domingo, 29 de mayo de 2011

935 ¿Delito a porcentaje?


935    LA CHISPA       (20 mayo 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿DELITO A PORCENTAJE?        (Sala Cuarta)
            Cuando se hicieron los ajustes de Ley para controlar el alcoholismo en los choferes, pareció que el al fin los legisladores iban por buen camino en cuanto a combatir uno de los problemas más serios de criminalidad que hay en el país.  La masacre de las calles y carreteras de Costa Rica, producida por borrachos al volante, es algo aterrador; una tragedia que produce innumerables víctimas que llenan de dolor y vergüenza a esta sociedad.  No lo sé con exactitud, pero tengo entendido que ocupamos uno de los primeros lugares mundiales en este trágico y nada honorable “ranking”.  Pero después del alegrón de burros que nos produjo la ley, resulta que la perínclita Sala Cuarta, nos sale con la babosada de reducir el alcance de la severidad del delito, hasta convertirlo en una charlatanería más de las que forman el código penal.  Y todos nos preguntamos, abstemios y borrachos ¿cuál es el objetivo de la ley sino el de crear temor y respeto ante la posibilidad de determinados castigos?  Todos somos delincuentes potenciales que si no le tuviéramos miedo a la cárcel, cometeríamos todo tipo de fechorías.  Yo ya hubiera matado a un vecino que me cae recontra mal, le hubiera quebrado los vidrios a otro sujeto que también me cae requete mal.  Le hubiera dicho cuatro groserías a una vieja insolente que habla a gritos y pone la radio como si su casa fuera un burdel.  Pero está la policía, y detrás, la ley y la cárcel.  Y eso me hace ser un ciudadano “modelo”, respetuoso de los vidrios ajenos y del derecho que tiene esa señora para aturdirme con su radio.
            Ese DEBE ser el efecto de la ley para ser respetada: infundir miedo en el nivel más bajo de consciencia del individuo.  Y en el hombre correcto, un recordatorio serio acerca de su responsabilidad.  Si no es así, solo se trata de una farsa inútil para preservar el derecho que tienen a la vida los peatones y los conductores que acatan las ordenanzas del tránsito; porque, ¿de qué sirve que yo sea un buen chofer, respetuoso y alerta a las señales si hay cientos de desgraciados borrachos que manejan irresponsablemente?  Incluyendo a ese exdiputado que, en estado de ebriedad, mató a una persona.  ¿Cómo es posible que la ley permita el delito a porcentaje?  Es decir que, a sabiendas de que el licor altera la capacidad física para manejar (en cualquier cantidad) la ley permite que los choferes se traguen un poco de guaro y manejen.  Una especie de ruleta rusa pues nadie sabe a qué porcentaje de alcohol en la sangre equivale el número de tapis que se haya echado; y en esa incertidumbre, la mayoría termina por abusar, a sabiendas de que la ley es elástica y que las multas son ridículas, de acuerdo con la magnitud del riesgo que se corre al conducir en estado de ebriedad.  ¿Existe la figura jurídica del delito a porcentaje?
            La prohibición DEBE SER ABSOLUTA.  Cero alcohol al que maneja.  Esa alcahuetería de permitir que la persona se eche unos cuantos guarapetazos, es una complicidad criminal de los legisladores con el delincuente.  Estas prohibiciones deben ser totales.  ¿Se montaría usted en un avión si supiera que los pilotos están medio “alzados” con unas cuantas cervecitas en el buche?  ¿Confiaría usted su vida en manos de un aviador borracho?  Por hábil que sea el conductor, el guaro merma sus cualidades, respuestas y percepción del peligro; adormece sus reflejos y hace que, en lugar de él, tome el control el borracho autosuficiente y temerario.  ¿Sería permisible la violación si el violador solo introduce en la víctima el diez por ciento de su pene?  Conceder esa posibilidad de los porcentajes es una invitación al delito y no es válida ninguna explicación para justificar esa tolerancia criminal.  El hombre responsable NO TOMA del todo cuando va a manejar; pero el vicioso del guaro NO ES UNA PERSONA RESPONSABLE.  Es un enfermo al que hay que cerrarle todos los caminos porque, una vez que se toma un trago, es muy difícil que se frene; se echa el segundo, y cuando ya se siente orejón, le importa un bledo tomarse una cuarta y manejar borracho.  Él se siente como Superman.
            Entonces, ¿por qué se hizo esa  inexplicable concesión?  En una sociedad irrespetuosa de la ley (y no nos engañemos con los eslóganes para el turismo), son necesarias leyes muy severas, sin portillos ni porcentajes.  Cero tolerancia.  Y si el conductor viola ese principio, se le anula el privilegio de conducir por CINCO AÑOS.  Se le impone una multa que lo obligue a empeñar o vender el carro, y se le aplica un mínimo de TREINTA DÍAS DE PRISIÓN inconmutable.  ¡Y yo les cuento si alguien se atrevería a andar jugándosela semi-borracho, porque los porcentajes le dan margen y ánimo para eso!  
            En realidad ciertas disposiciones de los legisladores o de la Sala Cuarta, causan verdadero desconcierto porque ¿cuál es, entonces, el objetivo de la Ley?  ¿No es prevenir el delito mediante la amenaza de un castigo muy severo?   Porque si no existiera este, ¿quién respetaría nada?  Yo ya hubiera matado a mis vecinos, o ellos a mí.  Ya me habría robado el Toyota de un funcionario del MOPT que también es mi vecino y al cual le tengo envidia por su carrazo.  Todos los códigos, incluso los religiosos, son sumamente estrictos con los delitos; sobre todo, cuando estos perjudican físicamente al prójimo; son la esencia que garantiza la viabilidad de la convivencia en sociedad.  Si no se respeta la Ley, cunde el caos y cada uno hace lo que le da la gana.  “Ojo por ojo, diente por diente y pie por pie”.  Si Moisés hubiera sometido su decálogo a la Sala Cuarta, se lo hubieran echado al suelo y diría: “Regañada por ojo, advertencia por diente y malacara por pie”, y ahí mismo se hubiera disuelto el pueblo elegido.  Los mandamientos no dicen: “Robarás poquito, Mentirás con medida, Amarás tantito a tu mamá, No levantar falsos muy grandes, Desearás la mujer de tu prójimo en un diez por ciento, Santificar la fiesta de vez en cuando”.  La rigidez de ese código es la base del carácter de ese pueblo que aprendió a respetar “su” ley, aunque fuera haciéndolos tragar oro fundido.   Ahí no hubo “pobrecito”.   Dura lex, sed lex”, decían los romanos…
            Fraternalmente                                    (¿Cómo enfrentan esto en sus países?  ¿Con alcahuetería?)
                                    Ricardo Izaguirre S.         E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:        La Chispa          http://lachispa2010.blogspot.com/     con link a          Librería en Red
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