sábado, 7 de mayo de 2011

926 Tomar decisiones


926    LA CHISPA        (4 mayo 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA TOMA DE DECISIONES
            No, no se trata de escogencias de mercadotecnia o empresariales, sino de las más simples y complejas a la vez: las de nuestras vidas.  Aquellas que rehuimos en forma tan diligente a lo largo del tiempo.  Esas decisiones que SABEMOS son obligatorias y que NO deberíamos aplazar abroquelados en el escudo de la indolencia, el engañoso “mañana”, o la certeza de que no importa diferirlas para un tiempo más propicio… en el futuro.   Diariamente tomamos decisiones sobre idioteces que en realidad nada importan, pero sobre lo más importante que es nuestra existencia, dejamos la tarea pendiente… para mañana… todos los días.   Y por eso nuestras vidas se convierten en madejas con infinidad de hilos sueltos, con infinito número de tareas sin concluir; en una sensación general de que todo está incompleto, de que no hemos realizado la gran obra que nos correspondía.    Que el resumen de nuestro inventario es un vacío enorme.
            ¿Por qué NO tomamos las medidas adecuadas y sensatas?   Las que eran obvias, como es casi todo en la vida.   ¿Por qué permitimos que otros lo hicieran por nosotros y nos dejamos arrastrar por la corriente de la indolencia?   Quizás hagamos esto debido a una actitud derrotista interna, la cual nos sirve como justificación a nuestros fracasos personales; o bien, como una excusa para tener a quien culpar de nuestros errores.  Véase que todas las ofertas que nos plantea la vida, se dan porque las buscamos (incluso, muchos de los accidentes físicos), y siempre vienen acompañadas de las correspondientes soluciones.  Es un hecho que todos los problemas vienen con sus respuestas, buenas y malas.  Así que el dilema NO está en los desafíos sino en la actitud que tomemos ante ellos, en la escogencia que hagamos.  Revisen cualquier decisión importante que hayan tomado hace cinco, diez o quince años (ya sin las emociones del momento) y estudien cuál hubiera sido la mejor elección.  Verán que salta a la vista con una simpleza abrumadora.  Y eso nos avergüenza.
            ¿Es solo el factor emocional el que nos lleva a las malas escogencias?  El marido o la esposa que escogimos puede que no haya sido la mejor; pero eso debió ser notorio siempre, y no son necesarios diez o veinte años para conocer a nuestra pareja.  ¿O esto solo es un pretexto más?  Entonces, ¿por qué elegimos a esa persona que, a la luz de un análisis elemental, no era la que nos convenía?   ¿Por qué no estudiamos esto o aquello, o por qué estudiamos y no nos dedicamos a vagar por todo el mundo?  Y más importante todavía que el error es la corrección de este, lo cual nos lleva a otra decisión que NO TOMAMOS a tiempo: cortar los lazos que nos unen a gente o situaciones que no nos convienen.  Pero resulta que en el ínterin del mientras tanto, nacieron hijos, que son otra clase de enredo que no es fácil evadir.  Entonces la toma de decisiones se hace más compleja, más dramática e involucra sentimientos más profundos y encontrados.  El aspecto sentimentaloide aflora y nos abandonamos a nuestro destino, que tampoco sabemos qué cosa es.  Nos resignamos a sufrir al mismo marido o esposa, y bajo el pretexto de los hijos, renunciamos a la vida. 
            Las emociones (enamoramiento y otros) son culpables de muchos errores de escogencia, pero no de la persistencia de la conducta errada; podemos casarnos “locos” de amor, pero ese estado de demencia es temporal y el raciocinio retorna para señalarnos lo correcto.  Entonces ¿por qué persistimos?  ¿Por qué no nos tomamos el tiempo necesario para REFLEXIONAR?  ¿Por qué las personas se precipitan a tener hijos que los comprometerán de por vida?  ¿Por qué NO tomamos las rutas adecuadas, que siempre están a la vista?  ¿Es solo una cuestión cultural propia de chinos, árabes, negros y latinos?  ¿Por qué permitimos que en nuestras vidas prevalezcan situaciones nocivas o enfermizas, que podríamos resolver en un instante con solo tomar una DECISIÓN?  Soportamos gente, cosas, situaciones, relaciones sociales y laborales que nos causan angustia; callamos cuando tenemos que hablar, damos la vuelta cuando debemos encarar, disimulamos cuando deberíamos luchar.   Somos ciudadanos dóciles, amaestrados para soportar de todo, como si la infelicidad fuera una obligación humana, una fatalidad inevitable.  Elegir es incómodo, a veces doloroso, pero siempre conduce a la liberación, a situaciones diferentes que al principio pueden parecernos desagradables, pero que a la larga resultan placenteras. 
            La incapacidad o limitación para solucionar es cuestión de CARÁCTER.  Si lo tenemos, es probable que cometamos muchos errores, pero al final, el balance será positivo; pero si somos pusilánimes, toda nuestra vida será un calvario de remordimientos acumulados, de frustraciones cotidianas, de odios y resentimientos disimulados.  De tolerancia negativa.  De apaciguamiento sin sentido ante los abusos de los demás: maridos, esposas, hijos, jefes, políticos, amigos, familiares y todos los que nos rodean.  No decirle al hermano que nos visita que su hijo es un malcriado NO es tolerancia sino falta de carácter.  El deseo “de agradar a los demás” nos conduce a posponer nuestros intereses y adoptar posiciones serviles que, posteriormente, nos martirizan y nos crean esa carga de arrepentimientos y emociones contrapuestas.   ¿Por qué somos incapaces de decirle a alguien que estamos hartos de su presencia?  Y más fácil aún ¿por qué no nos largamos cuando todavía estamos a tiempo de un nuevo comienzo, con otras personas, en otro sitio? 
            Nos entrenamos con facilidad para tomar decisiones empresariales, pero somos nulos en aplicar esa técnica a nuestras vidas.  Ni siquiera por nuestra supervivencia emocional, afectiva o física.  Vivimos “agachándonos” y permitiendo que otros decidan por nosotros.  Y lo que es peor, dejamos que personas inútiles e idiotas lo hagan.   Tómese un buen tiempo para REFLEXIONAR profundamente sobre este tema.  Sin pelear, culpar, contradecir, justificar, admitir o condenarse.  De manera tolerante, abierta y honesta.  Piense en su vida como consecuencia de las elecciones (buenas o malas) que hizo; y medite en lo que hubiera sido su destino si hubiera hecho las escogencias correctas, las que eran obvias, una vez despejada la madeja de las emociones populacheras con las que se justificó en aquel tiempo.   Puede ser entretenido o agrio… pero útil.
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.                  E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:       La Chispa              http://lachispa2010.blogspot.com/      con link a           Librería en Red
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