dar vuelta hasta la pista
de circunvalación. Allí donde hicieron
lo que parece ser una parada de buses, debieron dejar un túnel peatonal para
que niños y adultos pudieran pasar sin peligro, por debajo del tráfago
vehicular. Eso es cuestión de simple
sentido común… pero se gastaban unos cuantos centavos más…y los peatones “no
valen la pena”.
En
ese sector había cuatro o más canchas de fútbol; ahora con dificultad se podrán
habilitar dos, pues no solo es el espacio que les cortaron, sino que en el
medio de lo que queda, dejaron dos horribles tragantes de agua o lo que sea,
que hacen imposible la práctica de ese deporte, a menos que se considere a esos
bloques de concreto como parte del paisaje o defensas del equipo
contrario. Es decir, a los contratistas
del proyecto lo único que les interesaba era terminar su pedacito de carretera,
sin importarles todo el daño urbanístico que pudieran hacer con los disparates
viales que allí hicieron. Arruinar el
parque y sus canchas es lo de menos; la cosa es que los carros pasen, sin que
interese lo demás, es decir, los seres humanos de a pie.
Un usuario de ese parque, un
caminante como yo, me dijo que ante unas observaciones que él le había hecho a
uno de los ingenieros del fatal proyecto del Parque de la Paz, este le había contestado
la siguiente filigrana lógica y de consideración al transeúnte de a pie: “esa
es una calle para que pasen automóviles y no peatones” Quiero creer que se trata de una broma de ese
señor, pues no puedo concebir a un profesional de esa disciplina, dando una
respuesta tan estúpida que no solo demostraría su ignorancia absoluta ante lo
que es la esencia de la planificación urbana, sino de su falta de sensibilidad
ante un problema humano. Los vehículos
en general, son un medio y no un fin.
Así que una urbe no se diseña para ellos, sino, principalmente, para los
seres humanos que viven en ella; y, dentro de esta consideración primaria, se
estiman y valoran aquellas que son accesorias y complementarias a esa comodidad
y confort que el individuo debe sentir en lo que es su hábitat. Una ciudad agresiva
en contra del ser humano, es la negación de ese objetivo supremo que debe ser
el trasfondo de toda obra de ingeniería, que se realice en cualquier comunidad
formada por personas. El Hombre debe ser
el objetivo único de toda empresa vial; y en segundo lugar, los medios que este
utilice para facilitarse la vida.
Estudiemos
solo una parte del proyecto: desde el puente sobre la pista de circunvalación,
hasta el entronque con la calle vieja que pasa enfrente del colegio
Seminario. Veamos todas las torpezas que
allí se hicieron, las cuales nos hacen pensar que esa obra no se “proyectó”,
sino que fue el resultado de una retahíla de ocurrencias que se iban
improvisando sobre la marcha; y de una serie de retoques finales que se
hicieron a conveniencia de quién sabe quién.
Talvez el Mega Súper, entre otros.
Ese puente que pasa sobre la pista, debió tener una extensión marginal
para el cruce de peatones, es decir, fuera de la baranda o muro de
protección. No puede ni debe ser que en
un proyecto urbanístico, se ignore por completo los derechos y seguridad de los
peatones, pues estos también pagan sus respectivos impuestos con los que se
realizan esas obras. TODOS pagamos los
impuestos con los que hicieron ese pedacito
de carretera, y no solo los que tienen carro. Así que ¿por qué no nos tomaron en cuenta en
esa vía puenteril?
Tantos adefesios hay en esos
novecientos metritos de carretera, que parece fueron el resultado de un
intencional y malévolo proyecto para afear el Parque de la Paz.
Observen la acera del lado este, entre el puente
principal y el que queda detrás del Seminario.
La acera que pudo ser un hermoso paseo peatonal de unos dos o tres
metros de ancho, adornado de bancas cada cierto espacio, y con previsión de
áreas verdes para arbolitos decorativos, la convirtieron en un horrendo,
inexpresivo y feo bloque de concreto con una pendiente intratable. Y por si eso fuera poco, se les ocurre poner
una cerca de lata en medio de lo que pudo ser acera, es decir, esa defensa
metálica bien pudieron haberla puesto un metro más adentro, o al borde mismo de
la vía. ¿No es cierto? ¿En qué podía afectar eso? Después de todo, esa tapia de hojalata es
para impedir que los carros se salgan de la carretera. Pero allí no ha terminado la monstruosidad,
pues al llegar al otro puentecito sobre el río, la acera se va reduciendo hasta
que queda en unos cuarenta o cincuenta centímetros, que obligan al peatón a
pasar de perfil, para que los carros no se le lleven parte de su cuerpo. Allí la acera debió ser otro voladizo por
fuera del puente. Que no obligara a los
peatones al riego de tropezar en ese “paradero de cabro” que es la acerita
interna del puente, con el peligro de caer en la vía.
Esa acera externa debió ir a conectarse con la que
iría a la par de la tapia oeste del colegio Seminario. Pero si hasta allí el peatón es agredido por
esos absurdos urbanos, lo que sigue después del puente hasta la salida a la
calle vieja, es una auténtica pesadilla.
La “acera” que va paralela a esa tapia del colegio, forma un paisaje
verdaderamente surrealista, y el arquitecto o ingeniero que la diseñó,
debió ser alumno de Salvador Dalí, Pablo Picasso o André Breton. Es una joya del absurdo de la albañilería;
imposible de concebir, si no es con toda la mala intención de causar un impacto
visual severo y desconcertante al que la ve.
Esta “belleza” comienza con un
declive terrible de unos treinta y cinco grados de inclinación hacia una
insondable zanja que hay entre ella y la tapia del Seminario; luego, por arte
de magia, empieza a enderezarse formando algo así como la espiral del ADN,
hasta que la inclinación es desde el fondo de la acera hacia la calle y,
abruptamente, se topa con tres filas de canastas de piedras que parecen el
esbozo de una mastaba, o de las pirámides escalonadas de los mayas. Y allí ya no sabe uno qué hacer: si se
encarama en la plataforma cementada de las canastas, o se tira a la pura calle
en donde, inevitablemente, pondrá la vida en peligro por el tránsito endiablado
que va a circular por esa vía. Pero si
se va por encima de las canastas, a final de ellas no hay por donde bajarse y,
a menos que usted sea un atleta como Iván Pedroza, tendrá que devolverse hasta
la retorcida acera de caracol. Y a
partir de allí, arriesgar su vida como si esta nada valiera. Y dentro de ese desconcertante y caótico
paisaje de sueños de opio, está la inexplicable zanja que dejaron entre la
acera y el muro del Seminario. Esa
hendija es un verdadero enigma digno de la Esfinge, que bien pudieron haber rellenado aunque
solo fuera con tierra. ¡Ojalá que solo
sea temporal!
Pues bien, eso apenas es algo del
daño que le hicieron al Parque de la
Paz, y parte de las agresiones de las que convirtieron en
víctimas a los usuarios que, diariamente, caminamos por ese hasta hace poco,
agradable y seguro lugar; pues de ahora en adelante, correremos el riesgo de
ser atropellados en cualquier parte de esa zona. En una próxima “Chispa” continuaremos
haciendo observaciones sobre ese desconsiderado proyecto; pero por ahora,
queremos que los amables lectores de esta hojita, hagan la verificación de lo
que aquí hemos denunciado; y no solo eso, sino de aquellos detalles que por
falta de espacio, no hemos agregado por ahora.
Si le gustó el contenido de “La Chispa”, hágale las copias que quiera y
pueda, y repártalas entre sus amigos y vecinos. No sea indiferente ante los asuntos del
gobierno, QUE SON SUS ASUNTOS, pues en esa pasividad suya, se basan los
desmanes que comete la
Oligarquía y su monigote el gobierno.
Fraternalmente
Ricardo
Izaguirre S.
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs: La Chispa http://lachispa2010.blogspot.com/ con link a Librería en
Red
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