domingo, 28 de junio de 2015

162 ¿Creyentes vs no creyentes?



162    LA CHISPA   

LEMA: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿CREYENTES  vs. NO CREYENTES?

            Aclaremos para no darles ventajas a unos u otros.  Las creencias religiosas en generalidades lógicas, aunque improbables en el plano físico y cotidiano, constituyen una posición aceptable y digna de respeto.   La gnoseología (lógica trascendental) explora la posibilidad del conocimiento en forma apriorística, lo cual es la confirmación de una posibilidad de la existencia de ciertas verdades religiosas.  Sin embargo, la creencia en tonterías indemostrables ni siquiera mediante el sentido común, es aquella parte de las religiones que ha dado pie a los agnósticos para la burla y las generalizaciones tan dañinas y erradas como aquello de lo cual se burlan o pretenden criticar.  Y no es esa parte del sistema de creencias de las religiones la que debe ser el objetivo de la crítica científica. 
            Pero... ¿por qué cree la gente?  Porque es agradable y da esperanza.  ¿En qué?  Eso poco importa.  Lo que cuenta es que produce una sensación de felicidad.  Creer es una necesidad humana, porque el mundo de la realidad evidente, indudable e irrebatible es muy limitado.  En cambio, la creencia conduce al individuo hacia mundos casi absolutos, en donde los únicos límites no están formados por la velocidad de la luz o del sonido, sino por su propia capacidad de imaginación.  Y eso es bellísimo, aunque sea irreal.  Pero... ¿es real la “realidad” del científico o del seudo-científico?
            Recordemos que hay millones de agnósticos (no creyentes) que lo son únicamente por resentimiento en contra de la religión (alguno de sus aspectos: humanos, metodológicos o dogmáticos).  Y hay otros que lo son por incapacidad para discernir entre lo que es una creencia lógica, y las supercherías que matizan y casi ahogan a los sistemas religiosos.  “Algo tiene que haber” en las religiones, pues sería necio suponer que tantos miles de hombres de cultura increíblemente superior, hayan sido creyentes y practicantes de la religión.  Es arrogancia desmesurada suponer que todo creyente es tonto o ignorante.  Esa posición del agnóstico, detrás de la cual se parapetan muchos seudo-científicos, es mucho más ridícula, pobre, dañina y estéril que las peores idioteces de las religiones, pues mientras estas conceden esperanzas, la seudo-ciencia es seca, vacía y limita el vuelo del espíritu o imaginación, o lo que sea el pensamiento e ilusiones del hombre. 
            Creer es divertido, de eso no hay duda.  No da certeza alguna, pero después de todo... ¿para qué sirve la certeza en algo?  La certeza es fría, absoluta, definitoria, mortal y ajena a nosotros, algo sobre lo cual nada podemos hacer; es lapidaria.  En cambio, la creencia es atemporal, casi cómica, y es el material sobre el cual el hombre trabaja entusiasta tramando la tela de sus sueños.   ¿Qué puede ser más lindo que CREER que somos amados por la mujer de nuestros sueños?  ¿Y puede haber algo más reconfortante que CREER que somos INTELIGENTES?  Nada es más tentador que eso, aunque una rápida revisión temporal de todas las idioteces que hemos cometido durante los últimos meses nos diga lo contrario.  El que no cree “no está en nada”, porque estrictamente hablando, TODOS SOMOS CREYENTES.   Creemos en las religiones; o en los argumentos que las contradicen.  Creer que Dios no existe es tan improbable como creer que existe.  Entonces el creyente y el no creyente creen en una misma falacia o verdad, que siempre será un ETERNO TEOREMA, pues tan indemostrable es la EXISTENCIA como la NO EXISTENCIA DE LA DEIDAD.  Entonces, pareciera que no tiene caso alguno discutir sobre este asunto, pues la afirmación de que Dios no existe, ES UNA CREENCIA, tan improbable y volátil como creer que sí existe
