miércoles, 12 de enero de 2011

876 Tener hijos o no

876    “LA CHISPA”      (7 enero 2011) 
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿TENER HIJOS O NO?
            Sé que este tema es delicado y podría herir sensibilidades.  Sin embargo, esa NO es mi intención ni remotamente.  Solo es una invitación para que la gente joven medite acerca de este poder divino que Dios, la Naturaleza, los dioses o lo que ustedes quieran creer, pusieron a nuestra disposición de manera irrestricta.  Cualquiera puede hacer uso de él de la manera que se le antoje, sin restricción alguna.  Y eso no parece muy sensato cuando vemos lo que sucede a nuestro alrededor y en el mundo entero; ese mandato de “Creced y multiplicaos”, necesario en un mundo despoblado, parece que ya necesita una actualización razonable.  Y este es el punto complejo de la discusión.  ¿Quiénes y con qué criterios están autorizados para determinar las políticas sociales que debemos seguir para reproducirnos o no?  Mil aristas, todas filosas, presenta esta problemática decisión que, sin embargo, millones en el mundo ignoran por completo, lo cual hace que la mayoría  de la población se multiplique sin medida ni control.  Y lo que es peor, cuanto más incultos y pobres son, mayor cantidad de hijos.  Es entendible ese deseo en las mujeres, pues para ellas es un reclamo obligatorio de su naturaleza biológica.   Es un imperativo de la especie.  Pero ¿qué es lo que mueve al hombre hacia la paternidad?  ¿El deseo de perpetuar su ilustre apellido y su gloriosa parentela?  ¿Solo eso?
            Con los recursos de la modernidad, ya no hay excusas válidas para la maternidad en soltería, una de las grandes vertientes de este problema.  Tampoco se justifica la utilización de este truco (dejarse preñar) con el propósito de comprometer o atrapar a un hombre (marido).  La maternidad demanda una responsabilidad que va mucho más allá de la conquista de un compañero de vida o amante.  Además, esa unión forzada, por lo general está destinada al fracaso, pues el hombre siempre tendrá la sensación de haber caído en una trampa, de haber sido cazado.
            En este tiempo, se supone que el consenso es la vía adecuada para decidir si se tienen hijos o no; o si se difiere esta elección para tiempos mejores, cuando la economía familiar esté afianzada y la prole pueda gozar de todas las ventajas de un hogar acomodado.  Incluso da tiempo para saber si la persona con la que se vive es la indicada para compartir la vida entera y todas las dificultades, dolores y gozos de la paterno-maternidad.  Los hijos NO deber ser el resultado de “accidentes”, triquiñuelas o simple vanidad personal.  No se trata de “proyectar mi estirpe hacia el futuro”, o la idiotez de perpetuar mi apellido, como si fuéramos gente importante y necesaria para la sociedad y la especie.  La pareja debe examinar todas las variables y riesgos que entraña semejante decisión, en la que ningún componente debe ser minimizado o excluido de las consideraciones generales.  Y se debe empezar por la genética.  Aunque mucha gente supone que “todo saldrá bien” o que “las cosas se arreglarán en el camino”, la realidad no es así.  Dado que la principal riqueza que les podemos heredar a los hijos es biológica (genotipo y fenotipo), eso nos obliga a ser muy selectivos con la pareja, aunque los enamorados crean otra cosa y que solo cuenta “su amor”.  Esa patraña produce un doloroso despertar. 
            Primero: ¿quién soy yo y qué puedo aportar a mi prole?  Segundo: ¿quién es el otro-a y qué tiene para heredar a mis hijos?  En los animales esta selección es de lo más rigurosa, pues las hembras siguen los dictados implacables de la selección natural.  En cambio en las hembras humanas, esta es una cuestión de escogencia veleidosa, cálculo o consideraciones ajenas a este deber que tenemos con la especie.  ¿Que eso no importa?  ¡Claro que sí!  Una madre blanca que consiente tener hijos de un negro, está cometiendo una violación biológica que va no solo en contra de la opinión social, sino que está realizando un abuso incalificable en contra de las leyes de la Naturaleza.  Pero más específicamente, en contra de sus hijos, en los que se verá comprometida la integridad racial y todos los problemas sociales que eso implica.  No es justo ni correcto imponer una maternidad o paternidad indeseada a personas no natas a quienes no se les ha consultado.  Y no solo se trata del caso extremo de razas tan disímiles como la blanca y negra en cuanto a su aspecto físico, sino dentro de la misma etnia.  