domingo, 30 de enero de 2011

880 ¿Existe la reencarnación?

880   “LA CHISPA”     (12 enero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿EXISTE LA REENCARNACIÓN?
            Este tema ha sido motivo de honda meditación por parte de la gente occidental, y sus conclusiones van desde la aceptación racional de esta teoría, hasta su rechazo total; depende del tipo de creencias que profese la persona.  Pero siempre está ahí como una posibilidad que no debe descartarse a priori.  En el Oriente ni se discute, para ellos es un hecho más real que la vida misma.  Es la esencia de casi todas las religiones cuyo eje es la evolución espiritual lenta, producto de innumerables vidas en una sucesión casi interminable a la que ellos le llaman la Rueda de Samsara (“rotación”), a cuyo final, cada espíritu alcanza la liberación de la carne o Nirvana y se une con el Todo.  “En esta fusión se aniquila completamente la humana personalidad, con todo su cortejo de ilusiones, apegos, afanes, deseos, pasiones y dolores; pero no la Individualidad.  El hombre deja de vivir como hombre, para existir como Dios en un estado de reposo consciente en la Omnisciencia, en una condición perpetua de inefable y absoluta bienaventuranza”  (Doct. Secreta).
             En esencia esa teoría oriental (hinduismo, budismo, tao etc.) es muy parecida a lo que dicen las religiones occidentales, con la variante de que tal estado de liberación y encuentro con Dios, no se lleva a cabo como resultado de una sola vida.  Tampoco existe en aquellas un encuentro íntimo con algo o alguien conocido como un dios personal.  Y talvez sea eso lo que desanima a los buscadores de respuestas en las religiones del oriente.  En estas, en su parte esotérica, no existe un Dios-papá relacionado con los humanos, tampoco el perdón de los pecados ni la transformación mágica de las personas.  Ellos están convencidos de que nadie pasa de malo a santo por arte de magia.  El camino para la perfección es casi infinito; lleva miles, centenares de miles de vidas en la rueda de Samsara.  Purificación y aprendizaje lento y doloroso.  Algunos lo hacen más rápido (como Buda); otros se toman todo el tiempo del Manvantara para culminar su tarea.  Vida, muerte y reencarnación en el punto donde se dejó el aprendizaje en la existencia anterior.  Desde luego que la mecánica de este fenómeno es demasiado compleja para ser esbozada aquí; pero es semejante al estudio escolar… solo semejante.  Grado por grado, años tras año.  Nadie se hace bachiller o médico en un día.
            El budismo esotérico, lo mismo que el hinduismo, plantean la misma tesis que la Doctrina Secreta y el ocultismo en general: aniquilación de la personalidad que se desarrolla durante cada vida, y absorción de la esencia de lo aprendido por parte de la Individualidad o Ego, el Hombre eterno, el que sí conserva la continuidad de consciencia y su identidad con el Todo.  Y aquí es donde surge la gran diferencia con el pensamiento religioso de occidente, el cual considera que el HOMBRE de carne y hueso es el punto focal de la evolución, pues incluso sostiene el bárbaro dogma de que cada muerto resucitará en la carne. Tampoco saben qué papel juega el Espíritu en esto, y es considerado casi como un especie de apéndice  superior del cuerpo, el cual solo sirve para relacionarse con el más allá, Dios o el cielo.  Occidente considera al cuerpo como lo principal de la mal llamada “creación”.  Este es el que revive, renace y asciende al cielo a gozar las delicias del paraíso a la diestra del Señor si se portó bien, dio el diezmo, rezó mucho y se arrepintió al final de su vida. Sin importar que haya sido un perverso.  Si abjuró a tiempo (como el “buen ladrón”), está salvado.  En el oriente no tiene cabida semejante despropósito, y es por eso que la mecánica que ellos proponen, aunque es más racional, resulta poco agradable al creyente de esta parte del mundo.   Para los orientales no hay camino fácil para llegar a la meta; y eso resulta descorazonador para el occidental cuyo apego a la PERSONALIDAD, lo hace creer que es posible que esta (el Yo soy Yo) siga viviendo con él como rector de aquella.  Quiere y necesita creer que él, la personalidad que ha creado en esta vida, seguirá viviendo y consciente.  La aniquilación de esta lo atemoriza y se aferra a sus religiones complacientes con la teoría de la vida eterna en el Paraíso.
            La trascendencia hasta ese punto de perfección llamado Nirvana, es el objetivo de la cadena de nacimientos en los que una chispa de la Divinidad se enreda al entrar en la cadena evolutiva.  El objetivo es aprender y crecer desde la divinidad inconsciente, hasta el retorno en plena consciencia.  Así, pues, el desarrollo pleno de esta es la finalidad de la larga cadena de nacimientos en el mundo físico; desde el ser más primitivo, hasta el más desarrollado.  Y en este largo periplo del Espíritu por la Materia, los cuerpos físicos no son más que los vehículos de los que este dispone para cada etapa de su aprendizaje.  Y así como el cuerpo es descartable, también lo es la personalidad (el Yo soy Yo), producto de la fusión entre la mente baja y el cuerpo de deseos.  Eso es lo que se aniquila, el Yo personal, y eso nos espanta, porque significa la desaparición de todo lo que creemos ser, con aquello que estamos plenamente identificados.  Con lo único que conocemos.
            Todo el continuo de reencarnaciones está determinado y dirigido, de manera inapelable, por una ley complementaria a la que llaman Karma.  No es el Diablo, el Infierno ni un “castigo” divino.  Es una ley tan implacable como amorosa, de la que no escapan ni siquiera los dioses, y que no es más que la sabia aplicación regulada de los resultados de las acciones personales.  Karma NO es un castigo.  Es la Retribución moral de todo aquello que hemos hecho, hacemos o haremos, pues en un universo lógico, no hay acción sin reacción.  Ese absurdo solo se da en las religiones de occidente (perdón de los pecados).   Y son las acciones, las que hacen que la rueda del Samsara sea tan prolongada.  Esto parece mucho más lógico que la ruleta rusa de salvarse o condenarse por toda la eternidad en solo una vida.  Porque si me fabricaron con un alma (espíritu) bruto, insensible, inconsciente y maligno, de antemano estoy condenado; pero en este caso, los dioses serían los culpables de todo lo malo que yo haga.  Pero si nací en cuna de oro, bondadoso, con un alma buena y pura, bien desarrollado y con infinitas posibilidades de aprender, ¿qué mérito tiene mi condición si ya me la dieron hecha?  Y la vida es cuestión de merecimientos y no de suerte.  La reencarnación y Karma parecen mucho más compatibles con la razón.    Desde luego que estos argumentos son debatible pero…  ¿usted que cree?
Fraternalmente
                        Ricardo Izaguirre S.        E-mail: rhizaguirre@gmail.com


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