496 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
LOS PROGRAMAS POLÍTICOS Y LA
“PRODUCTIVIDAD”
Si no fuera una tragedia, sería
risible el proceder de nuestros pueblos ante las repetitivas propuestas de los
partidos políticos por la situación de crisis endémica que vivimos desde hace
cinco siglos. Es increíble que frente a las
mismas mentiras de siempre, los ciudadanos respondan en forma tan dócil y
predecible como si no tuvieran memoria. Como
zombis, robots o borregos. Con el cuento
aburridor de los programas políticos, nuestra gente se entusiasma cada cuatro o
cinco años como si de verdad creyera que las cosas van a cambiar hacia una
mejoría popular. Somos gente ilusa,
domesticados, idiotas que vivimos en espera de milagros imposibles. Y los
políticos lo saben. Es por eso que para
ganar nuestro voto, bastan los manidos discursos en los cuales nos afirman su “compromiso moral con el cambio”, aunque
nadie sepa en qué consiste ese cambio.
También nos repiten la fábula del “compromiso
con los más pobres”, su “gran
preocupación por la salud y la seguridad ciudadana”. Todos nos proponen “un nuevo pacto social” para sacar
adelante al país. Todos se
comprometen “seriamente” con la educación nacional, mejores salarios para los
educadores, comedores, becas, escuelas y equipo. Todos están dispuestos a asumir “los retos que plantea la nueva realidad
mundial”; todos están preocupados por el cambio climático, la escasez de
alimentos, la crisis energética y la falta de agua. Todos son ambientalistas, aunque apenas llegan al poder, dan luz verde a los
madereros y mineros para que hagan lo que les dé la gana con el ambiente. Todos son analíticos, estudiosos,
emprendedores, previsores, han escrito libros y tienen un millar de teorías
económicas para sacarnos de la miseria en la que vivimos. Solo es cuestión de que los llevemos a la Silla Presidencial, y todo
resuelto. Y así, campaña tras campaña
nos agarran de chanchos.
A todos les preocupa el orden
constitucional y los grandes acuerdos patrióticos por el país; también la
búsqueda de la eficiencia y la competitividad; la “problemática nacional”, la mejor calidad de vida, la vivienda y
generación de empleos para la juventud.
Todos están dispuestos a “promover
la inversión” a corto, mediano y largo plazo, aunque nadie sepa qué diablos
significa eso. Y ni qué decir del
consabido cuento de “la modernización
del Estado”, expresión legendaria en la que los “electores” suelen ver algo
así como la Pomada
Canaria; un conjuro mediante el cual todo se resolverá con
solo modernizar el Estado, el santo Grial de la política. Y los votantes
se lo tragan campaña tras campaña.
Algo tan fácil que nos maravilla cómo es que no lo han hecho nunca, pues
si con cambiar un librito llamado Constitución
fuera suficiente para lograr el desarrollo, alguien debería haberlo hecho hace
cien años o más. Este sistema es tan
eficiente en la domesticación de los pueblos, que no hay quien no lo utilice;
de ahí que los programas de todos los partidos son idénticos. Todos los candidatos prometen lo mismo. Son los programas genéricos de
aplicación general a cualquier sociedad o país. Y todos tienen el mismo remate
en el discurso de despedida presidencial:
la enumeración de los inconvenientes del sistema institucional que impidieron
la ejecución de las maravillas que nos habían prometido. “Hay
que modernizar el Estado”. Cuando me
reelijan, les prometo que lo haré.
Si entendemos bien la vinculación
entre los gobiernos y las oligarquías criollas, nos explicaremos uno de los
cuentos más utilizados por los políticos: la
productividad. Término económico que se refiere al
crecimiento de los resultados físicos o financieros de los factores de la
producción: trabajo, capital y
tecnología. Todos sabemos que el progreso y desarrollo dependen de esa trilogía
y su sincrónico funcionamiento. Pero en
nuestro medio latinoamericano, su invocación no parece ser más que un
justificativo de la incapacidad y falta de valor para arriesgarse en la aventura
de la competencia en los mercados mundiales. Nuestras oligarquías
se conforman con ser productoras de materia prima y entienden la
“productividad” de una manera ventajista:
exención de impuestos, préstamos blandos o sin intereses, mano de obra (uno de
los factores de la productividad) lo más barata posible, subvenciones del
Estado y todas las ventajas que se derivan de su concubinato con los gobiernos. Siempre hablan de la productividad, pero se
cuidan de mencionar el compromiso que tal objetivo implica: la retribución de
la ventaja obtenida entre los factores que la hacen posible: incremento del
capital, compra de tecnología y salarios justos y crecientes al factor trabajo. Y es ahí en donde falla el esquema de la
productividad en la América Latina,
pues esta nunca se refleja en ganancia para la clase obrera. De manera que es injusto que se apele a la
laboriosidad de los trabajadores para incrementar una producción de cuyos beneficios
ellos NO participan.
Las oligarquías entienden la
productividad como una condición en donde el Estado debe darles todas las ventajas. Nada de impuestos, subvención, créditos,
servicios públicos gratis y mano de obra
barata. Incluso la desleal DEVALUACIÓN, mediante la cual se
garantizan cierta primacía sobre los competidores del área. Todos los políticos dicen que “hay que
incrementar la productividad”, pero nunca mencionan al factor laboral como uno
de los pilares de la producción, el cual tiene pleno derecho a recibir los frutos
de la riqueza que ha ayudado a producir.
En los programas políticos todo es tan claro, aburridor y repetitivo, que
la única magia que hay en el proceso es la actitud de los pueblos. Y vean que esta conducta no es determinada
por la mayor o menor alfabetización de
nuestros países. Naciones con alto
índice de cultura, así como las más analfabetas, incurren en el mismo patrón de
comportamiento suicida. Indios,
mestizos, blancos y negros. No importa
el factor étnico, todos responden de la misma forma borreguil ante el canto de
sirena de los políticos (el brazo armado de las oligarquías). ¿Cuál es la causa de tal proceder? Un misterio insondable… ¿Lo saben ustedes?
Politiquerescamente
Ricardo
Izaguirre S. E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Entrada al blog “LA
CHISPA”: http://lachispa2010.blogspot.com/
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