Hay que considerar la inteligencia, y para eso hay que conocer a toda la familia; buscar enfermos y deficientes mentales o mongoloides.  Este gen recesivo abunda en nuestro medio, y si mal no recuerdo Costa Rica ocupa, si no el primero, uno de los primeros lugares mundiales en esta triste categoría.  Tener un mongolito es la peor pesadilla imaginable.  También se deben considerar las enfermedades familiares que pueden recaer sobre nuestros hijos.  Si la familia del compañero-a es cancerosa, epiléptica, alcohólica, sifilítica o llena de males cardíacos, eso afectará a nuestra prole de manera inevitable.  También están la estatura y fortaleza.  Recuerden que un enano-a no es nada agradable, por más que digamos que esa fue la “voluntad de Dios” y que estamos conformes con ella. 
            La belleza física es importantísima, y solo los feos pueden decir que no.  O algunas bonitas-os, porque se sienten seguras-os  Pero la verdad es que esta bendición es una especie de seguro bancario, una tarjeta Visa ilimitada.  Un cheque en blanco al portador.  Una cara bonita es la mejor carta de recomendación que se puede aportar en todas las situaciones de la vida.  Incluso si somos tontos-as.  Claro que si se conjuga la hermosura con la inteligencia, tenemos al prototipo ideal, a las personas que tienen asegurado el éxito; y eso es lo que todos queremos para nuestros hijos ¿no es así?  Así, pues, la escogencia de pareja NO es solo una cuestión de capricho, enamoramiento o sexo; eso se agota tarde o temprano, pero los hijos quedan para siempre.   Y hay que cargar con la amargura o la gloria de nuestras decisiones.  Por más excusas que busquemos, por más excepciones que señalemos, la verdadera verdad es que la guapura siempre es un ideal de lo más apetecido.  Y solo por envidia se puede afirmar lo contrario o buscarle inconvenientes.
            La elección  de tener hijos y cuántos, es un riesgo en el que deben tomarse en cuenta todos los aspectos sociales, biológicos y espirituales de las personas.  Es un reto que si lo estudiáramos bien, es probable que casi todos lo evadiríamos.  Engendrar niños no solo es cuestión de enamoramiento, amor, vanidad o sexo; es un compromiso moral tanto con la propia descendencia como con la especie; pero más directamente, con cada criatura que traigamos el mundo, pues aunque nunca nos lo digan, siempre tendrán sus personales opiniones acerca de lo que pudieron ser sus vidas si esto o si lo otro.  Si su madre o su padre hubieran sido otros.  Por desgracia, la religión no aporta mucho en este campo, y más bien es un tanto consentidora y alcahueta.  Es por eso que la determinación de tener hijos debe recaer únicamente en los padres.  Y esta debe considerar todos los factores que involucra esa difícil decisión que “debe tomar en cuenta” la opinión de aquellos que todavía NO han nacido.  ¡Tremendo problema!  Recordemos que la mejor y mayor herencia que les podemos dar a nuestros hijos es un cuerpo y mente sanos, con los cuales puedan realizarse plenamente en la vida.  Es por eso que todos los candidatos al papel de progenitores, deben ser sumamente cuidadosos en la escogencia del cónyuge.  Pero no solo eso, sino que deben tener la honradez suficiente para aceptar sus propios defectos (de toda naturaleza) y los riesgos que eso implica para su prole.  Los hijos NO son juguetes que tenemos para nuestra complacencia, sino seres humanos a los que, por compromiso ético, estamos obligados a brindarles lo mejor.  Y si nosotros no lo somos, DEBEMOS abstenernos de traerlos al mundo.  Ellos deben sentir la satisfacción y el orgullo de unos papás sanos moral y físicamente.  La eugenesia sigue siendo actual.                                (¿Qué piensan ustedes?)
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.       E-mail: rhizaguirre@gmail.com






1 comentario:

  1. Me parece excelente su artículo. Solamente una observación respecto a: "Es entendible ese deseo en las mujeres, pues para ellas es un reclamo obligatorio de su naturaleza biológica.". Bueno considero que mas que ser la naturaleza biologica de la mujer, existe una presión social para tener hijos e incluso pensamientos retrogados, como que la mujer sirva o no sirva, dependa de su grado de fertilidad. Si decimos que no queremos tener hijos, nos miran feo, con una mirada acusadora. Desde niñas nos ponen a jugar con muñecos, a mudarlos, darles comidita, etc. en miras de establecer un "rol social". Si bien es cierto traemos un instinto maternal, pesa mas en la mujer la presión social que el factor biológico.

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