            Creer es reconfortante, porque la creencia es una especie de “realidad” a la que podemos modificar a nuestro gusto y antojo.  Pero... ¿para qué sirve eso?  Para lo mismo que sirve no creer: PARA NADA.  Pero es más divertido y no nos duele ni nos asusta, si no llegamos a los extremos de la superchería.  ¿Que creer en Dios o la vida eterna es una tontería?  Talvez... pero es divertido y lleva alegría a las vidas de billones de desgraciados cuyo único “alimento” es la esperanza.   Lleva paz a legiones de desdichados que, por dicha, no han podido estudiar para convertirse en “agnósticos” porque ni siquiera saben qué significa esa palabra.  ¿Que las creencias religiosas son una tontería?  Es más que probable... pero hacen felices a las personas, a la vez que les proporcionan  ilusiones y algo de paz.
            La doctrina agnóstica le niega al hombre la posibilidad de conocer lo metafísico y al ser absoluto; pero esto encierra una contradicción, pues hace una generalización absoluta a partir de sus creadores (Huxley y Kant); y ni ellos ni los neokantianos tienen el privilegio o la autoridad para negar esa posibilidad en forma tan tajante a todo el género humano.  ¿Acaso no es científica la Ley de Probabilidades?  Entonces... ¿no existe la posibilidad de que algunos hombres puedan tener acceso al mundo de la Metafísica o de la Divinidad?  Debe ser una posibilidad.
            Muchos piensan que creer en la ciencia y aferrarse a sus postulados, tiene como único objetivo contradecir las creencias de las religiones.  La ciencia tiene como objetivo la búsqueda de la verdad; pero ese también es el objetivo de las religiones, aunque con una metodología diferente.  Tanto el objetivo de la ciencia como el de las religiones es encontrar la verdad por la verdad y no por su utilidad material.   ¿Pero cuál verdad?  ¿Algún absoluto?  ¡Nada de eso!  Simplemente verdades prácticas (conocimientos) que resistan el escrutinio del sentido común y del tiempo.   Pero el concepto de “ciencia” ha sido secuestrado por los seudo-científicos, bajo la premisa falaz de que solamente lo que se estudia y acepta en las universidades, laboratorios y academias tiene el rango de “verdad científica”, y que los demás son charlatanes o “creyentes”,  epíteto que utilizan de manera peyorativa.  Sin embargo, se puede encontrar verdades de validez universal tanto dentro de la religión como en la Academias.  Son los matices los que varían; pero sobre todo, la ARROGANCIA de los que creen que la “Ciencia Oficial” es la custodia infalible de la única verdad. Pero veamos algunas de esas verdades de la “ciencia”. 
            Ptolomeo fue el primer científico en el campo de la Astronomía “occidental”.  Y los errores en los que incurrió, gracias a su “autoridad científica”, retardaron el estudio de esa ciencia por más de mil quinientos años.  Beroso y todos los grandes astrónomos y astrólogos de Caldea y la India, conocían perfectamente  el sistema heliocéntrico (que no fue invento de Copérnico), y con base en esos conocimientos (de origen místico, según se dice) cimentaron gran parte de su ciencia.  El origen y evolución del universo y sistema solar, están bien explicados en los Vedas, obras de origen religioso.  Nada nuevo ha agregado la ciencia a los conceptos de la vedanta.  A lo sumo, ciertas variaciones con pretensión de modernas, sobre el mismo tema vedantino.  Una de ellas es la teoría del famoso Big Bang, propuesta por A. Penzias y R. Wilson en 1 965, la cual ya resulta insuficiente para explicar otros fenómenos tales como la uniformidad actual del universo después de ese inicio tan caótico.  Y para paliar esa debilidad, Alan Guth propuso en 1981, la teoría acerca del “universo inflacionario”.  Luego en 1982, A.D. Linde planteó otra teoría que sostiene que el universo “es una burbuja dentro de otra burbuja mayor”.  Y así sucesivamente.  ¿Es eso ciencia?  Si ninguna de esas teorías ha podido resistir el escrutinio del sentido común ni siquiera por medio siglo, ¿cómo puede el Big Bang considerarse ciencia y tener tan fanáticos defensores?  Sin embargo, las “teorías” sobre el origen del universo, contenidas en los Vedas y la Doctrina Secreta, han soportado el paso de los milenios y el análisis de las mentes más agudas de la humanidad.  La “ciencia” dogmática es la única dueña de verdades absolutas, pues la ciencia verdadera, casi siempre ha ido al unísono con ciertas verdades ancestrales suministradas por las religiones.  Especialmente por la Astronomía. 
