137 “LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL TERROR DE LAS MATEMÁTICAS
Siempre es lo mismo, en todos los
colegios, en todos los niveles: fracaso casi total en “mate”. Dos y dos son cinco. Parece ser un axioma que nadie se atrevería a
discutir. Aquí o en la China, en inglés
o árabe; ahora o en el futuro, en el 2004 o en el menos 2004. ¿Entonces?
Si algo es tan simple y de validez universal, ¿qué es lo que hace que
tanto niño y jovencito fracase en la aplicación de sus principios
elementales? Ciento veinte entre dos,
siempre dará sesenta; y cuatro por dos siempre será ocho. ¿Entonces?
Si las operaciones matemáticas son unívocas, ¿por qué tanta
confusión, error y fracasos en su enseñanza?
¿Son nuestros estudiantes una turba de incapaces? Alumnos brillantes en materias tan difíciles
como la Historia o la Filosofía, fallan escandalosamente en Matemáticas. ¿Por qué?
Las mismas matemáticas nos enseñan
que una ecuación se compone (en lenguaje común) de dos términos idénticos. Eso significa, en romance vulgar, que hay
tanto aprendizaje como enseñanza hubo.
El axioma pedagógico ENSEÑANZA=APRENDIZAJE, debería funcionar
también en las Matemáticas. Y es esa
ecuación la que está dispareja. No puede
ser que haya ciento por ciento de ENSEÑANZA y que solo se produzca un veinte
por ciento de APRENDIZAJE.
¿Qué es entonces lo que anda mal?
Eso deberían saberlo desde el más humilde hasta el más competente de los
profesores y maestros de matemáticas. NO
PUEDE SER QUE SOLAMENTE LOS ALUMNOS SEAN LOS RESPONSABLES DEL FRACASO. Puede ser que las cobijas estén “heladas”,
pero el frío no solo es culpa de ellas.
Desde hace muchos años se inició la
“leyenda del miedo” y se encendió su llama simbólica que, desde entonces, no ha
parado de crecer y conducir a nuestros alumnos por la vía del terror. ¡Y vaya que ha tenido sus vestales y cultores
fanáticos que se creen miembros de una cofradía como la Santa Inquisición! Legiones de profesores de matemáticas tienen
un enfoque erróneo de su oficio, y
utilizando una lógica muy particular, suponen que su obligación en
el proceso de enseñanza es servir de “COLADOR”. Muchos tienen tan distorsionada la
visión de su papel en el sistema, que incluso sienten el enfermizo placer de
sentirse temidos. El área de matemáticas
es el refugio de muchos simples que, de otra manera, nadie los tomaría en
cuenta o respetaría. Allí hay multitud
de mediocres y fracasados que se sienten felices y recompensados cuando ven las
caras de horror y desaliento en sus alumnos.
O cuando estos emiten un temeroso “huuuuuuy” cuando el maestro de
matemáticas se aparece con los resultados del examen. El departamento de matemáticas suele ser el
refugio de muchos sádicos que encuentran en el alumnado un campo feraz en donde
darle rienda suelta a sus conductas aberradas, para regodearse en el temor que
suscita su presencia aureolada por el pavoroso título de: “el profe de mate”.
Yo soy un viejo a punto de hacer “el
clavado final”, y JAMÁS EN MI VIDA HE UTILIZADO UN MALDITO LOGARITMO. Para nada.
Entonces ¿cuál es el propósito de arruinar, frustrar y confundir la vida
de un niño o jovencito porque no sabe cómo son las patas de un triángulo
escaleno o porque no sabe sacar un seno matemático? En realidad, y en la vida práctica ¿a quién
le importa eso? La escuela y el colegio
deben preparar al niño para la vida, para aprender a usar su potencial de
adaptación y supervivencia; en síntesis, PARA “VIVIR LA VIDA”, Y NO PARA
JODÉRSELA EN EL PROCESO. ¿Cuántas
personas recuerdan con rencor o indiferencia a sus profesores de
matemáticas? Millones. Y no se trata de que “antes” era mejor que
ahora o viceversa. O que nuestra
enseñanza primaria y secundaria sea mejor o peor que la norteamericana o la del
resto del mundo. La enseñanza es una cuestión
vital de vigencia permanente para todos los niños. A ellos nada les importa la vanidad de
los adultos, tampoco las consideraciones que acerca de la calidad de la
enseñanza (de acuerdo con la óptica del adulto) hagamos. Ellos solo quieren ser felices, y la escuela DEBE
SER EL MEDIO para lograrlo. Y si con nuestro trabajo como maestros
logramos obtener un niño feliz, TODO LO DEMÁS SALE SOBRANDO, PORQUE
EL HOMBRE FELIZ ES CAPAZ DE TODO, incluso de aprender matemáticas, de
las útiles de verdad, CUANDO SE
NECESARIO.
