955 “LA CHISPA” (25
abril 2012)
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS
LÍMITES DE LA PUBLICIDAD (En
español)
En varias “Chispas” se ha tratado el tema de la publicidad, y en ellas se ha
hecho crítica y elogios cuando ha sido pertinente. Se ha dicho que la publicidad tiene muchas
categorías, las cuales derivan de la calidad de los publicistas. Cuando es ejercida por profesionales
competentes y creativos se convierte en ARTE, pero cuando es atropellada por
chambones, solo es un producto artesanal de mala calidad. La publicidad es el arte de engatusar al
público con el único fin de hacerlo comprar y consumir lo que sea. En manos de publicistas capaces, es un juego
de inteligencia y sutilezas que conducen a la víctima (comprador) a tomar decisiones que no estaban en su
agenda. Es el arte de crear “necesidades
inexistentes” e inducirnos al consumo de cosas con cuya ausencia podemos vivir
muy bien. Sin siquiera darnos cuenta de
que existen. Hasta que la publicidad nos
toma como rehenes.
Y es ahí donde empiezan los
resultados de esta labor tan insidiosa como colorida, tan fina como brutal. Una profesión que puede ser respetuosa,
delicada, inteligente y natural, también se puede convertir en un Mr. Hyde
grosero, artificial y torpe. Incluso
ofensiva y contraria a los supuestos objetivos de esa actividad, pues hay
anuncios que, en muchos casos, nos hacen detestar los productos que están
glorificando de manera ordinaria. Los
anuncios de las toallas sanitarias
de mujeres resultan de los más ofensivos, porque ¿a quién, del público en general, le puede interesar cuáles son las que secan
más, las más cómodas y delgadas, las que tienen alas o no? Por dicha que las ilustraciones de su
eficiencia las hacen con un líquido azul; pero es seguro que dentro de muy
poco, las harán al “rojo vivo”. Y eso es
ofensivo incluso para las mujeres. Otro
anuncio que también parece que sale sobrando es el del papel higiénico; tanto
como el de los destaqueadores y limpiadores
de escusados que “arrancan el sarro, la caca, los malos olores y matan (todos)
el 99.99999999 por ciento de las bacterias, virus y a cuanto bicho se le ocurra
ponerse en contacto con ellos.
Hay cosas que, por delicadeza, no
deben hacerse públicas; todos sabemos que existen, que están ahí, pero todos
guardamos un discreto silencio ante ellas porque no son temas para hacer
alharaca pública, como si se tratara de algo glamoroso. Limpiarse el trasero o taponarse la vagina
durante esos días “incómodos”, no debe ser materia de discusión abierta. Mucho menos, tema para buscarle las aristas
comerciales. Eso es muy ofensivo; y
aunque todos sabemos la imprescindible utilidad de tales productos, eso no
significa que se deban “publicitar” como si fueran cosas agradables como una
comida, un automóvil, un perfume, un buen vino, ropa o zapatos. Sin embargo, sabemos que a los comerciantes
les importa un tacaco la moral o la ordinariez que pueda existir en la
publicidad, siempre y cuando hagan dinero, que se eleven los “ratings” y que la
gente se enganche con sus productos.
Otra propaganda tosca, que no le
anda muy lejana a la anterior, es la de los desodorantes, cremas depilatorias y
pastas dentales. Bárbara Blade es la síntesis de esa vulgaridad. Esta atractiva y aventurera belleza anda por
todo el mundo poniéndoles el sobaco en la nariz a todos los hombres que se le
atraviesan. Es guapísima, re-mona y con
unos ojos tan coquetos que insinúan el bello aroma que brota de sus
axilas. Ella es linda, graciosa y todo
lo que se quiera; pero la forma tan artificiosa como les acomoda el “ala” a los
hombres, hace que todo el anuncio caiga en la grosería. En cuanto a los dentífricos, recuerden que
pocas cosas son tan asquerosas como ver a alguien cepillándose los dientes y
babeando pasta. Lo mismo pasa con Plex y
el Nuevo Plex, que presentan a un individuo asqueándose del tufo de su propia
boca. Es repugnante imaginarlo.
Pero la cúspide de la barbarie
publicista, la forman los anuncios sexuales que, con mil pretextos, nos
presentan como una necesidad moralmente válida para que los ancianos disfruten
de los placeres del sexo. Hay condones
de olores y colores, con bolitas, pelitos, rayitas, bien lubricados y
excitantes. También existen las cremas
lubricantes de la vagina, para que las viejitas gocen en grande. Y ni qué decir de la infinidad de pastillas
eróticas que convierten a los viejos en amantes furibundos, como cuando tenían
30. Sin embargo, el que se llevó la
cerca por completo, es uno que sobrepasa todas las bellaquerías que en este
campo se han producido. No lo recuerdo
muy bien, pero la esencia es esta: Una viejita en el campo está hablando con
sus nietos (supuestamente en la ciudad), y cuando le preguntan que cómo está el
abuelo (que toma las pastillas eréctiles), la señora levanta el teléfono y les
transmite a los nietos el relincho de una garañón de la finca. Semejante brutalidad es inexcusable, pese a
lo cómico que pueda parecer a los adultos.
De hecho, el anuncio es simpático, pero para oírlo en cierto círculo
cerrado y no por la radio, al alcance de los niños y todo público.
Todos sabemos que las cuestiones
sexuales siempre son apropiadas para la gente joven; pero para los viejos, es
algo que la mente no procesa de manera natural, pues no es cierto que los
ancianos de setenta o más años, tengan “necesidades” sexuales. Eso es parte de la propaganda embrutecedora,
pues como hay tanto viejo necio, eso lleva ríos de dinero a las empresas
farmacéuticas que NO DICEN cuántos viejillos
estiran la pata en esos orgasmos artificialmente inducidos. Ese anuncio resulta chocante. Hay muchos más de esa calaña, pero con estas
notas es suficiente para que los padres busquen como evitar que sus hijos sean
víctimas de esta vulgaridad que, revestida de seudociencia, irrespeta la
privacidad de nuestros hogares.
Publicitescamente
RIS E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blog “Librería
en Red”: http://libreriaenred2010.blogspot.com/ El Hogar de “El Ameriñol”.
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