martes, 24 de mayo de 2011

928 Sexualización del ser humano


928    LA CHISPA    (11 mayo 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA SEXUALIZACIÓN DEL SER HUMANO
            El sexo es una fuerza arrolladora y casi incontrolable en el ser humano, pues es nada menos que el mandato de la Naturaleza para la supervivencia de las especies.  Hay mecanismos atávicos tan poderosos que aún siguen tan primitivos y dominantes en el hombre moderno, como lo fueron en los atlantes o los lemurianos.  La selección sexual en la hembra humana actual es tan ciega y exigente como la de las demás hembras de todas las especies.  Se rige por los mismos principios básicos.  Aparte de las condiciones impuestas por la sociedad, la selección sexual no ha variado en millones de años; las hembras continúan escogiendo a sus parejas (de manera natural) guiadas por las mismas directrices que garantizan la reproducción de los mejores. De “los más carga”. Es cierto que la sociedad ha introducido notorias variantes (conveniencia, seguridad económica etc.), pero en la base de la escogencia de parejas, siempre prevalece esa misteriosa fuerza irrefrenable que determina “el gusto”. ¿Por qué este y no aquel?  Nadie lo sabe.  Pero hay algo que sí lo sabe.   Así, pues, cuando consideramos la sexualidad, no debemos verla como una simple manía, vicio, tendencia enfermiza y corrupta; ni siquiera como algo controlable que podemos poner bajo el dominio de nuestra voluntad.  Ni la religión puede hacerlo.
            No es correcta la decisión de considerar al ser humano como una criatura sexualista nada más; es cierto que es un ser bajo el dominio de este poder, pero el hombre es mucho más que eso, y sus tendencias hacia el sexo NO DEBERÍN hacer que se le catalogue por ese único factor.  Incluso los tipos más mujeriegos presentan caracteres mucho más relevantes y útiles que sus inclinaciones eróticas.  Un buen médico, maestro, sacerdote, obrero, padre de familia, policía o lo que sea, no deja de ser una valiosa persona solo porque sus hábitos sexuales sean muy pronunciados o explícitos.  Y en esto, es necesario que pongamos la cuestión muy en claro.  Aparte de los santos y seres superiores (se supone) TODOS los hombres (jóvenes y viejos) somos inclinados al sexo, aunque solo sea de forma mental.  Ni siquiera importa la impotencia ni el llamado a reposo que la vida les hace a los ancianos, para que estos continúen soñando con adorables y tiernas criaturas desnudas.  Y sin llegar a los extremos que señaló Freud, la verdad es que el sexo acapara un enorme espacio del pensamiento y actitudes de los seres humanos. 
            Otro asunto que debemos considerar es la “satanización” que del sexo han hecho las religiones.  Sin razón alguna, y contrariando todos los principios de la Naturaleza, aquellas han hecho una generalización maliciosa sobre todo lo que tiene que ver con la sexualidad humana; y con el mito más absurdo, la virginidad, han pretendido que, por contraposición a ese estado de santidad, todo lo que huele a sexo es malo, pecaminoso y prohibido por Yavé (no Dios), a pesar de que este mismo lo consignó como obligación en uno de sus mandamientos.  Este enfoque religiosista del sexo ha sido la causa de innumerables daños sociales producto de este fanatismo tan tonto.  Este fetiche fue la causa, durante siglos, del menosprecio que sufrieron infinidad de mujeres por el hecho de no ser vírgenes antes del matrimonio.  La pérdida de la virginidad (sin matrimonio) fue el peor estigma que debieron enfrentar legiones de mujeres durante toda la historia.  Pero el hombre y la mujer son mucho más que su aspecto sexual.  La Divina Elizabeth Taylor se casó más de cien veces, pero eso no le quita su condición de mujer filantrópica, sensible, dedicada y fiel amiga.  Se dice que Besluco es un lujurioso que tiene cientos de queridas, pero eso no anula su condición de gran financiero y político.  Las conocidas (y casi siempre exageradas) tendencias sexuales de alguien, no deberían ser motivo para desviar la atención acerca de las virtudes que acompañan a los seres humanos, pues todos tenemos diversos vicios (incluyendo el sexual), que nos hacen caer en todas las categorías malignas que la sociedad ha creado.
            Podemos ser glotones, envidiosos, maliciosos, calumniadores, dipsómanos, codiciosos y traidores, pero ninguno de estos defectos (peores que el sexualismo) nos trae tan mala fama y razones para ser despreciados.  Michael Jackson era una bellísima persona como filántropo, pero bastó que enlodaran su nombre con cuestiones sexuales, para que mucho de lo bueno que hizo por decenas de niños, fuera lanzado al cesto de la basura, del olvido.  ¿Por qué, entonces, se vulgariza tanto una condición que es inherente a TODOS los seres humanos, aunque muchos lo disimulen admirablemente?  ¿Está el pecado en el escándalo?  El mito de la Virgen (mito cosmogónico que nada tiene que ver con una mujer de carne) y las malas interpretaciones de las religiones, dieron paso a todos los disparates que sobre la sexualidad hemos desarrollado los occidentales.  Y aunque ya hemos superado lo más brutal y grosero, todavía la sexualidad sigue teniendo el carácter de mácula.  Ser puta o perro (en el criterio de los demás), faculta a cualquier desgraciado a demeritar a la persona a quien le han colgado esa etiqueta.  Todavía continúa siendo temible el calificativo de “sexualista”.
            ¿Será por eso que al dios de la Biblia se le considera como un célibe empedernido?  ¿Será por eso que a los dioses griegos se les ve con menosprecio, a pesar de su grandeza?  Esos prejuicios surgidos de religiones cavernícolas, dieron origen a la desvalorización de una de las funciones más importantes de la vida: las relaciones sexuales.  No en balde la Naturaleza ha creado infinidad de trucos para que las especies se entreguen al sexo, aun cuando esto pueda ocasionarles la muerte.  El macho de la mantis religiosa es devorado por ella después del coito.  ¿Lo sabrá él de antemano?  Talvez sí… quizás no, pero el embrujo de la sexualidad es tan poderoso que llega a anular incluso el instinto de supervivencia, con lo cual se nos aclara la fuerza de este imperativo biológico.  Y hombres y mujeres ¿qué locuras no hacemos por un divino encuentro sexual?  Aunque lo maticemos con las fórmulas sociales del Amor, la verdad es que se trata de sexo.  Del llamado de la especie, que está por encima de la prudencia, a veces del decoro, sentido común y las claras advertencias del peligro.  El sexo es la magia que mueve al mundo, que abre puertas, que nos vuelve locos, imprudentes, arrastrados, tercos y más majaderos que un zancudo. Nunca deberíamos ver ese lado humano como la totalidad del ser, pero tampoco creamos que es solo una molestia controlable que podemos dominar a placer.  ¡No nos engañemos!
            Sexualescamente
                                    Ricardo Izaguirre S.          E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
Blogs:      La Chispa            http://lachispa2010.blogspot.com/     con link a            Librería en Red
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