viernes, 9 de marzo de 2012

490 Los políticos y las mentiras cotidianas

490   LA CHISPA   

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LOS POLÍTICOS Y LAS MENTIRAS COTIDIANAS

            No hay mentiras buenas o malas; estas solo son eso: mentiras que siempre serán malignas, no importa el tono que pretendamos darles.  Entonces ¿por qué se engaña?  ¿Es una enfermedad del alma que traemos desde vidas pasadas, o es algo a lo que nos obliga la sociedad con su complejidad de vicios “necesarios”?   Pero una cosa es segura: todo el mundo miente, ya sea por miedo, ambición, deseos de sacar partido, vanidad, ventajismo o simple vicio.  Esa es la regla, y la costumbre de falsear es tan fuerte y universal, que muchas personas ni siquiera tienen consciencia de que lo están haciendo, es su modus vivendi.  Los falsarios jamás se detienen a meditar sobre su conducta, y esta les es tan natural que llegan a formar su propio mundo de quimeras que, a fuerza de repetirlas, se les hacen irreconocibles como trapacerías.  Todo el mundo miente, y el que diga que no es así, lo está haciendo.  Y si esto lo afirma un político, la cosa es más segura.
            Se falsea infinidad de veces en la vida diaria, por el simple placer de urdir situaciones ficticias o hacer más agradable e interesante una conversación de esas sosas y aburridas.  Unos toques de esas mentiras sociales y pícaras, pueden convertir una monótona plática en algo picante que a todos interesa.  Sobre todo, si toca con malicia el entramado de la conducta moral de los demás; y si llega al plano de lo sexual, el asunto alcanza el paroxismo de la emotividad.  Eso es apasionante, y cuanto más se alejan los conceptos de una verdad que nadie conoce, más atractivos resultan a la morbosidad de los fulleros y sus escuchas.  El engaño es una enfermedad tan extensa, variada e infinita como la lujuria, avaricia, ambición de poder o cualquiera de los llamados vicios capitales.  Adquiere tantos matices, y tan distintos son sus aspectos, que su detección es bastante difícil para la mente no entrenada en sus enmarañadas sutilezas.  La mentira parece existir casi con independencia de sus cultores, y estos, en muchos casos, aparentan ser solo sus instrumentos.  Y en el caso de los mendaces patológicos, estos pueden admitir cualquier cosa menos que se les insinúe su naturaleza aberrada.  No debemos tomar a la ligera a esta gente, pues según el grado que alcance esta conducta en cada uno de ellos, pueden llegar a extremos brutales en la protección de esa fase de su personalidad.
            Las categorías de mentirosos parecen ser interminables, pero podemos simplificarlas en tres: el yuquero charlatán que fabula o exagera solo para divertir a los demás.  La de los que mienten para cubrir las inseguridades de su personalidad.  Estas dos son casi inocuas, pero existe la tercera clase de farsantes que representan un verdadero peligro para las sociedades.  Son aquellos que mienten para joder a su prójimo, y sus fraudes siempre son malignos.  Este tipo abunda entre los comerciantes y los miembros de ciertas profesiones en donde embaucar a los clientes es parte de su estrategia general.  Pero los que han glorificado el oficio de embusteros y han llevado las engañifas hasta la categoría de ARTE supremo son los POLÍTICOS.
Los políticos son los Maestros de la mentira.   Sin embargo, esto que es claro para casi todos, no le impide a nuestra gente latina que cada cuatro o cinco años vaya como los borregos, a las famosas elecciones que convocan para legitimar el Poder que siempre han detentado.  Es increíble cómo millones de hombres y mujeres por todo nuestro continente realizan, cumplidamente, un ritual de sumisión mediante el cual renuncian a la libertad de escoger y dirigir el destino de nuestros países.  Es inaceptable que tanta gente ponga sus vidas e intereses en manos de estas legiones de embusteros que, año con año con año, BURLAN, ENGAÑAN, DEFRAUDAN, DESILUSIONAN Y AMARGAN LA VIDA de legiones de tontos que todavía creen que pueden esperar algo de esa casta de tramposos.  Es imposible entender esa conducta de nuestros pueblos.  En las Elecciones son como las abejas, termitas y hormigas; animalitos disciplinados pero incapaces de realizar algo novedoso que se aparte del manual con el que nos han venido domesticando desde los tiempos de la Colonia.  Que siempre haya falsarios dispuestos al fraude es natural y de esperar; pero que sobren tontos e ilusos dispuestos a dejarse engañar NO TIENE EXPLICACIÓN.
            Es normal que nos timen una vez con alguna trampa, pero que lo hagan dos, tres cuatro, cinco, seis, siete, ocho y hasta que se nos acabe la vida revela una simpleza que va más allá de la comprensión humana.  ¡Y con el mismo cuento!  Podríamos decir que es normal que engañen a nuestra gente analfabeta, pero ¿qué pasa con los “educados”?  Millones de personas con enseñanza universitaria tienen la misma conducta ante los políticos.  Son la misma manada dócil ante los “partidos y candidatos del pueblo”, que ya sabemos quiénes son y quiénes los seleccionan.  ¿Qué es lo que hace que infinidad de individuos se traguen los cuentos políticos de siempre?  Los mismos sonsonetes y promesas manidas que repiten en cada campaña con diferentes caras.  Ni siquiera se toman la molestia de innovar nada, pues ellos saben que los pueblos se van a “tragar” sus cuentos con la simplicidad de siempre.  Entonces, ¿qué es lo que hace que nuestra gente sea tan imbécil ante mentiras tan evidentes y repetitivas?  Me declaro vencido ante semejante dilema.
Pero no vamos a culpar solo a los políticos pues ser tramposos es su naturaleza, y en nuestro medio TODOS son lo mismo.  Lo que sí tenemos que censurar acremente es la reiterativa conducta idiota de millones de personas que, después de cinco siglos, siguen SIN ORGANIZARSE y creyendo que pueden esperar algún bienestar proveniente de los Gobiernos o los políticos.  De esos cientos de millones de seres ingenuos que siguen pensando que “alguien” se va a preocupar por sus problemas personales o su bienestar.  Ya es hora de que nos demos cuenta de que solo el pueblo puede hacer que las cosas cambien y mejoren, pues a los gobiernos y oligarquías les importa un bledo que al populacho se lo lleve el Diablo; estando bien ellos… lo demás que se jodan.  Llegó la hora de la toma de La Bastilla del poder, y el látigo debe cambiar de manos. 
No muy fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.         E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
Entrada al blog “LA CHISPA”:    http://lachispa2010.blogspot.com/





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