jueves, 8 de marzo de 2012

489 ¿Cómo funciona la politización?

489   LA CHISPA   

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

CÓMO FUNCIONA LA POLITIZACIÓN 

            “Divide y vencerás”, reza un pérfido refrán militar que sigue teniendo vigencia extraordinaria en todos los campos de la actividad humana.           
Cuando se discutía el TLC, se vieron en funcionamiento los mecanismos de la “politización”.  Pero por sobre todo, pudimos ver en acción la más brutal maquinaria político-partidista en el Poder y al servicio de la Oligarquía.  Sin el menor asomo de sonrojo o vergüenza, la Argolla, liderada en sus intereses por el propio Presidente, se dio el lujo de hacer lo que le dio la gana, pasando por encima de todo aquello, legal o no, que resultara algún impedimento a sus objetivos.  Estiraron la Constitución a su antojo y lograron que los pronunciamientos de la Sala Constitucional diera por buena cuanta interpretación hicieron de ella.  Los funcionarios mintieron de la forma más desvergonzada imaginable, inventaron, calumniaron, amenazaron y crearon un terrorismo estatal que terminó por convencer a miles de ciudadanos acerca de las supuestas bondades de un tratado que, al fin de cuentas, solo era un cuento de hadas para el pueblo, aunque eso sí, de buenos resultados para sus promotores y defensores.  
Incluso vimos uno de los trucos políticos que señalamos en “La Chispa” anterior: la farsa política de las Asambleas, en las cuales se discuten cuestiones “ideológicas” como si de verdad tuvieran algún interés en ellas.  Los oficialistas “representantes del pueblo”,  no hicieron más que plegarse a la línea de partido marcada desde El Zapote, y desoyeron olímpicamente la voz del pueblo expresada masivamente en las calles.  Y los demás, trataron de lucirse en busca de alguna candidatura presidencial.  Pero cuando llegó la hora de la verdad, todos se decantaron por lo que era de esperar: se aprobó el tratado y toda la Agenda Complementaria que el Gobierno (Oligarquía) necesitaba para festinar los bienes públicos y hacer sus negocios-tigre.  Por algunos días el pueblo tuvo la falsa esperanza de que en la Asamblea tenía “representantes” que velarían por su patrimonio.  Pero el sueño concluyó con una desilusión más.  Los diputados “del pueblo” votaron de acuerdo con los dictados de sus verdaderos electores.  Cada uno por sus propios intereses, los cuales nada tienen que ver con la mansa masa electoral que convocan cada cuatro años.
Pero lo más importante, desde el punto de vista de las lecciones que puede obtener el ciudadano consciente, fue la demostración práctica de lo que es la politización, y de la cual se debe prescindir en todo movimiento popular que busque resultados de bien común.  Vimos de todo: etiquetado, descrédito, “color”, burla, sarcasmo, falsas atribuciones, calumnia, usurpación de papeles, mentiras a destajo, acusaciones de todo tipo como falta de patriotismo, vinculación a intereses ajenos a la nación.  En fin, toda la gama de recursos con los que cuentan las Oligarquías para garantizarse su permanencia en el Poder y el logro de sus objetivos económicos, que es lo único que les importa.  Incluso se recurrió al maniqueísmo más tosco imaginable.  Los que estaban con el TLC eran los buenos, demócratas, patriotas, buenos costarricenses, honrados…   Y los que estaban en contra eran los malos de la película, financiados por Hugo Chávez, Fidel y Ortega (vinculación).  Se les etiquetó de antipatriotas, chavistas, comunistas, ateos, vendidos y todo lo que se les pudo ocurrir.  Con el corifeo situado en la casa presidencial, la prensa y los políticos del partido oficial, desataron la más bárbara y demagógica campaña jamás vista.  No hubo argumento, por bajo o ruin que fuera, que no utilizaran los organizadores de la fanfarria que montaron para convencer a miles de personas ingenuas, que ni ese tiempo ni ahora, tienen la menor idea de lo que representa en realidad el TLC ni quiénes son sus únicos beneficiarios.  
Lo que debía ser un debate cívico de altura, dado lo que estaba en juego, la Oligarquía lo convirtió en una mascarada politiquera de la más baja calaña, sin importarle un bledo hacer de la mentira su emblema.  Sin ética y sin respeto alguno por la verdad o la decencia, hicieron gala de la forma más charralera de politizar una gran jornada patriótica.  Pero “ganaron”, y ese suele ser el único objetivo de esa gente.  Lo único que cuenta.  La labor de concienciar a las masas fue deficiente y tardía, y por eso se impuso la demagogia oficial.  La falta de recursos económicos no pudo igualar a la tremolina que desde todos los medios hacía la línea oficial del Gobierno-Oligarquía.  La política que siguieron fue simple y brutal, al más puro estilo nazi: mentir, mentir y mentir.  Y después de hacerlo mil veces, la gente empezó a creer en la tesis de la Oligarquía.  Estigmatizaron y calumniaron a los dirigentes de la oposición al tratado, los desacreditaron y los vincularon con todos aquellos individuos y movimientos políticos que tradicionalmente han sido el “coco” de la gente sencilla de Costa Rica.  Eso sin olvidar el tibio papel de la Iglesia que, como ha sido costumbre, siempre suele alinearse del lado que le conviene.  Todo se POLITIZÓ admirablemente.  Si el líder de tal o cual sindicato estaba con el NO, de inmediato se le inventaba de todo para desacreditarlo y socavar las bases del movimiento.  Cualquier declaración de intelectuales o ciudadanos respetables era ridiculizada e interpretada fuera de contexto para que pareciera errada, falsa o partidarista.  “El que no está con nosotros, contra nosotros es”.  Somos los buenos y patriotas miembros de la Oligarquía, y quien no esté de acuerdo con el TLC es traidor a la Patria, caldero-comunista, orteguista, chavista o castrista y recibe financiamiento de las FARC o de Al Qaeda.
En este escaparate de falacias que montó el oficialismo, vimos todo lo mejor del arsenal de “argumentos” con los que cuentan las Oligarquías para la consecución de sus fines.  Es lo mismo que emplean en diminuta escala cuando se trata de desarticular los movimientos cívicos de pequeño alcance, pero su eficacia es la misma.  Es por eso que los ciudadanos NO DEBEN tolerar la intromisión de ningún partido político en sus actividades en pro de beneficios comunales.  Esta táctica preventiva debe ser una norma en el quehacer cotidiano en la lucha de las trincheras civilistas.  No permitir la POLITIZACIÓN de los esfuerzos populares.
Ricardo Izaguirre S.                                       E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
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