            Veamos otro ejemplo de la “ciencia”.  Antes se pensaba que el planeta Plutón, descubierto por C.W. Tombaugh en 1930, estaba cubierto en toda su superficie por metano congelado.  Y esa era la voz autoritativa de la “ciencia”, en la que casi todos creían y defendían como verdad absoluta.   Sin embargo, dice un texto científico moderno: Ahora “se cree que el nitrógeno helado predomina en la superficie, y que su fina atmósfera está formada especialmente por nitrógeno gaseoso, y no por metano, como antes se pensaba”.   ¿Se cree, se pensaba?  ¿Es eso ciencia?   ¿Cuánto durará esa CREENCIA CIENTÍFICA? 
            El Big Bang se produjo hace QUINCE MIL MILLONES DE AÑOS.  No, dice Lawrence, fue hace DOCE MIL MILLONES, NADA MÁS.   ¿En qué quedamos?  ¿Pueden brincarse TRES MIL MILLONES DE AÑOS ASÍ DE FÁCIL?   ¿Es eso ciencia o CREENCIA?  ¿Qué certeza científica hay en estos cálculos?
            Durante los años treinta y pico en adelante, la empresa productora de la leche en polvo llamada KLIM, financió gran cantidad de facultades de medicina en las universidades de los Estados Unidos, pero discretamente, hizo que se introdujera en los programas de estudio, la falacia de que la leche en polvo (enriquecida y todo lo demás) era un estupendo sustituto de la leche materna.  Incluso que era mejor, ya que era totalmente aséptica, homogénea y desprovista de los inconvenientes derivados de la salud o fortaleza de la madre.  Y esa CRIMINAL “verdad científica” se convirtió en una realidad en todos los Estados Unidos y gran parte del mundo, en donde la gente podía comprar la leche Klim y todas sus congéneres que aparecieron como abejones de mayo.  Esa era la voz de la ciencia autoritativa, que apabulló a las humildes creencias milenarias que nos decían que la leche materna es insustituible para ese período de vida llamado lactancia.  Desoyendo en consejo del sentido común y de milenios de experiencia (creencias) humana; y cientos de miles de años en las especies mamíferas, se dio rienda suelta a la “moda científica” de atarugar a los niños de leche en polvo.   Y esa era una verdad científica en su momento.  Y quienes la contradijeron, eran unos locos, ignorantes y “creyenceros” en costumbres primitivas y obsoletas. 
            Hoy, por dicha, la medicina ha reconocido el papel insuperable de la leche materna en la alimentación de los niños.  Incluso la medicina oficial (alopática) repite lo que los desprestigiados naturalistas dijeron en ese tiempo: la leche materna no solo es un alimento extraordinario, sino que es una vacuna en contra de una multitud de enfermedades.  El niño que mama del pecho de su madre tiene buenos y fuertes huesos, casi no se resfría ni tiene problemas respiratorios.  Tiene buenos y sanos dientes, y NUNCA le da poliomielitis.  La leche materna no solo es una leche especial que la naturaleza prepara para los niños en general, sino que es un alimento que CADA MADRE FORMA PARA SU HIJO.  No para todos, sino para ese niño en particular.  La historia ha confirmado este aserto.
            Entonces, ¿creemos o no?  ¿Somos creyentes o no?  Creemos en la verdad o el error, pero SOMOS CREYENTES. 
                                    “Creyenceramente”
                                                           RIS          E-mail:      rhizaguirre@gmail.com
       

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