lunes, 3 de enero de 2011

743 Los Picapiedra


743       “LA CHISPA”         (4 enero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
PERSONAJES INOLVIDABLES: LOS PICAPIEDRA
            Cuando aún no había llegado la televisión a Costa Rica, alcanzó enorme popularidad en el mundo, esta serie que llegó a copar toda una era que llega hasta nuestros días del año 2010; ya no con el furor y la emoción que nos producía en aquellos lejanos días de la inocencia televisiva, pero todavía con la dulzura y candidez con la que nos conquistó en su momento.  Reinó en un tiempo cuando era posible ver cualquier programa con nuestros hijos sin temor a pasar una vergüenza que no pudiéramos explicar.   Los Picapiedra formaban un concepto general de una sociedad primitiva que en realidad era moderna, pero inserta en una edad remota imposible de definir ni por aproximación.  Coexistían con todos los bichos imaginables de las más diversas épocas, y a la vez, disponían de la tecnología caricaturizada de nuestros días: aviones, carros, cuernófonos, licuadoras, cámaras, agua corriente, cine y tele, escuelas y todo lo que conocemos.   Eran familias tecnológicamente modernas, pero trasladadas a un pasado aceptable y seguro. 
            Rodeados de un elenco de lo más variado, el peso de la trama gravitaba sobre dos parejas cuya amistad estaba por encima de las diferencias que surgían casi siempre por culpa del gruñón Pedro.  Vilma era su esposa, su contrapeso, la representación de la sensatez, tolerancia, bondad e inteligencia; sin embargo, tremendamente manipuladora y aprovechada de la escasez de talento de su marido.  Vilma era la nerd de la comedia.  Lista, vivaracha y astuta, era el ideal de cualquier mujer moderna en el manejo de las relaciones conyugales.  Pedro era una bola de plastilina en sus manos y, sin desconocerle la “autoridad”, hacía lo que le daba la gana con él.  Ambos formaban un dúo encantador; amantes fieles y dedicados, eran capaces de todo por conservar su matrimonio.  Él, simplón a más no poder, era el modelo de padre y marido dedicado y respetuoso.  Ella, pícara, inteligente y llena de malicia, era el timón del rumbo que tomaba su hogar. 
            Como complemento de ellos estaban los Mármol, Pablo y Betty, una pareja tierna y bondadosa, y los mejores amigos con los que podían contar Vilma y Pedro.   Las dos mujeres hacían una yunta que era la máxima expresión de lo que ya se insinuaba con fuerza en la sociedad norteamericana: “The women’s liberation”.   Aunque no se atrevieron a salirse por completo del marco de lo que en USA se consideraba como el modelo de la familia típica, se insinuaba en ella (con mucha sutileza) cómo la mujer podía hacerse con el mando y la dirección de la casa.  Y es ese sentido, la serie tenía cierto carácter subversivo y en concordancia con los tiempos de rebeldía que se estaban viviendo.   Pablo y Pedro simbolizaban la ingenuidad y la torpeza, matizadas con una serie de virtudes que los convertían en personajes dignos de admiración, lástima, cariño, cólera y ganas de matarlos.  Pablo era el canto épico a la amistad y la tolerancia; humilde, bonachón, simpático y magnánimo, era la víctima propiciatoria de los abusos de Pedro quien, sin dejar de quererlo, sacaba partido de la inocencia y buena voluntad de su incondicional amigo. 
            Vilma y Betty formaban una pareja ideal de amigas: correctas, coquetas, muy femeninas, viciosas de las compras y los “baratillos”, siempre tenían muy claros cuáles eran sus objetivos en la vida.  Y sobre todo, en sus matrimonios.  Su amistad estaba por encima de todo, incluso a pesar de las rupturas que se producían entre sus maridos.  Ambas eran el paradigma de la esposa moderna, lista y educada; de aquellas damas que saben qué es lo que conviene a su condición de mujeres, cónyuges y madres, a su lugar y papel de guías y sostenes del hogar.  Admirábamos la astucia, picardía e inteligencia de Vilma; la candidez, dulzura y encanto de Betty; la sencillez casi infantil de Pablo y su capacidad para soportar a un Pedro insolente y aprovechado. 
            Sin embargo, Pedro era (es) un personaje entrañable que forma parte de todos los hombres, y por eso nos identificábamos con él y gozábamos de sus triunfos que, en cierta forma, eran los nuestros.  Para mí, era mi héroe y siempre deseaba que saliera lo mejor librado de todos los enredos en los que, por majadero, siempre se veía envuelto.  Casi todos nos veíamos en él como en una cierta especie de espejo que reflejaba nuestra personalidad, porque Pedro Picapiedra es la parte negativa y positiva que todos tenemos.   Ese simpático panzón, tenía y tiene todos los rasgos humanos más distintivos de lo que somos los hombres.  Algunos solo potenciales, otros, activos de la forma más brutal.  Fanfarrón, arrogante  y grosero a la vez, era capaz de transformarse en el ser más dulce y amoroso de Bedrock cuando se enfrentaba a los enfados de Vilma.
            Creo que todos llevamos por dentro a un Picapiedra fachendoso, imprudente, bocón y testarudo.  También al buen amigo, esposo y parte valiosa de la sociedad.  Al buen trabajador y miembro útil y respetable de la comunidad.  Solo es cuestión de que se produzcan las condiciones necesarias para que esas virtudes hagan eclosión.  Y esa es la gran diferencia que nos mantiene alejados de ser una buena imagen de Pedro; la mayoría carecemos del valor y la honestidad de este personaje para reconocer nuestros errores e incapacidad ante cualquier reto a los que él se enfrentaba en cada aventura.  Sobre todo, a su coraje para sincerarse con su familia y amigos.   Pedro es el ideal del hombre común y corriente de esa mayoría de la que formamos parte.  Todos estamos representados en él, y es por eso que nos alegran sus triunfos y nos deprimen sus fracasos momentáneos; por bruto y testarudo nos sacaba de quicio, pues en esa conducta vemos la imagen de lo que solemos ser en nuestras vidas.  Sus derrotas y victorias las sentimos nuestras porque él es la proyección de mucho de lo que somos.   Alegre y desenfadado, chichoso y rezongón, tierno e ingenuo, es un abanico completo de rasgos contradictorios del cual todos participamos en alguna medida.  Nuestro querido Pedro es lo que NO queremos ser, pero que, sin embargo, lo somos.  También es lo que queremos ser, pero que tampoco lo somos a plenitud.  Él no es un héroe todopoderoso e inalcanzable en sus virtudes; es la totalidad de un ser humano normal y cotidiano, asequible a todos los hombres, y por eso nos identificamos con él y lo amamos para siempre.  Pedro y compañía, siempre estarán en nuestros recuerdos.
            Picapiedrescamente
                                          Ricardo Izaguirre S.                            E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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