476 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
SU MAJESTAD EL FÚTBOL
Como reza el lugar común: cayó el telón. Hay un nuevo rey en Europa: España.
Felicitaciones a los que nos brindaron el más regular, viril y eficiente
fútbol. Discretos, simpáticos,
optimistas y letales, los españoles fueron escalando peldaño tras peldaño hasta
que la crítica empezó a pensar en ellos en serio. Sin los laureles ni pergaminos de Italia o
Francia; sin la arrogancia de los insolentes alemanes, carentes del brillo
superlativo individual y colectivo de los holandeses; sin el embrujo
sorprendente de los croatas, y sin el espíritu kamikaze y tozudo de los turcos,
la modesta España empezó a ubicarse entre los serios candidatos después de la
apaleada inicial que le dieran a Rusia.
Y cuando los volvieron a machacar
en la segunda ronda, cuando ya los rusos tenían “nombre”, España afloró en el
panorama europeo, en donde siempre ha sido la Cenicienta, como un
grande y serio aspirante a la corona del
deporte más popular y bello del mundo. Sin embargo, el peso de la historia y los
títulos acumulados a lo largo de esta, parecían inclinar la balanza de la
opinión a favor de Alemania, “los jornaleros del fútbol”. En el papel, estos aparecían como Goliat ante
el David hispano. Y así se confirmó en
el duelo final. Los gigantescos germanos
cayeron demolidos ante la habilidad y técnica de “los chiquitines” de la Península, y la victoria
se decantó por los que hicieron el “fútbol bonito y alegre”.
Ante aquellos animalotes de esa defensa,
los españoles parecían liliputienses desvalidos, pero cuando se dio el gol de
oro que habría de certificar la nueva monarquía latina en Europa, el sueño teutón
se desplomó, se pusieron rabiosos y comenzaron a repartir “bizcocho”. A abusar de su físico, a gritar desesperados
y a recurrir a todas las expresiones que hacen que cualquier deporte sea
deslucido. Por dicha la calidad ibérica bastó
para llenar los vacíos de clase que dejaron sus rivales. Daba pena ver a Ballack convertido en un
energúmeno furioso e impotente ante la picardía latina. Lo mismo a los “polacos” y al resto de los
“impronunciables” que constituyen la tropa futbolera de la Germania. Los grandotes Mertesacker,
Metzelder, Lahm, Schweinteiger, Podolsky y Close, fueron totalmente incapaces
ante los diminutos peninsulares que, poco a poco, los fueron exasperando hasta
el punto en que perdieron la compostura y la supuesta frialdad de esa raza. La clásica y proverbial tenacidad de esa
gente de nada les valió ante la maestría y perseverancia del equipo rojo. Los chicos de Aragonés, rompieron con la tradición y marcaron un “hasta aquí” en
la historia futbolera de su país. Una
fecha que habrá de marcar “un antes y un después” en la irrupción de España en
la vitrina de los grandes de ese deporte.
Al ritmo de pasodoble y con sabor a tarde taurina, los españoles les
hicieron una faena inolvidable a las huestes de Joaquín Loew. Les dieron baile y capoteada con rabo y
orejas. Y cuando el “Niño” le enterró el sable al poderoso
toro nórdico, lo hizo hasta la empuñadura para que se desangrara internamente,
al compás de la lenta agonía de ochenta millones de sus paisanos.
¡Valió la pena la espera, la
inversión y toda la infraestructura que se ha venido planificando por
años! Cuando las cosas se hacen bien, el
éxito no es una sorpresa sino una rutina.
Valió la pena haber creado una de las mejores ligas del mundo con la “crême de la crême” de los futbolistas
de Suramérica sobre una base española.
El caudal de sabiduría, ingenio, picardía, habilidad y belleza que los
“sudacas” han inyectado en el fútbol de España, ha dado sus resultados
positivos. En el Niño Torres vimos
destellos de los demoledores y mortíferos ataques de Ronaldo o de un Hernán
Crespo; en Andrés Iniesta y Xavi Hernández, la magia de un Ronaldiho o el Cucho
Cabiasso. En Senna, a un auténtico crack
brasileño; y en la defensa de fondo presenciamos en Sergio Ramos la osadía casi
temeraria de un Roberto Carlos. En Carles Puyol, la hombría, fortaleza y
determinación del azteca Rafa Márquez. Carlos
Marchena nos pareció un Milito, Samuel o Mauro Silva. En Cesc Fábregas y David Silva vimos la
soltura y habilidad de consagrados como Messi, Agüero o Solari y tantas otras
estrellas del fútbol del Nuevo Mundo. En
fin, se percibe, se siente, se ve la influencia americana en esta corona que
ahora lucen orgullosamente los españoles.
Parte de ella corresponde a esa legión de astros latinos que han llevado
y “enseñado” su arte a las canchas españolas, y es por eso que los americanos
nos sentimos orgullosos de la hazaña de los ibéricos, pues en ella está la
contribución de América.
Y ¿cuál es la lección final que
podemos sacar nosotros de este triunfo? Además
de la alegría solidaria que nos produce que un país latino gane algo, está la
cuestión del aprovechamiento didáctico que pueda sacarse de la metodología que
ha seguido España en la consecución de ese título. Inversión, organización correcta, infraestructura
y contratación de los mejores jugadores del mundo para que llegaran a
“enseñar”. Pero valió la pena. Los años de sequía quedaron atrás, y si
España sigue por ese buen camino, es probable, más que probable, que en el año
2010 se pongan sobre la testa la corona mundial. ¡Gloria
a los monarcas del continente viejo! Se abrieron las puertas y ventanas del viejo claustro
español, y entró la luz espantando para siempre a los fantasmas. Ya no
hay “cocos” a quien temer: ni los pergaminos de los tútiles, ni el poderío
económico de los arrogantes germanos; tampoco el escándalo de los fanfarrones
holandeses o de los engreídos suecos. Ya
no asusta a España ni la descomunal Rusia ni la terca y obstinada Turquía;
tampoco la bella Francia o la antipática Inglaterra. Ahora España reina solitaria, y desde lo más alto
del Mulhacén, en la Sierra Nevada, levanta (para
que la veamos desde América) la copa que la acredita como la monarca futbolera
de Europa. Y todo eso, gracias a la
planificación y el trabajo concienzudo, pero sobre todo, al material humano que
han logrado amasar con la contribución individual y colectiva de legiones de latinos
que han insuflado maestría, coraje, optimismo y calidad en lo que era una
monótona y mediocre liga. ¡España, goza tu momento!
Futboleramente
RIS
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