lunes, 2 de mayo de 2011

924 El ciudadano dócil


924    “LA CHISPA      (28 abril 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL CIUDADANO DÓCIL
            Ese siempre ha sido el gran objetivo de los “rectores” de la sociedad; pero, ¿qué es esta estructura, cómo opera y a favor de quién lo hace?  Como toda organización de poder, tiene sus directrices que apuntan hacia la conveniencia exclusiva de los grupos que lo detentan, aunque la maestría con la que ha sido diseñado el programa, ha logrado convencernos de que todos somos parte de ella; que tenemos alguna cuota de poder y que podemos influir en las decisiones que esta tome a través de sus organismos especializados (gobierno, religión, grupos varios).  Y dentro de este esquema general y casi idílico, la disidencia es el peor crimen que se puede cometer; el cuestionamiento a la “leyes sociales”, la tradición, las buenas costumbres o la forma cómo está repartida la riqueza y el poder, son violaciones intolerables que colocan al individuo transgresor en la posición de inadaptado, de resentido social, revolucionario, loco y majadero, cuando no de terrorista.  Se nos ha hecho creer que la sociedad tiene sus leyes naturales inamovibles, y que lo más que se puede hacer es intentar ciertos ajustes para hacer un poco aceptables esas normas tan poco equitativas.
            La sociedad no tolera a estos individuos a los cuales califica como perturbadores de la ley y el orden; y los mecanismos de domesticación  han sido tan eficaces que, incluso los que padecen el sistema, se convierten en enemigos y críticos del rebelde.  El irrespetuoso de las reglas sociales se convierte en un paria que no tiene cabida en ninguna parte; es alguien que se salió del libreto sagrado y tiene que ser corregido, reeducado o, en último caso, aislado o eliminado (en donde esto es habitual).  Las “reglas sociales” son sagradas y eternas, siempre han estado allí, en manos y a disposición de los que controlan el Estado.  De ellas se sacan las leyes penales, comerciales, sociales, políticas y todo lo que sirva al sistema y sus contralores.  Pero, ¿qué son las reglas sociales?  Un conjunto de disposiciones que solo tienen un fin: la “docilización” del individuo para convertirlo en un ente pasivo, respetuoso y obediente de la religión, Dios, las leyes y las buenas costumbres; en alguien que NO protesta por nada, que considera que todo es producto de la “voluntad divina”, del destino y de lo que él se merece por NO ser tan buen cristiano.  Por no ser buen ciudadano, de acuerdo con las normas establecidas y lo que el individuo cree de ellas. 
            Pero, ¿quiénes y cómo han creado este instrumento de dominación mental que luego se transformó en física?   Su inicio se remonta a lo más oscuro de la historia, a los líderes primitivos.  Son estos los que dieron origen a los “grupos de poder”.  Al principio fueron fraternales y tuvieron buenas intenciones; después, inventaron el asunto de los dioses, los profetas y las religiones para que el poder se afincara en algo permanente, eterno y de autoridad indiscutible.  Allí también nació la mancuerna entre el poder llamado temporal y el eterno (religión) y, desde entonces, ese ha sido el esquema de dominación social.  Es este núcleo de poder el que, a través de las edades, ha venido generando las reglas sociales cuyas consecuencias adecuadas solo tienen un beneficiario.  Fue a través de los guías espirituales que se empezó a crear la conciencia del DEBER, de la cual se deriva la conducta programada y útil a la sociedad, valga decir a sus dirigentes.  Qué es lícito hacer y qué no.  Qué conviene o no.  Qué aprueba Dios y qué no.  Qué va en contra de la sociedad y las buenas maneras.  Y esa conciencia del DEBER planificado por otros se convierte, por tradición y falta de raciocinio y reflexión, en el motor que mueve y dirige la conducta de los individuos hacia metas que solo son del interés de unos pocos.  Es un chip que le han implantado desde hace tanto tiempo, que ya se convirtió en genético, en heredable.  Si fue bien colocado, de acuerdo con las costumbres sociales de los hogares bien formados, actuará automáticamente cuando sea requerido. 
            Este método tiene poderosos gestores: el hogar, la iglesia, la crítica social, la escuela y, finalmente, las autoridades públicas con sus tribunales y castigos.  La conciencia del DEBER hace que los ciudadanos hagan con cierto placer, las cosas más desagradables, pues una vez que esta convicción se ha prendido correctamente en el sujeto, este se convierte en un ente manipulable mediante la infinidad de discursos que maneja “la sociedad”.  Ser respetuoso de las leyes y la Constitución (aunque estas lo jodan), ser buen ciudadano, trabajador, honesto (aunque los gobernantes roben a placer), buen padre-madre; ser pacífico (no protestar por los abusos del poder); creyente dispuesto a acatar las leyes y la voluntad de Dios (estar conforme, poner la otra mejilla, morirse de hambre sin protestar, porque en el cielo tendrá la recompensa).  Una vez firme la conciencia del DEBER, la sociedad puede estar segura de que esa persona es un ciudadano dócil, útil y manipulable.  Ya firme esta tendencia, es posible incluso la implantación de la difusa idea del “patriotismo”, la cual involucra la disposición de hacerse matar a cambio de nada.  O de discursos patrioteros.
            El ciudadano dócil es el gran sueño de la sociedad (grupos de poder), y para eso, dispone de eficientes mecanismos de domesticación, de los cuales el principal es la religión.  Luego se complementa esta discutible y sutil labor con la escuela en general.  Tan bien planificado es este adoctrinamiento, que ni siquiera sus propios ejecutores (pastores y maestros) comprenden a cabalidad el alcance final de su trabajo; ni en beneficio de quiénes se realiza.  La maestría del sistema consiste en que usted y yo,  de verdad llegamos a creer que las reglas sociales fueron creadas para el beneficio de TODOS y cada uno de los ciudadanos que la formamos.  En eso reside su éxito rotundo.  Tanto es así, que cualquiera que se sale del libreto, de inmediato se hace acreedor a todas las críticas imaginables; además, el sistema pone en acción los mecanismos punitivos ejemplarizantes para que nadie más se atreva a imitar al violador de los sagrados principios sobre los cuales se asiente la “paz social” de la que todos disfrutamosY lo más divertido es que todos lo creemos.  Si a un sindicalista alborotador lo garrotea la policía, lo meten a la cárcel, lo corren del trabajo y lo ponen en lista negra, todos nos alegramos y creemos que se lo tiene merecido.  El sistema NO PERMITE desviaciones de ninguna clase.  Y con el apoyo de “toda la sociedad”.     Tómense su tiempito para meditar sobre esto.
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.                  E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
Blogs:      La Chispa        http://lachispa2010.blogspot.com/    con link a       Librería en Red.
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