jueves, 19 de mayo de 2011

600 Los partidos políticos


600    LA CHISPA         (13 marzo 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DEMOCRACIA SECUESTRADA: LOS PARTIDOS POLÍTICOS
            Debemos recalcar algunas cosas más sobre los partidos.  Lo primero que debemos saber es que NO son populares, aunque traten y logren crear esa imagen.  Son empresas capitalistas para embaucar tontos y asegurarse el Poder y todo lo que de este deriva.  Lo demás es cuento para incautos.  Por medio de estas herramientas las Oligarquías no solo obtienen y conservan el Poder, sino que hacen enormes ganancias mediante todos los mecanismos colaterales; como el dinero que los “gobiernos” (el pueblo) les otorgan para los gastos de las campañas.  Estas empresas comerciales abarcan una infinidad de vías mediante las cuales la CAMAROCRACIA obtiene ingentes ganancias de dinero que sale de la gente más pobre y humilde.  Los partidos son instrumentos de control y manipulación de la voluntad de los ciudadanos; de las pasiones de la gente promedio que no entiende el trasfondo de estos y que cree que sus dirigentes son buenos y están en contra de los “malos”, de los comunistas y en pro de la justicia; que son gente que se preocupa por ellos y que resolverá los problemas tradicionales de los humildes: trabajo, casa, comida, alquileres, salud, educación y todo aquello que constituye la materia prima con la cual los políticos bordan todo tipo de fantasías.
            Vean que los grupos auténticamente populares NO FORMAN PARTIDOS.  ¿Y por qué?  Porque NO pueden.  Crear un partido es una empresa que requiere un gran capital.  Algo así como inaugurar una cadena de súper mercados o gasolineras.  Y ¿quiénes son los que pueden hacerlo?  Pues los miembros de las Oligarquías.  Y como bien sabemos, estos no lo hacen por que sean filántropos o estén interesados en la democracia, el idealismo y otras monsergas con las cuales se idiotiza a los pueblos.  Los capitalistas forman los partidos con la misma intención con la cual manejan sus empresas: hacer dinero.  Todo lo demás es materia propagandística para bobos.   Se forman partidos para participar directamente en la obtención de una cuota de Poder; además, para garantizar la continuidad del modelo social que tantos beneficios les ha rendido desde que lo pusieron en funcionamiento.  La política es un brillante NEGOCIO del cual se derivan todas las ventajas para unos pocos que están en capacidad de financiar su arranque y conservación.  ¿Y por qué no hay más partidos?  Porque resulta innecesario y es una mala inversión desviar fondos hacia empresitas pequeñas que no tienen ninguna posibilidad de triunfo o de arraigo popular.  El bipartidismo parece ser la fórmula mágica bien probada y aprobada en la historia de las “democracias” americanas, lideradas por los Estados Unidos.
            El éxito de los partidos consiste en su capacidad de mimetizarse y hacer creer a las masas que ellos son sus representantes y el producto de su decisión política.  En ellos el ciudadano encuentra el estímulo y material para darle rienda suelta a sus pasiones, angustias, sueños y fantasías que se circunscriben  a cosas simples y cotidianas de poca monta.  En el partido le crean espejismos que lo hacen soñar con cambios, mejoría, seguridad y todas las maravillas que suelen salir de esas fábricas de ilusiones y mentiras.  Dentro del partido el hombre común se siente protegido, solidario y que comparte un destino común con hombres probos que están interesados en el bienestar del pueblo.  Ahí entra en confianza, lo tratan de “vos”, lo invitan a formar comisiones insignificantes.  Los candidatos lo tutean y le permiten que los trate de Rafailillo, Pepillo, Miguel Ángel u Osquillar.  Lo hacen sentirse en las nubes y se cree parte importante del partido.  Todo eso mientras no se den las “elecciones”, porque cuando esto pasa, las cosas cambian radicalmente y todo vuelve a su verdadero nivel, nada agradable para el “partidario”.  No más cafecitos ni invitaciones a las casas de los candidatos; no más bocadillos ni uso del sanitario de las residencias de los grandes.  De repente nadie lo conoce ni lo suma ni lo resta.  Terminó el “sueño democrático de camaradería”.  A partir de este momento, su condición de tonto útil terminó y deberá esperar otros cuatro años para que “su” partido lo vuelva a tomar en cuenta. 
            La argumentación es la misma: las mismas mentiras, promesas, discursos.  “Nosotros somos su mejor opción”, “Somos diferentes y representamos el cambio”, “Somos el futuro, estamos con el pueblo y el progreso en libertad y abundancia”, “Somos la alternativa del milenio”, “Representamos a los más pobres y necesitados”, “Somos la garantía de las oportunidades para la juventud”, “Lucharemos a brazo partido por la igualdad social y laboral de las mujeres”, “Nuestra mayor preocupación es la niñez y los ancianos”.   No varían, no cambian pues al fin de cuentas, el torneo electoral no es más que una competencia a ver quien promete más y logra calar con mayor profundidad en el gusto de los votantes.   Y aunque todos saben que todo es mentira, NADIE objeta ese juego tan costoso que solo lleva beneficios a las clases privilegiadas.  El pueblo suele ser una especie de gigantesco animal indolente al que nada parece importarle, y solo se despierta o incomoda cuando el látigo de la miseria revienta sobre su lomo.
            Eso todo el mundo lo sabe y solo es un recordatorio; pero de lo que debemos asegurarnos es de entender lo que son los partidos en realidad.  Son EMPRESAS COMERCIALES que juegan con sus sentimientos, pues no solo lo engañan sino que montan enormes negocios que solo benefician a la Oligarquía, la que siempre maneja el Poder.  Son organizaciones VERTICALES que sirven para ejercer el control político sobre las masas; un control tiránico que mantienen mediante diversos elementos de dominio social: prensa, radio, tele y todas las estructuras “educativas”.  Además, mediante la formulación de una maraña de leyes que imposibilitan incluso la libertad de expresar su inconformidad y poderle decir ladrón a un ladrón.   A un sinvergüenza que ha robado con impunidad bajo la protección del Estado, NO SE LE PUEDE DECIR LADRÓN.   Desde las Asambleas Legislativas, los partidos políticos se han asegurado de garantizar la impunidad de los miembros de la “clase dirigente”, los de arriba, los dueños de los partidos.  La joya de eso es la ley de “Punto Final”.
            Estimado conciudadano, si usted anda en busca de beneficios personales, métase a un partido y dedíquese a hacer proselitismo; esa es su voluntad y su derecho, pero si siente que tiene algún compromiso moral con su Patria, manténgase alejado de esa jauría de corruptos.   ¿Sucede lo mismo en su país?
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.      E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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