martes, 9 de junio de 2015

137 El terror de las matemáticas



137   LA CHISPA                                                    
        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL TERROR DE LAS MATEMÁTICAS 

            Siempre es lo mismo, en todos los colegios, en todos los niveles: fracaso casi total en “mate”.  Dos y dos son cinco.  Parece ser un axioma que nadie se atrevería a discutir.  Aquí o en la China, en inglés o árabe; ahora o en el futuro, en el 2004 o en el menos 2004.  ¿Entonces?  Si algo es tan simple y de validez universal, ¿qué es lo que hace que tanto niño y jovencito fracase en la aplicación de sus principios elementales?  Ciento veinte entre dos, siempre dará sesenta; y cuatro por dos siempre será ocho.  ¿Entonces?  Si las operaciones matemáticas son unívocas, ¿por qué tanta confusión, error y fracasos en su enseñanza?  ¿Son nuestros estudiantes una turba de incapaces?  Alumnos brillantes en materias tan difíciles como la Historia o la Filosofía, fallan escandalosamente en Matemáticas.  ¿Por qué?
            Las mismas matemáticas nos enseñan que una ecuación se compone (en lenguaje común) de dos términos idénticos.  Eso significa, en romance vulgar, que hay tanto aprendizaje como enseñanza hubo.   El axioma pedagógico ENSEÑANZA=APRENDIZAJE, debería funcionar también en las Matemáticas.   Y es esa ecuación la que está dispareja.  No puede ser que haya ciento por ciento de ENSEÑANZA y que solo se produzca un veinte por ciento de APRENDIZAJE.  ¿Qué es entonces lo que anda mal?  Eso deberían saberlo desde el más humilde hasta el más competente de los profesores y maestros de matemáticas.  NO PUEDE SER QUE SOLAMENTE LOS ALUMNOS SEAN LOS RESPONSABLES DEL FRACASO.  Puede ser que las cobijas estén “heladas”, pero el frío no solo es culpa de ellas.
            Desde hace muchos años se inició la “leyenda del miedo” y se encendió su llama simbólica que, desde entonces, no ha parado de crecer y conducir a nuestros alumnos por la vía del terror.  ¡Y vaya que ha tenido sus vestales y cultores fanáticos que se creen miembros de una cofradía como la Santa Inquisición!  Legiones de profesores de matemáticas tienen un enfoque erróneo de su oficio, y utilizando una lógica muy particular, suponen que su obligación en el proceso de enseñanza es servir de “COLADOR”.   Muchos tienen tan distorsionada la visión de su papel en el sistema, que incluso sienten el enfermizo placer de sentirse temidos.  El área de matemáticas es el refugio de muchos simples que, de otra manera, nadie los tomaría en cuenta o respetaría.  Allí hay multitud de mediocres y fracasados que se sienten felices y recompensados cuando ven las caras de horror y desaliento en sus alumnos.  O cuando estos emiten un temeroso “huuuuuuy” cuando el maestro de matemáticas se aparece con los resultados del examen.  El departamento de matemáticas suele ser el refugio de muchos sádicos que encuentran en el alumnado un campo feraz en donde darle rienda suelta a sus conductas aberradas, para regodearse en el temor que suscita su presencia aureolada por el pavoroso título de: “el profe de mate”. 
            Yo soy un viejo a punto de hacer “el clavado final”, y JAMÁS EN MI VIDA HE UTILIZADO UN MALDITO LOGARITMO.   Para nada.  Entonces ¿cuál es el propósito de arruinar, frustrar y confundir la vida de un niño o jovencito porque no sabe cómo son las patas de un triángulo escaleno o porque no sabe sacar un seno matemático?   En realidad, y en la vida práctica ¿a quién le importa eso?  La escuela y el colegio deben preparar al niño para la vida, para aprender a usar su potencial de adaptación y supervivencia; en síntesis, PARA “VIVIR LA VIDA”, Y NO PARA JODÉRSELA EN EL PROCESO.   ¿Cuántas personas recuerdan con rencor o indiferencia a sus profesores de matemáticas?  Millones.  Y no se trata de que “antes” era mejor que ahora o viceversa.  O que nuestra enseñanza primaria y secundaria sea mejor o peor que la norteamericana o la del resto del mundo.  La enseñanza es una cuestión vital de vigencia permanente para todos los niños.   A ellos nada les importa la vanidad de los adultos, tampoco las consideraciones que acerca de la calidad de la enseñanza (de acuerdo con la óptica del adulto) hagamos.  Ellos solo quieren ser felices, y la escuela DEBE SER EL MEDIO  para lograrlo.  Y si con nuestro trabajo como maestros logramos obtener un niño feliz, TODO LO DEMÁS SALE SOBRANDO, PORQUE EL HOMBRE FELIZ ES CAPAZ DE TODO, incluso de aprender matemáticas, de las útiles de verdad, CUANDO SE NECESARIO.
