sábado, 12 de noviembre de 2011

10 Réquiem para un parque

10    “LA CHISPA”  

LEMA:    “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

RÉQUIEM PARA UN PARQUE

        Después de cuatro, cinco o quién sabe cuántas administraciones, al fin están a punto de terminar de construir los novecientos metritos de carretera que atraviesan el Parque de la Paz.  Por dicha, pues así se podrá descongestionar un poco el ya colapsado tránsito automovilístico de esa parte de la ciudad.  ¡Enhorabuena!  Pero, ¿qué hay de los peatones y de los visitantes del Parque?  ¿Esos no cuentan para los ingenieros y arquitectos que “diseñaron” ese proyecto?   ¿O simplemente es que estos les importan un chayote?  Incluso la persona más simple sabe que todo proyecto vial debe ser orgánico, integral y, sobre todo, “HUMANIZADO”.  ¿Qué clase de ingenieros tuvieron a su cargo ese proyecto?  Ni siquiera en los Estados Unidos, que es una sociedad absolutamente motorizada, se dejan por fuera ciertas consideraciones en cuanto al derecho peatonal.  Pero en esos novecientos “metritos” del Parque de la Paz, se violaron todas las reglas imaginables e inimaginables de la planificación urbana moderna y, ergonómica, como suele decirse para estar “a la moda”.  La torpeza del diseño y la desconsideración total por los derechos peatonales, es la nota sobresaliente de ese pedacito de carretera.  Eso sin contar el criminal tajo que hicieron entre esa área de esparcimiento, y la colonia de multifamiliares y barrios que hay en el costado oeste de la vía; porque cuando esa carretera esté abierta, con el tránsito endemoniado que tendrá, será imposible que los residentes del lado oeste puedan visitar el parque sin poner en riesgo sus vidas.  O tendrán que ir a dar vuelta hasta la pista de circunvalación.  Allí donde hicieron lo que parece ser una parada de buses, debieron dejar un túnel peatonal para que niños y adultos pudieran pasar sin peligro, por debajo del tráfago vehicular.  Eso es cuestión de simple sentido común… pero se gastaban unos cuantos centavos más…y los peatones “no valen la pena”.
            En ese sector había cuatro o más canchas de fútbol; ahora con dificultad se podrán habilitar dos, pues no solo es el espacio que les cortaron, sino que en el medio de lo que queda, dejaron dos horribles tragantes de agua o lo que sea, que hacen imposible la práctica de ese deporte, a menos que se considere a esos bloques de concreto como parte del paisaje o defensas del equipo contrario.  Es decir, a los contratistas del proyecto lo único que les interesaba era terminar su pedacito de carretera, sin importarles todo el daño urbanístico que pudieran hacer con los disparates viales que allí hicieron.  Arruinar el parque y sus canchas es lo de menos; la cosa es que los carros pasen, sin que interese lo demás, es decir, los seres humanos de a pie.                                                                                                                                        
Un usuario de ese parque, un caminante como yo, me dijo que ante unas observaciones que él le había hecho a uno de los ingenieros del fatal proyecto del Parque de la Paz, este le había contestado la siguiente filigrana lógica y de consideración al transeúnte de a pie:  “esa es una calle para que pasen automóviles y no peatones”   Quiero creer que se trata de una broma de ese señor, pues no puedo concebir a un profesional de esa disciplina, dando una respuesta tan estúpida que no solo demostraría su ignorancia absoluta ante lo que es la esencia de la planificación urbana, sino de su falta de sensibilidad ante un problema humano.   Los vehículos en general, son un medio y no un fin.  Así que una urbe no se diseña para ellos, sino, principalmente, para los seres humanos que viven en ella; y, dentro de esta consideración primaria, se estiman y valoran aquellas que son accesorias y complementarias a esa comodidad y confort que el individuo debe sentir en lo que es su hábitat.  Una ciudad agresiva en contra del ser humano, es la negación de ese objetivo supremo que debe ser el trasfondo de toda obra de ingeniería, que se realice en cualquier comunidad formada por personas.  El Hombre debe ser el objetivo único de toda empresa vial; y en segundo lugar, los medios que este utilice para facilitarse la vida.
            Estudiemos solo una parte del proyecto: desde el puente sobre la pista de circunvalación, hasta el entronque con la calle vieja que pasa enfrente del colegio Seminario.  Veamos todas las torpezas que allí se hicieron, las cuales nos hacen pensar que esa obra no se “proyectó”, sino que fue el resultado de una retahíla de ocurrencias que se iban improvisando sobre la marcha; y de una serie de retoques finales que se hicieron a conveniencia de quién sabe quién.  Talvez el Mega Súper, entre otros.   Ese puente que pasa sobre la pista, debió tener una extensión marginal para el cruce de peatones, es decir, fuera de la baranda o muro de protección.   No puede ni debe ser que en un proyecto urbanístico, se ignore por completo los derechos y seguridad de los peatones, pues estos también pagan sus respectivos impuestos con los que se realizan esas obras.  TODOS pagamos los impuestos con los que hicieron ese pedacito de carretera, y no solo los que tienen carro.  Así que ¿por qué no nos tomaron en cuenta en esa vía puenteril?