No es que no importen la disciplina,
el dominio del lenguaje básico y cierta base de datos, pero eso NO ES
ESENCIAL. En la actualidad, el disco
duro de un ordenador sencillo puede acumular todos los conocimientos de toda la
humanidad. En la Internet está TODO. Con solo meterle el dedo a una calculadora de
bolsillo, me salen todas las sumas y restas del mundo, todas las matemáticas de
la galaxia. Yo recuerdo a un profesor de
matemática que se oponía ferozmente a que sus alumnos utilizaran las
calculadoras, amparado en un cavernícola pretexto que en su mente tenía la
validez de un axioma. ¿Cuántos profes de
mate todavía siguen creyendo que el Universo gira alrededor de las matemáticas
infantiles que ellos enseñan en los colegios?
La vida no es un teorema matemático, sino una mezcla infinita y
riquísima de todas las experiencias imaginables. Y en ella, la aritmética y el álgebra solo
son un puntito desagradable y útil a la vez.
No más que eso. No se
desquicia la vida de nadie por no saber matemáticas, y eso es lo que
debieran meterse en sus cabezas los profesores de esa materia. Pero también deberían saber (o reflexionar)
en cuánto daño pueden hacerles a miles de jovencitos por culpa de la visión
errada que tienen de la enseñanza de esta disciplina; pero peor todavía, por la
egocéntrica posición en la cual la han situado.
Algo así como la arrogante clasificación de la que me hablaba un colega
profesor: “Las matemáticas... y el resto”
Enseñar y
aprender matemáticas TIENE que ser una ecuación. ESO LO DEBERÍAN SABER MUY BIEN LOS
PROFESORES DE ESA DISCIPLINA. Si no
hay aprendizaje es porque no hubo enseñanza.
Eso sí es un axioma. Por lo
tanto, la revisión tiene que empezar no solo por los métodos, medios, alumnos,
hogares o cantidad de materia por aprender.
Sin embargo, todo eso es de poca monta, pues al final, lo único que
cuenta es la actitud del Profesor.
Esta es la que propiciará el ambiente festivo, agradable y de tolerancia
que es necesario para la realización de cualquier labor, incluyendo el
aprendizaje de las Matemáticas. No se
trata de imposturas, sino de una actitud sincera, en la que el profesor NO
SE CREA EL CUENTO de que su materia es lo más importante. Lo más valioso son los chicos y lo bueno que
inculquemos en ellos. La semilla
sembrada con amor, producirá ubérrimos frutos aun en los terrenos pobres de
abono.
Yo conozco el caso del eximio
Profesor de Matemáticas don Jorge Aguilar Badilla, cuyo más grande logro
como maestro fue que sus alumnos lo amaran en vida, y que después de su
tránsito, lo sigan recordando con profundo cariño, como me decía un
desfachatado ex alumno común: “Qué Profe más carga era don Jorge, siempre
amable, siempre vacilón.” Esa frase
debería ser el ideal de todos los profesores de matemática, y no la clásica: “el
viejo hijueputa de mate”.
Si le gustó esta “Chispa”,
compártala con otros alumnos que hayan sido víctimas del terror de las
matemáticas. Y si usted es profesor de
esa materia, medite un poco, pues no solo los alumnos son culpables de lo que
pasa. Tal razonamiento no solo es falso, sino malicioso.
Matematiquescamente
RIS
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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digital.
Esta “Chispa” la escribí días después
de uno de los clásicos y periódicos “desastres nacionales” en los exámenes de
Bachillerato, en donde miles de alumnos ven frustrados sus sueños de ingresar a
la universidad porque los “sembraron” en matemáticas. Algo que debe ser revisado en forma
inteligente y no solo bajo el velo de la sospecha, la culpa o la pretensión de
que “yo tengo la razón”. Durante mis
años como profesor, tuve la oportunidad de ver a docenas de compañeros de esa
disciplina y su extraña forma de ver el mundo.
Y eso me da cierta autoridad para emitir las opiniones que escribí en
esta hojita.
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