            No es que no importen la disciplina, el dominio del lenguaje básico y cierta base de datos, pero eso NO ES ESENCIAL.  En la actualidad, el disco duro de un ordenador sencillo puede acumular todos los conocimientos de toda la humanidad.  En la Internet está TODO.  Con solo meterle el dedo a una calculadora de bolsillo, me salen todas las sumas y restas del mundo, todas las matemáticas de la galaxia.  Yo recuerdo a un profesor de matemática que se oponía ferozmente a que sus alumnos utilizaran las calculadoras, amparado en un cavernícola pretexto que en su mente tenía la validez de un axioma.  ¿Cuántos profes de mate todavía siguen creyendo que el Universo gira alrededor de las matemáticas infantiles que ellos enseñan en los colegios?  La vida no es un teorema matemático, sino una mezcla infinita y riquísima de todas las experiencias imaginables.  Y en ella, la aritmética y el álgebra solo son un puntito desagradable y útil a la vez.  No más que eso.  No se desquicia la vida de nadie por no saber matemáticas, y eso es lo que debieran meterse en sus cabezas los profesores de esa materia.  Pero también deberían saber (o reflexionar) en cuánto daño pueden hacerles a miles de jovencitos por culpa de la visión errada que tienen de la enseñanza de esta disciplina; pero peor todavía, por la egocéntrica posición en la cual la han situado.  Algo así como la arrogante clasificación de la que me hablaba un colega profesor: “Las matemáticas... y el resto”
            Enseñar y aprender matemáticas TIENE que ser una ecuación.  ESO LO DEBERÍAN SABER MUY BIEN LOS PROFESORES DE ESA DISCIPLINA.  Si no hay aprendizaje es porque no hubo enseñanza.  Eso sí es un axioma.    Por lo tanto, la revisión tiene que empezar no solo por los métodos, medios, alumnos, hogares o cantidad de materia por aprender.  Sin embargo, todo eso es de poca monta, pues al final, lo único que cuenta es la actitud del Profesor.  Esta es la que propiciará el ambiente festivo, agradable y de tolerancia que es necesario para la realización de cualquier labor, incluyendo el aprendizaje de las Matemáticas.  No se trata de imposturas, sino de una actitud sincera, en la que el profesor NO SE CREA EL CUENTO de que su materia es lo más importante.  Lo más valioso son los chicos y lo bueno que inculquemos en ellos.  La semilla sembrada con amor, producirá ubérrimos frutos aun en los terrenos pobres de abono. 
            Yo conozco el caso del eximio Profesor de Matemáticas don Jorge Aguilar Badilla, cuyo más grande logro como maestro fue que sus alumnos lo amaran en vida, y que después de su tránsito, lo sigan recordando con profundo cariño, como me decía un desfachatado ex alumno común: “Qué Profe más carga era don Jorge, siempre amable, siempre vacilón.”  Esa frase debería ser el ideal de todos los profesores de matemática, y no la clásica: “el viejo hijueputa de mate”.
            Si le gustó esta “Chispa”, compártala con otros alumnos que hayan sido víctimas del terror de las matemáticas.  Y si usted es profesor de esa materia, medite un poco, pues no solo los alumnos son culpables de lo que pasa. Tal razonamiento no solo es falso, sino malicioso.
                                  
Matematiquescamente
                                                                            RIS

E-mail:          rhizaguirre@gmail.com

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Esta “Chispa” la escribí días después de uno de los clásicos y periódicos “desastres nacionales” en los exámenes de Bachillerato, en donde miles de alumnos ven frustrados sus sueños de ingresar a la universidad porque los “sembraron” en matemáticas.   Algo que debe ser revisado en forma inteligente y no solo bajo el velo de la sospecha, la culpa o la pretensión de que “yo tengo la razón”.  Durante mis años como profesor, tuve la oportunidad de ver a docenas de compañeros de esa disciplina y su extraña forma de ver el mundo.  Y eso me da cierta autoridad para emitir las opiniones que escribí en esta hojita.
           


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