martes, 18 de enero de 2011

879 Tener prole...¿sí o no?

879   “LA CHISPA    (12 enero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
TENER PROLE… ¿SÍ  O  NO?
            A raíz de la “Chispa” 876, he recibido una cantidad inusual de respuestas; a algunos les parece bien, a otros mal, como era de esperar; sin embargo, hubo algunas personas que la focalizaron en un solo detalle y la consideraron ofensiva.  Nunca fue esa mi intención, y así lo hice saber en el mismo principio de esa notita; desde luego que conocía el riesgo de las malas interpretaciones, pero consideré que era necesario mencionar un tema que la gente ha llegado a ver como algo “normal” que si no se festeja, debe verse con buenos ojos o, por lo menos, con tolerancia complicitaria.  En todo caso, lo que se dijo allí, se sostiene aquí como argumento fundamental.  La procreación debe ser un asunto de responsabilidad absoluta, y nunca un juego de azar en donde, por casualidad, resulte un bebé indeseado.  Tampoco un recurso del que se valgan las personas (hombres o mujeres) para “amarrar” a su pareja.  La decisión de tener familia debe ser un acto consciente en el que los esposos tomen en consideración todas las consecuencias que entraña semejante responsabilidad.  Y eso implica las que señalamos anteriormente y otras más: biológicas, sociales y económicas.
            Traer niños al mundo a pasar calamidades, privaciones, falta de cariño y atención adecuada, es un crimen de lesa humanidad.  Imponerles paternidad o maternidad indeseable según el medio social donde se viva, es un abuso incalificable, por más argumentos que se busquen.  Nadie tiene esa potestad, aunque trate de justificarla con las más variadas teorías sociales, sicológicas, religiosas o del amor; “o del derecho que tengo de tener la descendencia que me dé la gana con quien yo quiera”, como me dijo una lectora.  Esa es una falacia de lamentables consecuencias cuando se hace presente la realidad futura de esos críos producto de la imprudencia.  A eso se debe, en gran parte, la tragedia de la América Latina, Asia y África.  Millones de seres indeseados que son sometidos al suplicio de una “vida” miserable y sin futuro.  Personitas destinadas a sufrir rechazo, enfermedades, hambre y una muerte prematura por desnutrición.  Y si logran crecer, serán vagos sin oficio, sin estudio, sin autoestima; candidatos a ser criminales, drogadictos o militares asesinos (casos de todo el Tercer Mundo).  En fin, escoria humana.  ¿Es eso lo que queremos para nuestra prole?  ¡Desde luego que no!  Nadie debería tener licencia para tener familia al comienzo de sus bodas, sino hasta que se hayan consolidado como institución social fuerte y permanente.  Y a excepción de los ricos, que pueden mantener, educar y asegurar el futuro económico de una tropa de niños, ningún matrimonio de escasos recursos debería tener más de dos.  También se puede considerar la situación de mujeres profesionales e independientes que quieran tener un hijo de manera solitaria, por los motivos que les dé la gana.
            De seguro que estas ideas NO cuenta con la aceptación de ciertos grupos de “derechos humanos” que proclaman la libertad de procreación como un derecho irrestricto.  Y puede ser que tengan razón, pero esta escogencia DEBE SER sensata, razonada y pensando en la calidad de vida que podemos ofrecerles a esas criaturas que hemos determinado traer a la vida.  En consenso familiar, después de estudiadas todas la implicaciones de semejante disposición, incluso la posibilidad de muerte de uno de los cónyuges.  Pero lo que es tajante, es que la paterno-maternidad NUNCA debe ser producto de accidentes o decisiones tomadas bajo el influjo del “amor” u otras boberías.   Tampoco debe ser producto de trucos para asegurarse a la pareja.  Eso es irresponsabilidad infantil que no debe ejercitarse en algo tan serio.  ¿No es justo ofrecerles a nuestros vástagos un mínimo de seguridad y buena crianza?  Mucha gente se ampara en tonterías inaceptables para llenarse de retoños, tales como: “esa es la voluntad de Dios”, “Dios proveerá el alimento”, etc. etc.  Pero eso solo es falta de educación, de cultura y, de la enorme carencia de sentido común; en síntesis, de irresponsabilidad social con aquellos con los que estamos mayormente obligados: nuestra estirpe.  Esa era la esencia de esa “Chispa”, lo demás era accesorio, aunque no menos cierto. 
            Desde luego que los otros puntos son importantes, en especial los que se refieren a la biología.  Dije que los animales se aseguran (a través de las hembras) la escogencia de los mejores ejemplares para garantizar la supervivencia de las especies.  Un animal débil o enfermo, jamás tendrá la posibilidad de transmitir genes defectuosos a sus crías; y con él, estos desaparecen sin causar ningún perjuicio al genoma.  Se llama eugenesia natural, la misma que el hombre puede aplicar para asegurarse una familia sana, fuerte e inteligente.  ¿Qué tiene eso de malo?  ¿Es moral permitir que se reproduzcan personas retardadas o enfermas para que eternicen y multipliquen sus defectos biológicos en la raza?  Todos conocen y repiten la máxima: “Cuerpo sano en mente sana”.  Y si sabemos que un cuerpo saludable es la base para una inteligencia poderosa y creativa, esta debería ser la primera cuestión que consideremos en relación con los hijos.  ¿Quién soy yo, y quién es la madre? ¿Y quiénes forman nuestro linaje?  Las taras familiares NO se diluyen en dos o tres generaciones.   Siempre están allí, agazapadas, listas para hacerse presentes cuando menos lo queremos o esperamos.  Analizar esto, esto es responsabilidad paterno-maternal.  No debemos jugar a la ruleta rusa con los hijos, pues ellos son una responsabilidad pavorosa que nos niega el derecho a la imprudencia o la omisión.
            Las personas que hayan tenido enfermedades venéreas JAMÁS deberían engendrar, pues los daños en la sangre siempre serán una espada de Damocles pendiente sobre las cabezas de su prole.  No es moral que estas personas “se la jueguen” con la vida de seres humanos queridos.  Y en el análisis de este punto, se necesita HONESTIDAD absoluta de ambos progenitores.  Se repite lo que se dijo antes: la mejor herencia que le podemos dar a nuestra descendencia es un cuerpo sanito, en el cual pueda desarrollarse toda la inteligencia de la que sean capaces.  Y ese debería ser nuestro mayor anhelo, y como tal, tiene que ser una obra de arte producto del amor más puro y honrado de ambos padres.  Aquí NO TIENE CABIDA el engaño.  Es un recordatorio a los jóvenes acerca de la obligación que tienen con la especie, en especial, con sus niños.          Paternalescamente
                                               Ricardo Izaguirre S.                  E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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