            Tantos adefesios hay en esos novecientos metritos de carretera, que parece fueron el resultado de un intencional y malévolo proyecto para afear el Parque de la Paz.  Observen la acera del lado este, entre el puente principal y el que queda detrás del Seminario.   La acera que pudo ser un hermoso paseo peatonal de unos dos o tres metros de ancho, adornado de bancas cada cierto espacio, y con previsión de áreas verdes para arbolitos decorativos, la convirtieron en un horrendo, inexpresivo y feo bloque de concreto con una pendiente intratable.  Y por si eso fuera poco, se les ocurre poner una cerca de lata en medio de lo que pudo ser acera, es decir, esa defensa metálica bien pudieron haberla puesto un metro más adentro, o al borde mismo de la vía.  ¿No es cierto?  ¿En qué podía afectar eso?  Después de todo, esa tapia de hojalata es para impedir que los carros se salgan de la carretera.  Pero allí no ha terminado la monstruosidad, pues al llegar al otro puentecito sobre el río, la acera se va reduciendo hasta que queda en unos cuarenta o cincuenta centímetros, que obligan al peatón a pasar de perfil, para que los carros no se le lleven parte de su cuerpo.  Allí la acera debió ser otro voladizo por fuera del puente.  Que no obligara a los peatones al riego de tropezar en ese “paradero de cabro” que es la acerita interna del puente, con el peligro de caer en la vía.                                                                                                                 
Esa acera externa debió ir a conectarse con la que iría a la par de la tapia oeste del colegio Seminario.   Pero si hasta allí el peatón es agredido por esos absurdos urbanos, lo que sigue después del puente hasta la salida a la calle vieja, es una auténtica pesadilla.   La “acera” que va paralela a esa tapia del colegio, forma un paisaje verdaderamente surrealista, y el arquitecto o ingeniero que la diseñó, debió ser alumno de Salvador Dalí, Pablo Picasso o André Breton.  Es una joya del absurdo de la albañilería; imposible de concebir, si no es con toda la mala intención de causar un impacto visual severo y desconcertante al que la ve.  Esta “belleza” comienza con un declive terrible de unos treinta y cinco grados de inclinación hacia una insondable zanja que hay entre ella y la tapia del Seminario; luego, por arte de magia, empieza a enderezarse formando algo así como la espiral del ADN, hasta que la inclinación es desde el fondo de la acera hacia la calle y, abruptamente, se topa con tres filas de canastas de piedras que parecen el esbozo de una mastaba, o de las pirámides escalonadas de los mayas.  Y allí ya no sabe uno qué hacer: si se encarama en la plataforma cementada de las canastas, o se tira a la pura calle en donde, inevitablemente, pondrá la vida en peligro por el tránsito endiablado que va a circular por esa vía.  Pero si se va por encima de las canastas, a final de ellas no hay por donde bajarse y, a menos que usted sea un atleta como Iván Pedroza, tendrá que devolverse hasta la retorcida acera de caracol.  Y a partir de allí, arriesgar su vida como si esta nada valiera.   Y dentro de ese desconcertante y caótico paisaje de sueños de opio, está la inexplicable zanja que dejaron entre la acera y el muro del Seminario.  Esa hendija es un verdadero enigma digno de la Esfinge, que bien pudieron haber rellenado aunque solo fuera con tierra.  ¡Ojalá que solo sea temporal!
            Pues bien, eso apenas es algo del daño que le hicieron al Parque de la Paz, y parte de las agresiones de las que convirtieron en víctimas a los usuarios que, diariamente, caminamos por ese hasta hace poco, agradable y seguro lugar; pues de ahora en adelante, correremos el riesgo de ser atropellados en cualquier parte de esa zona.   En una próxima “Chispa” continuaremos haciendo observaciones sobre ese desconsiderado proyecto; pero por ahora, queremos que los amables lectores de esta hojita, hagan la verificación de lo que aquí hemos denunciado; y no solo eso, sino de aquellos detalles que por falta de espacio, no hemos agregado por ahora.
            Si le gustó el contenido de “La Chispa”, hágale las copias que quiera y pueda, y repártalas entre sus amigos y vecinos.   No sea indiferente ante los asuntos del gobierno, QUE SON SUS ASUNTOS, pues en esa pasividad suya, se basan los desmanes que comete la Oligarquía y su monigote el gobierno. 
                                              
Fraternalmente

                                                                       Ricardo Izaguirre S.

E-mail:                          rhizaguirre@gmail.com

Blogs:     La Chispa              http://lachispa2010.blogspot.com/   con link a            Librería en Red

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