martes, 4 de enero de 2011

870 El siglo de la desvergüenza

870   “LA CHISPA             (19 diciembre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del poder”
EL SIGLO DE LA DESVERGÜENZA
            El siglo pasado fue el siglo de las ideologías.  Todo se hacía a nombre de ellas.  Guerras, aniquilación total de pueblos enteros, eliminación de millones de personas, destrucción total de continentes y degradación de la humanidad hasta niveles increíbles.  Naciones enteras se abocaron a la terrible tarea de exterminar a sus semejantes a nombre de determinadas ideas que se suponían ser las mejores y más humanitarias.  La bestialización total del ser humano a nombre de las “ideas”.  La antinomia por excelencia.  Se revolvió la política con la religión y esta se tomó como pretexto entre los bandos en pugna.  Todos mataban en el nombre de Dios, todos se creían protegidos de Dios.  Todos se creían los buenos y, a la vez, que tenían el derecho divino de suprimir a los que no comulgaran con sus ideas.  Se enseñó que el fascismo era malo, el comunismo también; y ni qué decir del capitalismo, al cual se le dio una connotación especial dentro de la dialéctica esgrimida por los contendientes.  El capitalismo no solo era tener dinero sino la forma criminal cómo se obtenía.  El fascismo ya no fue la fuerza de la unión laboral para convertirse en un régimen tiránico. 
            El comunismo dejó de ser una manera fraternal de compartir las riquezas, para pasar a encarnar la esencia del mal, según la óptica de los contrarios.  La democracia perdió sentido, pues todos se declaraban demócratas y defensores de las libertades populares.  Nadie era más demócrata que los países de la Cortina de Hierro.   O los Estados Unidos… o China.  Y ni qué decir de la República Dominicana de Trujillo, que se autonombraba el campeón de esta en el Caribe.   O la Nicaragua de Somoza.  En América Latina todos los dictadores eran “demócratas”, héroes de la democracia.  Y en el este, todos eran sus adalides que, con el apoyo del marxismo-leninismo salvador, habría de destruir al capitalismo y construir el paraíso comunista.  Era un mundo convulso y lleno de ideologías respaldadas por gigantescos arsenales llenos de millares de bombas de hidrógeno, capaces de vaporizar a todos los seres vivientes del planeta.  El llamado “mundo libre” liderado por los Estados Unidos, y el edén soviético bajo la batuta de Rusia.  El dilapidador mundo capitalista, en donde toda la gente vivía bien, sin hambre, sin analfabetos ni injusticias, y el ahorrativo conglomerado comunista en donde todo se resolvería mañana… en el próximo quinquenio.
            El maniqueísmo reinaba de manera absoluta: el bien y el mal eran ambos, según quién hiciera el enfoque; no había término medio ni componenda posible; solo la aniquilación total del enemigo.  Y la humanidad tuvo que vivir por casi un siglo bajo el equilibrio del terror.  Los latinos éramos “demócratas”, con algunos grupitos de comunistas.  Los rusos eran “demócratas socialistas”, con algunos reaccionarios y revisionistas, enemigos del pueblo.  Todo eso, según la jerga de cada uno de los dos grandes bandos que dominaron la escena política del mundo durante el medio siglo final.
            Millones de hombre y mujeres sufrieron, odiaron y amaron bajo el signo de las ideologías; se identificaron, aborrecieron a sus rivales y se hermanaron con sus correligionarios políticos, y la humanidad se dividió en buenos y malos.  O sea, que todos eran buenos, y todos eran malos, si sumamos el criterio de ambos grupos.  ¿Y qué ganamos de todo esto?  ¿En cuánto mejoramos con tanto odio?  ¿Cómo podríamos justificar las muertes de los millones de hombres que murieron por las “ideologías” que reinaron en ese siglo?  Pero más difícil todavía ¿en realidad murieron y sufrieron por alguna clase de verdad?  ¿Qué es lo que hubo y hay detrás de esas supuestas poses doctrinarias?  Si analizamos bien en lo que ha caído la humanidad, el balance final no da pie para pensar que valió la pena todo el sufrimiento y angustia bajo los cuales vivimos por más de media centuria de ideologías.  Ahora el lenguaje político ha cambiado y se ha tornado más pragmático, y la acción política, más descarada; desvergüenza que crece en forma proporcional al poder económico y político de los diferentes grupos sociales.  Ahora ya no se invocan valores para realizar una guerra.  Ahora se miente y se inventan pretextos sin importar sean creíbles o no.  Se repiten hasta la saturación y eso justifica lo que sea. 
            En el siglo presente, se han olvidado las ideologías porque ya nadie cree en ellas; se cayó la careta de la inocencia que nos victimó durante todo el siglo XX, y la guerra se convirtió en el camino más brutal y directo para apoderarse de las cosas ajenas.  Hoy no se mata a los árabes porque sean musulmanes o comunistas sino porque tienen petróleo.  A los poderosos les importa un bledo en lo que creamos, siempre y cuando no seamos un obstáculo para que ellos obtengan lo que quieren de nuestros recursos al más bajo precio (Arabia Saudita).  Ya no se asesina ni tortura en nombre de la fe, la democracia o el comunismo.  Se utilizan subterfugios para acabar con todos aquellos que pueden representar estorbos en los planes de apropiación que tienen las grandes potencias en los países más débiles.  Se fabrican héroes y antihéroes, terroristas y criminales que justifiquen el pillaje, exterminio y saqueo de pueblos enteros.  La fase más siniestra del capitalismo es la que reina por todo el mundo; el euro-dólar es el santo grial de la fraternidad que controla el planeta, y todos se justifican entre ellos o, al menos, hacen la vista gorda ante los métodos de los más atrevidos y descarados.   Europeos, gringos, chinos y japoneses son lo mismo: una cofradía de explotadores que en nada se diferencian.  Ahora todo es cuestión de negocios, de intereses, de banca.  Todo es negociable y ya a nadie le importa ni siquiera mantener las apariencias.  Todos los pueblos denuncian los actos más inmorales de parte de los gobiernos capitalistas y a nadie le importa un bledo; ni siquiera se toman la molestia de fingir o desmentir.  Sencillamente hacen oídos sordos ante el escándalo o las denuncias como las de Wikileaks.
            Salimos del siglo de la hipocresía, y entramos en el siglo de la desvergüenza.  En la centuria en donde los ladrones podrán demandar a quienes los señalen.  En la edad siniestra en la que todos debemos prepararnos para ser absorbidas cuando quieran y de la manera que se les antoje a los grandes poderes, pues ahora, estos no están separados por ideologías, sino que están unidos en un solo objetivo: el capital.   La farsa de las creencias terminó; todas las teorías sociales están rotas y solo hay una realidad: el Poder del dinero y las armas. 
            Amablemente
                                   RIS                     E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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