viernes, 2 de marzo de 2012

480 Organización popular

480   LA CHISPA  
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano se fundamentan los abusos del Poder”

LA ORGANIZACIÓN POPULAR

            La organización popular debe hacerse por etapas, pues se trata de una tarea plagada de mil dificultades que se derivan no solo de la naturaleza humana (exhibicionismo, deseos de mandar, caudillismo, sobre valoración personal, menosprecio a las ideas ajenas y una retahíla de defectos de la personalidad), sino también del peso de la historia y la “educación pública”, las cuales han sido planificadas para fijar en las cabezas de los individuos ciertas ideas convenientes a las Oligarquías, como la manida argumentación de la “democracia”, a la cual las masas deben someterse pasivamente.  La organización debe tener en cuenta que el conformismo es una poderosa sensación que reside en la mayoría de las sociedades, y que no se puede anular de la noche a la mañana.  Junto con la educación, la Iglesia es el otro brazo que, al servicio del sistema, afirma en las mentes sencillas la teoría de la conformidad, de lo inevitable y de las recompensas “celestiales” a las injusticias de la Tierra.  Como vemos, la organización tiene que tomar en cuenta esos factores históricos y religiosos.  Y vean que decimos “tomar en cuenta” y no eliminar, ridiculizar o ver con menosprecio. Lo primero que debe definirse con claridad es cuáles son las metas, el tiempo, los medios y la sostenibilidad de los logros.  Porque no se trata de un evento fortuito para una acción específica, sino de crear las bases duraderas y firmes de una nueva forma de vida.  No es cuestión de poner un Presidente o un diputado y ya.  Los cambios sociales deben ser conquistas permanentes no sujetas a los caprichos de la política.  
            Se debe tener muy presente que los pueblos están acostumbrados a su forma de vida, y aunque los cambios sean para mejorar, se muestran reticentes a todo aquello que sea una novedad en sus vidas.  Nunca hay que perder eso de vista, ni suponer que se lanzarán alegremente a una revolución social, por prometedora que parezca.  La organización debe ser sutil y tiene que empezar con cosas pequeñitas que no impliquen riesgo, y cuyos resultados muestren en forma clara y contundente lo positivo de una acción colectiva.  Así se van enterando de su poder y se irá despertando la ambición por metas de más alto nivel, porque una vez que la multitud se da cuenta de su fuerza y de lo que se puede lograr con base en la unión, el cielo es el límite.   Pero sobre todo, la organización no debe pretender que sus armas y metodología constituyen un misterio para los poderosos, pues ellos son los que inventaron y aplican esos procedimientos a la perfección.  Los líderes deben ser invisibles, sin protagonismo ni fanfarria, lo cual hace que la gente no se convierta en manada y empiece a depender de los lineamientos de partido, a los que está tan habituada.   Cada ciudadano debe ser un líder y darse cuenta de que sus ideas y pensamientos son tan valiosos como los de cualquier promotor.  El “dirigentismo” es uno de los puntos flacos de nuestra acción cívica, vicio que nos lleva a ser indolentes y a creer que los dirigentes lo saben todo, y que nuestra obligación cívica se limita a dar el voto.  La organización debe ir paso a paso, con pequeños comités de barrio; luego vendrá la coordinación con otros para analizar los problemas comunes y las posibilidades de solución.  Esa etapa debe ser permanente y no una acción para resolver determinado asunto y ya.  Debe ser una práctica constante que les recuerde a las autoridades que “allí” hay gente consciente de sus derechos y deberes cívicos, y que están vigilando.
            Estos comités cívicos de barrio pueden fijarse metas que abarquen todas las actividades que tengan que ver con el bienestar de sus comunidades: el alumbrado público, la recolección de basura, la limpieza de las calles, las escuelas y colegios, el servicio de buses, el suministro de agua y todas aquellas cosas por las que PAGAMOS y que NO son una dádiva de los gobiernos.  El ciudadano NO DEBE esperara pasivamente hasta que la Municipalidad le dé la gana prestar alguno de los servicios a los que ESTÁ OBLIGADA por ley.   El cumplimiento de estos NO ES un favor que nos hacen, sino un deber institucional por el cual reciben salario sus funcionarios, y fondos el Municipio.  En esa etapa inicial de la organización por barrios, se puede comenzar la práctica del control de los abusos por parte del comercio.  Sabemos que la llamada “Defensoría del Consumidor” es un rinoceronte negro al servicio de las cámaras de comerciantes, y que lo que menos le interesa es el bienestar del pueblo.  Pero los individuos organizados sí pueden ejercer una vigilancia efectiva sobre los abusadores.  Recuerden un principio básico: si solo yo protesto por los altos precios de la carnicería del barrio, al dueño de esta le importa un rábano; pero si cien vecinos lo hacen y forman un piquete frente al negocio, ténganlo por seguro que SÍ SE PREOCUPARÁ, saldrá a conversar con sus clientes y arreglará el problema.  Esa es la maravilla de la fuerza de la unión: cien cobardes reunidos con un solo objetivo, no solo se dan valor entre ellos, sino que meten miedo.  Entonces ¿qué creen que sucederá cuando 500 personas valerosas y conscientes de sus derechos cívicos protesten, en forma disciplinada e inclaudicable, por algo de interés social como el pésimo y caro servicio de autobuses?
            El camino es largo, difícil y lleno de problemas descorazonadores; de emboscadas, descrédito, indolencia, presiones e indiferencia, pero sobre todo, de las posibilidades de la POLITIZACIÓN, el arma del juicio final que la Oligarquía utiliza para desacreditar cualquier acción cívica que implique algún peligro para ella, aunque sea diminuto y lejano.   Ellos son como Argos, nunca duermen y aplican el principio de que toda “criatura cívica” que pueda generar dudas o riesgo futuro, hay que matarla en la cuna. Es por eso que los miembros de cada comité deben estudiar los métodos del rival, para no ser sorprendidos por las trampas cazabobos que ellos ponen en cualquier actividad que entrañe la menor amenaza para la unidad monolítica de su Poder. Es por eso que la organización debe huir de cualquier injerencia partidaria como si se tratara de escapar del Diablo.  Lema: “Todo lo que pasa en mi barrio, es de mi incumbencia”.
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.        E-mail:   rhizaguirre@gmail.com



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