jueves, 22 de marzo de 2012

605 ¡Feliz Año Nuevo!


605   LA CHISPA                
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡FELIZ AÑO NUEVO!
            Cuando el 21 de marzo la Tierra “pase” por el Punto Vernal, uno de los extremos del eje de los equinoccios, estaremos entrando en el año X de la Eternidad (cualquiera de la era cristiana).  Si inscribimos la órbita de la Tierra en un cuadrado y la dividimos con dos ejes perpendiculares (x-x, y-y) obtendremos cuatro “cuñas”.   Y cada una de estas sería la representación bidimensional  de las estaciones.  A la línea de las X le llamaremos eje de los SOLSTICIOS, y a la de las Y, eje de los EQUINOCCIOS.   Cada espacio astronómico entre un solsticio y un equinoccio hace una ESTACIÓN, aunque estas nada tienen que ver con las condiciones meteorológicas.  NO ES INVIERNO porque llueva, haga calor o nieve.  La estación es el espacio contenido en cada una de las cuatro divisiones de la órbita terrestre.  Y la tierra entre en cada una de ellas a medida que avanza en su movimiento de traslación, y estas cambian al llegar a cada uno de los puntos marcados por esos ejes imaginarios.  Entender esto sería bueno para muchos que vivimos en el Hemisferio Norte y solemos decir que en diciembre entra el “verano”.  Para nosotros este es sinónimo de época seca, e “invierno”, de lluvia.  Veamos cómo está la cosa para no seguir incurriendo en esa equivocación.   Las puntas del eje de los equinoccios son alcanzadas por la Tierra el 21 de marzo y el 23 de septiembre.   Y a los extremos del eje de los solsticios, la madrecita tierra llega el 21 de diciembre y el 21 de junio.
            Ahora bien, las estaciones del año se inician en el Punto Vernal (21 de marzo) cuando se inicia la Primavera, ciclo maravilloso del renacimiento de la vida.  Marca el retorno del sol de la vida de los campos de la muerte: el frío y oscuro invierno.  Es la resurrección de todo, la alegría, el calor, la vida.  Después de tres meses la Tierra llega al eje de los solsticios (21 de junio) y se da inicio al VERANO.   Luego alcanza el otro extremo de la línea de los equinoccios (23 de set.) y entramos en el OTOÑO, época que empieza a marcar el sueño estacional en el que deberá sumergirse la Naturaleza, y cuando el astro rey empezará a internarse en “el mundo de abajo”.   Recuerden que todos estos conocimientos fueron descubiertos por los habitantes del hemisferio norte, y según ellos, estaban “arriba”.  También así lo interpretaron sus mitólogos y religiones.  Al final, llegaba la época más triste del año; la de recogimiento,  de “muerte”, soledad y tristeza.  Cuando la Madre alcanza el extremo del eje solsticial (21 de dic), entra al INVIERNO, la última estación del año astronómico.  Estas cuatro estaciones son “al revés” en el sur.  Ellos entran al verano el 21 diciembre, al invierno el 21 de junio; a la primavera el 23 de septiembre y al otoño el 21 de marzo.   De tal manera, la cronología debería contemplar dos inicios de año diferentes, uno para cada hemisferio, pues argentinos, chilenos, uruguayos etc., entraron al año 2012 en su primavera que se inició en septiembre, lo cual nos da un desfase de seis meses.
            Entonces, ¿a qué se debe el hecho de que la humanidad celebre la entrada del Año Nuevo en la fase más áspera y brutal del invierno?  Pues a una imposición de la Iglesia.  Toda la cronología occidental es un absurdo impuesto por la religión.  Por lógica, sentido común y practicidad, el Año Nuevo debería iniciarse el 21 de marzo en el hemisferio norte; el primer día de la primavera, que marca el renacimiento de la Naturaleza  desde el Ecuador hasta Alaska, incluida Europa y casi todas las grandes civilizaciones de la antigüedad.  El paso solar del sur hacia el norte (Punto Vernal) es una medida exacta, “eterna”, que nos asegura una precisión astronómica extraordinaria para fijar no solo el año terrestre, sino para montar cualquier cronología de valor universal que no dependa de hechos o caprichos humanos.  Cualquier diacronía basada en anécdotas, mitos, onomásticos, efemérides y otros asuntos inciertos, fabulosos e indemostrables no son más que inventos de tipo religioso, político o militar, y carecen de base científica. 
            ¿Cómo es que una sociedad que presume ser moderna, racional y llena de conocimientos continúa utilizando cronologías tan absurdas como las que rigen nuestra manera de datar la Historia?  Y peor aún, ¿cómo es que el Año Nuevo lo iniciamos en una fecha tan inadecuada?   Es por esa visión tan estrecha que no resulta nada raro que todavía una gran cantidad de personas sigan creyendo que el mundo tiene unos seis mil años de “fabricado”, de acuerdo con la información bíblica.  Los antiguos conocían muy bien el mito astronómico de la Natividad, pero sabían muy bien que este era una reseña cosmogónica que nada tenía que ver con el natalicio de un niño de carne y hueso.  Era la Navidad de la Naturaleza en su ciclo eterno.  El retorno del Sol de la vida, hecho cósmico que no tenía relación alguna con la historia del nacimiento del Niño Jesús, el cual fue arbitrariamente fijado 500 años después de ese “suceso” que a nadie le consta. 
            En algún momento se deberá rectificar semejante disparate para que la humanidad pueda gozar, sin importar en lo que crea, en un método exacto y científico para hacer un registro preciso de su Historia.  Así, pues, el año debe iniciarse en el primer día de la primavera, el cual es el 21 de marzo de nuestra actual y absurda cronología.  Allí empezaría el año natural y en armonía cósmica; con un verdadero sentido astronómico para los científicos; espiritual para los místicos, y religioso para el creyente ordinario.  Por ahora, estamos condenados a seguir celebrando algo que no tiene sentido alguno. 
            Queridos amigos: “Feliz entrada al Año Nuevo X de la Eternidad”.   Ayer 21 de marzo, equinoccio de primavera, el día y la noche tuvieron igual duración.  Y a partir de ese instante, los días irán alargándose en minutos luz (fenómeno más apreciable en las altas latitudes), y las noches serán más cortas, hasta que lleguemos al solsticio de verano (21 de junio) cuando se da el día más largo del año en nuestro hemisferio.  Ojalá que estos breves datos sirvan para incentivar su curiosidad y no sigan diciendo que en diciembre, enero, febrero y marzo “estamos en verano”, pues resulta una locura que en Costa Rica estemos en “verano” mientras que en México y USA están en invierno, si todos estamos en el hemisferio NORTE.   ¿No lo creen?                                                       ¿Qué piensan de esto en Chile, Uruguay y Argentina?          
            Fraternalmente
                                     Ricardo Izaguirre S.        E-mail:   rhizaguirre@gmail.com


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