422 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
¿QUIÉN ES DIOS?
Para la forma de pensar de los
vedantinos y de los ocultistas en general, esa pregunta no entraña misterio
alguno y no es motivo de discusión o preocupación; sin embargo, para los
occidentales cristianos, ese parece ser el mayor de sus problemas en el campo
de la religión. Ese nudo acerca de qué
o quién es Dios, se deriva de la mala inteligencia que han hecho acerca de la deidad superior de las religiones
derivadas de la Biblia. Esa contradictoria e
inexplicable persona que adoran las dos vertientes del judaísmo como si fuera
Dios, es la causa de todos los enredos que hay en la cabeza del creyente
occidental. Ese dios condicionado (Yavé
o Jehová) que siente amor y odio; que es iracundo y tiene preferidos, que mata
gente a diestro y siniestro (está en la Biblia), que cae en berrinches y ataques de celos
y rabia, es lo que ha creado la enorme confusión que mantiene en duda permanente
a sus seguidores.
Es claro que ese dios que siente
celos, ira, mala voluntad, deseos de venganza, caprichos, odio y afecto, tiene
que ser alguien desconcertante en quien no se puede tener confianza
absoluta. El dios bíblico es apenas una
mala e ilógica parodia de los dioses de la Grecia: de Ares, Zeus o Dionisos. Pero además de ser una copia muy mal
concebida, carece de la filosofía necesaria para ser entendido como algo más
que un hombre voluble y caprichoso con poderes por encima de los mortales ordinarios. Un dios que tiene arranques propios de los
seres humanos, está muy lejos de ser Dios, y solo es una caricatura de esa
excelsa Deidad a la que hace mención la vedanta, y a la cual, por necesidad
didáctica, define como el Poder por siempre oculto, el Inmanifestado, el
Incondicionado, el Infinito, la
Causa sin causa, el
Absoluto. Ese dios antropomórfico y
personal de la Iglesia
es una imposibilidad lógica que no tiene asidero en ningún sistema
filosófico. Pero debido a esas
características humanoides que le han asignado los occidentales, es que ha
surgido esa incomprensible figura a la cual se le achaca cuanta tontería se les
ocurre a curas y pastores; incluso la necedad de juzgar personalmente a cada
sujeto que muere.
La Vedanta dice, cuando es
necesario referirse a Dios: “Es Aquello
sobre lo cual TODA ESPECULACIÓN ES INÚTIL”.
Brillante definición que nos
libera de esa carga de imposible solución para el hombre. “Toda especulación es inútil”, incluso para
los más elevados dioses de las más evolucionadas Jerarquías. ¿Y por qué?
Porque lo finito es incapaz de
comprender lo INFINITO. Ni siquiera
sobre una plataforma física como es el Universo visible; no tenemos la menor
idea de lo que significa que este se extienda sin límites en todas direcciones. Nuestra mente no puede captar ese
misterio. Se dice que en su simbolismo, la Deidad es una esfera sin
circunferencia, y su único atributo es Ello
Mismo. Los vedantinos van más allá y nos dicen
que Dios es el Incondicionado, es decir, sin
atributos. Para las personas no
familiarizadas con las sutilezas del pensamiento brahmánico, esto resulta una
paradoja incomprensible porque ¿cómo es que Aquel que todo lo puede, carece de
los atributos que le confieren esa Omnipotencia? En el Bhagavad Gita encontramos lo que podría
ser una respuesta comprensible, cuando el Señor Krishna (el dios exotérico del
hinduismo) le dice a su primo Arjuna en la batalla de Kurukshetra: “Con un átomo de mi cuerpo formo todo el
Universo, pero Yo sigo siendo el mismo y sin relación alguna con el mundo
creado”. Un misterio no fácil de
comprender, pues si Dios es impersonal y no tiene conexión directa con nosotros
¿cuál es el tipo de relación que tenemos con Él o Ello?
Entonces ¿a quién debemos pedirle
salud, felicidad, dinero, salvación y todas las cosas que incluimos es nuestra
lista de peticiones a Dios? Y talvez sea
esta posibilidad la que nos ha hecho aceptable y familiar el dios bíblico; ese
que da riquezas materiales y botines de guerra a cualquier individuo aunque
este no sea moralmente digno de recibirlos.
“Pedid y se os dará”. Esa parece ser una de las más aceptables
ofertas del cristianismo. La gratuidad
de los servicios divinos, es el
principal de los argumentos mediante los cuales se hace proselitismo en las
religiones occidentales. Pero ¿no le
faltará algo a esa oferta? Debe existir
una contraparte que nos obligue a algo; pero esa es la parte que siempre
queremos evadir. ¿Se nos da con solo pedir? ¿Así de fácil? Ese enfoque tan superficial de nuestras
relaciones con Dios o los dioses es lo que ha hecho que las confesiones
judaicas se conviertan en una maraña de enredos inexplicables a la luz ni
siquiera del sentido común.
¿Y por qué hemos llegado a creer que
todo es cuestión de convertirnos en pedigüeños eternos? ¿Por qué creemos que todos los asuntos de
nuestras vidas no son más que el resultado de los caprichos de una deidad que
se regocija en nuestra humillación? Y en
última instancia ¿qué es preferible: el Dios impersonal de los Vedas, o el
emotivo de la Biblia? ¿Aquel que no se mete con nosotros; que no
nos “da” nada, pero que tampoco nos exige ni nos castiga? ¿O el dios interesado que demanda nuestra
servidumbre y adoración eterna? Pero
existe una tercera alternativa: el Hombre
mismo. Tenemos que aprender a
caminar sin miedo, con nuestros propios pies y bajo la guía de nuestra
inteligencia, sin estar esperando que alguien “de arriba” venga en nuestra
ayuda. Sin dioses ni santos, sin
religiones ni libros sagrados. Ya es
hora de que nos hagamos cargo de nuestro destino, sin estar esperando el amparo
de un cielo que nunca ha demostrado que de verdad haya favorecido a alguien. Lo que va a pasar, sucede; y lo que no,
no. No importa cuántas peticiones
hagamos, ni a quién. Cada uno recibe lo
que se merece, según lo que ha hecho, ni más ni menos. Todos sabemos la clave de la vida. Solo es asunto de ponerla en acción. Entonces ¿quién es Dios? ¿El dios Matador de la Biblia, o el dios Ausente
de los Vedas? ¿O el Hombre?
Fraternalmente
RIS E-mail: Rhizaguirre@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario