viernes, 20 de mayo de 2011

601 Hojarasca política


601   LA CHISPA     (14 marzo 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DEMOCRACIA SECUESTRADA: LA HOJARASCA POLÍTICA
            Dentro del arsenal de los partidos se encuentran algunas armas propagandísticas que, a fuerza de repetirlas, la gente se las ha llegado a creer y las consideran como “cuestión sagrada”.  Uno de esos conceptos que nadie sabe qué significa pero que merece solemne respeto por parte de la masa, es la cuestión de las “ideologías”.   Ante estas el ciudadano supone que se trata de cuestiones como el Bien y el Mal de las religiones.   Pero las ideologías políticas son pura caca.  Nada significan para los políticos, pues solo son el maquillaje que utilizan para mientras logran el voto de los tontos.  Una vez en el Poder, ningún partido se rige por ellas, pues estas no son más que parte de la hojarasca con la cual se nubla la visión y el razonamiento de los votantes.  Una vez arriba, el nuevo gobierno, que es el de siempre, continúa haciendo lo mismo: facilitando los negocios-tigre de las oligarquías y estrujando a las clases obreras.   El mismo esquema que no se altera por ninguna “ideología”.  ¿Qué diferencia hay entre la “Social democracia” y “El social-cristianismo” o el “liberacionismo”?  ¿Alguien lo sabe?  ¿Cuál es el cambio que representan para los pueblos?  NINGUNO.  Son puras palabras, basura que la gente se traga por ignorancia, indolencia o el “portamí”.
            Ningún partido político tiene la voluntad de hacer nada por el pueblo porque su compromiso no es con este sino con la burguesía.  Pueden hacer todo, pero no lo hacen.  La indolencia populachera es la miasma de la cual se nutre esa clase parasitaria, y por eso actúa impunemente y sin recelos.  La indiferencia y apatía de nuestros pueblos es la que crea las condiciones que facilitan su explotación.  Los políticos no quieren ni permiten CAMBIO alguno porque les da miedo.  Y aunque utilizan ese término como uno de los eslóganes favoritos de las campañas, en realidad le tienen pavor.  El CAMBIO es otro de los elementos del follaje político: todos lo ofrecen, todos lo ponderan, todos lo invocan, pero nadie lo realiza.  Ciudadano: observe la generosidad con la que utilizan ese término, como un estribillo, como la oferta de un juguete a un niño.  Pero la gran verdad es que ellos NO QUIEREN cambio alguno en la estructura con la cual se rigen las “democracias” de la América Latina.  En esta conducta NO hay excepción, aunque todos ellos dicen serlo.  “Nosotros somos la excepción y el cambio”.   ¿Les parece familiar? 
            Pero los pueblos no parecen entender.  O no quieren entender.  O simplemente tienen miedo al riesgo de lo que significan los cambios verdaderos.  Miedo a la libertad.  Temor a dejar la mano del amo.  La humareda política los ha alienado hasta el punto en que han llegado a creer otro de los mitos y dogmas inventados por la Oligarquía: la existencia de “la clase dirigente”.      El ciudadano cree que en realidad estos son los únicos que pueden ejercer el gobierno; que son unos privilegiados que tienen la exclusiva en el ejercicio del Poder.  Han aceptado, pasivamente, su castración política y la anulación de su potencial para ejercer la dirección de los asuntos del Estado, QUE SON SUS ASUNTOS, y han renunciado a esa posibilidad en beneficio de la auto nombrada “clase dirigente”.   Sin embargo, todo hombre, todo ciudadano ES CAPAZ y está OBLIGADO a ejercitar su derecho democrático inalienable y permanente.  Nadie puede ni debe renunciar a esa facultad inherente a la condición humana.  Pero la verborrea política les hace creer que eso es posible.  Usted entrega su soberanía a partir de la farsa de las elecciones (vote o no), y después de eso, no tiene derecho a nada.  La maquinaria del Estado (Oligarquía) se hace cargo de todo, y usted desaparece.  Y ese ha sido otro de los grandes trucos de la hojarasca política: hacerle creer al ciudadano que él puede renunciar a su soberanía a favor de un grupo de pillos políticos escogidos a sus espaldas por un grupo minoritario que controla el Poder.   ¿Y qué es el ciudadano sin esa cuota de soberanía a la que tiene derecho por mandato natural?  NADA.  Este fraude de la “democracia” consiste en hacer admitir a las personas que ellas renuncian y transmiten TODOS sus derechos, prerrogativas, beneficios y capacidad de decisión a unos cuantos bribones que, escudados detrás de otro de los grandes mitos del SISTEMA, estafan las ilusiones de los pueblos. 
            Pero la obra maestra de la dominación política es la cuestión del “ORDEN CONSTITUCIONAL”, frase sacrosanta con la que se intimida a todos los ciudadanos.  En nombre “del orden constitucional”, los gobiernos (oligarquías) atropellan a sus pueblos, asesinan, encarcelan, exilian, persiguen, angustian, torturan y someten al terrorismo a los seres humanos.  Cuando los pueblos protestan y se levantan en contra de las condiciones de explotación o maltrato al que son sometidos por las clases adineradas, de inmediato los gobiernos invocan el pretexto de “el orden constitucional” para preservar los privilegios de las clases pudientes.   Para mantener “el orden constitucional” se autorizan los atropellos, desalojos, expropiación a los campesinos, crímenes, encarcelamientos, garrotazos y balas en contra de la ciudadanía.   ¿Y qué diablos es el “orden constitucional” sino un conjunto de mandatos diseñados al gusto, conveniencia y beneficio exclusivo de la clase gobernante?   Pero en el “orden constitucional” NADA hay que obligue a los gobiernos con los pueblos; SOLO CON LOS RICOS.  Allí todo es en beneficio y protección de los intereses de estos, en especial, de ciertos principios que se consideran sagrados: la propiedad privada, la libertad de empresa, el libre comercio (abusos de precios), la libertad de prensa (oficialista) y la democracia formal. 
            ¡Oh Democracia, cuántos crímenes en contra de los pueblos, la libertad y la justicia se han cometido en nombre del “Orden Constitucional”!  La fanfarria política ha hecho creer a los ciudadanos que “el orden constitucional” es como el celestial, algo divino que está sobre los seres humanos.  Pero eso es una gran farsa.  Nada está por encima del hombre, y cualquier producto del convenio entre grupos, si es discriminatorio y establece injusticias, no tiene  por qué ser acatado.  El Orden Constitucional” es el arma del juicio final para asustar a los pueblos, pero nadie está obligado a obedecer mandatos lesivos a sus intereses y su dignidad; sobre todo, cuando su origen es espurio.   Si el orden constitucional es injusto y solo sirve para salvaguardar intereses de la Oligarquía, NADIE está obligado a respetarlo.    ¿Sucede esto en su país?
            Hojarasquescamente
                                             Ricardo Izaguirre S.      E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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