605 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica
del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡FELIZ
AÑO NUEVO!
Cuando
el 21 de marzo la Tierra “pase” por
el Punto Vernal, uno de los extremos
del eje de los equinoccios, estaremos entrando en el año X de la Eternidad (cualquiera de la era cristiana). Si
inscribimos la órbita de la Tierra en un cuadrado y la dividimos con dos ejes
perpendiculares (x-x, y-y) obtendremos cuatro “cuñas”. Y cada una de estas sería la representación
bidimensional de las estaciones. A la línea de las X le llamaremos eje de los SOLSTICIOS, y a la de las Y, eje de los
EQUINOCCIOS. Cada espacio astronómico entre un solsticio
y un equinoccio hace una ESTACIÓN,
aunque estas nada tienen que ver con
las condiciones meteorológicas. NO ES INVIERNO porque llueva, haga calor o nieve. La
estación es el espacio contenido en cada una de las cuatro divisiones de la
órbita terrestre. Y la tierra entre en
cada una de ellas a medida que avanza en su movimiento de traslación, y
estas cambian al llegar a cada uno de los puntos marcados por esos ejes
imaginarios. Entender esto sería bueno
para muchos que vivimos en el Hemisferio Norte y solemos decir que en diciembre entra el “verano”. Para nosotros
este es sinónimo de época seca, e “invierno”, de lluvia. Veamos cómo está la cosa para no seguir
incurriendo en esa equivocación. Las puntas del eje de los equinoccios son alcanzadas por la
Tierra el 21 de marzo y el 23 de septiembre. Y a los extremos del eje de los solsticios, la madrecita tierra llega
el 21 de diciembre y el 21 de junio.
Ahora bien, las estaciones del año se
inician en el Punto Vernal (21 de
marzo) cuando se inicia la Primavera, ciclo
maravilloso del renacimiento de la vida.
Marca el retorno del sol de la vida de los campos de la muerte: el frío
y oscuro invierno. Es la resurrección de
todo, la alegría, el calor, la vida.
Después de tres meses la Tierra llega al eje de los solsticios (21 de
junio) y se da inicio al VERANO. Luego alcanza el otro extremo de la línea de
los equinoccios (23 de set.) y entramos en el OTOÑO, época que empieza a marcar el sueño estacional en el que
deberá sumergirse la Naturaleza, y cuando el astro rey empezará a internarse en
“el mundo de abajo”. Recuerden que
todos estos conocimientos fueron descubiertos por los habitantes del hemisferio
norte, y según ellos, estaban “arriba”.
También así lo interpretaron sus mitólogos y religiones. Al final, llegaba la época más triste del
año; la de recogimiento, de “muerte”,
soledad y tristeza. Cuando la Madre
alcanza el extremo del eje solsticial (21 de dic), entra al INVIERNO, la última estación del año astronómico. Estas cuatro estaciones son “al revés” en el sur. Ellos entran al verano el 21 diciembre, al
invierno el 21 de junio; a la primavera el
23 de septiembre y al otoño el 21 de marzo. De tal manera, la cronología debería
contemplar dos inicios de año diferentes, uno para cada hemisferio, pues
argentinos, chilenos, uruguayos etc., entraron al año 2012 en su primavera que
se inició en septiembre, lo cual nos da un desfase de seis meses.
Entonces,
¿a qué se debe el hecho de que la humanidad celebre la entrada del Año Nuevo en
la fase más áspera y brutal del invierno?
Pues a una imposición de la
Iglesia. Toda la cronología
occidental es un absurdo impuesto por la religión. Por lógica, sentido común y practicidad, el Año Nuevo debería iniciarse el 21 de marzo en el hemisferio norte; el
primer día de la primavera, que marca el renacimiento de la Naturaleza desde el Ecuador hasta Alaska, incluida
Europa y casi todas las grandes civilizaciones de la antigüedad. El paso solar del sur hacia el norte (Punto Vernal) es una medida exacta,
“eterna”, que nos asegura una precisión astronómica extraordinaria para fijar
no solo el año terrestre, sino para montar cualquier cronología de valor
universal que no dependa de hechos o caprichos humanos. Cualquier diacronía basada en anécdotas,
mitos, onomásticos, efemérides y otros asuntos inciertos, fabulosos e
indemostrables no son más que inventos de tipo religioso, político o militar, y
carecen de base científica.
¿Cómo es que una sociedad que presume ser
moderna, racional y llena de conocimientos continúa utilizando cronologías tan
absurdas como las que rigen nuestra manera de datar la Historia? Y peor aún, ¿cómo es que el Año Nuevo lo
iniciamos en una fecha tan inadecuada?
Es por esa visión tan estrecha que no resulta nada raro que todavía una
gran cantidad de personas sigan creyendo que el mundo tiene unos seis mil años
de “fabricado”, de acuerdo con la información bíblica. Los antiguos conocían muy bien el mito
astronómico de la Natividad, pero
sabían muy bien que este era una reseña cosmogónica que nada tenía que ver con
el natalicio de un niño de carne y hueso.
Era la Navidad de la Naturaleza
en su ciclo eterno. El retorno del
Sol de la vida, hecho cósmico que no tenía relación alguna con la historia
del nacimiento del Niño Jesús, el cual fue arbitrariamente fijado 500 años después de ese “suceso” que a nadie le consta.
En
algún momento se deberá rectificar semejante disparate para que la humanidad
pueda gozar, sin importar en lo que crea, en un método exacto y científico para
hacer un registro preciso de su Historia.
Así, pues, el año debe iniciarse en
el primer día de la primavera, el cual es el 21 de marzo de nuestra actual y absurda cronología. Allí empezaría el año natural y en armonía
cósmica; con un verdadero sentido astronómico para los científicos; espiritual
para los místicos, y religioso para el creyente ordinario. Por ahora, estamos condenados a seguir
celebrando algo que no tiene sentido alguno.
Queridos
amigos: “Feliz entrada al Año Nuevo X de
la Eternidad”. Ayer 21 de marzo,
equinoccio de primavera, el día y la noche tuvieron igual duración. Y a partir de ese instante, los días irán
alargándose en minutos luz (fenómeno más apreciable en las altas latitudes), y
las noches serán más cortas, hasta que lleguemos al solsticio de verano (21 de
junio) cuando se da el día más largo del año en nuestro hemisferio. Ojalá que estos breves datos sirvan para
incentivar su curiosidad y no sigan diciendo que en diciembre, enero, febrero y
marzo “estamos en verano”, pues resulta una locura que en Costa Rica estemos en
“verano” mientras que en México y
USA están en invierno, si todos estamos en el hemisferio NORTE. ¿No lo creen? ¿Qué piensan de esto en Chile, Uruguay y
Argentina?
Fraternalmente
Ricardo Izaguirre S. E-mail:
rhizaguirre@gmail.com
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