domingo, 16 de agosto de 2015

476 Su majestad el fútbol



476   LA CHISPA  

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

SU MAJESTAD EL FÚTBOL

            Como reza el lugar común: cayó el telón.  Hay un nuevo rey en Europa: España.  Felicitaciones a los que nos brindaron el más regular, viril y eficiente fútbol.  Discretos, simpáticos, optimistas y letales, los españoles fueron escalando peldaño tras peldaño hasta que la crítica empezó a pensar en ellos en serio.  Sin los laureles ni pergaminos de Italia o Francia; sin la arrogancia de los insolentes alemanes, carentes del brillo superlativo individual y colectivo de los holandeses; sin el embrujo sorprendente de los croatas, y sin el espíritu kamikaze y tozudo de los turcos, la modesta España empezó a ubicarse entre los serios candidatos después de la apaleada inicial que le dieran a Rusia.  Y cuando los volvieron a machacar en la segunda ronda, cuando ya los rusos tenían “nombre”, España afloró en el panorama europeo, en donde siempre ha sido la Cenicienta, como un grande y serio aspirante  a la corona del deporte más popular y bello del mundo.  Sin embargo, el peso de la historia y los títulos acumulados a lo largo de esta, parecían inclinar la balanza de la opinión a favor de Alemania, “los jornaleros del fútbol”.  En el papel, estos aparecían como Goliat ante el David hispano.  Y así se confirmó en el duelo final.  Los gigantescos germanos cayeron demolidos ante la habilidad y técnica de “los chiquitines” de la Península, y la victoria se decantó por los que hicieron el “fútbol bonito y alegre”. 
            Ante aquellos animalotes de esa defensa, los españoles parecían liliputienses desvalidos, pero cuando se dio el gol de oro que habría de certificar la nueva monarquía latina en Europa, el sueño teutón se desplomó, se pusieron rabiosos y comenzaron a repartir “bizcocho”.  A abusar de su físico, a gritar desesperados y a recurrir a todas las expresiones que hacen que cualquier deporte sea deslucido.  Por dicha la calidad ibérica bastó para llenar los vacíos de clase que dejaron sus rivales.  Daba pena ver a Ballack convertido en un energúmeno furioso e impotente ante la picardía latina.  Lo mismo a los “polacos” y al resto de los “impronunciables” que constituyen la tropa futbolera de la Germania.  Los grandotes Mertesacker, Metzelder, Lahm, Schweinteiger, Podolsky y Close, fueron totalmente incapaces ante los diminutos peninsulares que, poco a poco, los fueron exasperando hasta el punto en que perdieron la compostura y la supuesta frialdad de esa raza.  La clásica y proverbial tenacidad de esa gente de nada les valió ante la maestría y perseverancia del equipo rojo.   Los chicos de Aragonés, rompieron con la tradición y marcaron un “hasta aquí” en la historia futbolera de su país.  Una fecha que habrá de marcar “un antes y un después” en la irrupción de España en la vitrina de los grandes de ese deporte.  Al ritmo de pasodoble y con sabor a tarde taurina, los españoles les hicieron una faena inolvidable a las huestes de Joaquín Loew.  Les dieron baile y capoteada con rabo y orejas.  Y cuando el “Niño” le enterró el sable al poderoso toro nórdico, lo hizo hasta la empuñadura para que se desangrara internamente, al compás de la lenta agonía de ochenta millones de sus paisanos.
            ¡Valió la pena la espera, la inversión y toda la infraestructura que se ha venido planificando por años!  Cuando las cosas se hacen bien, el éxito no es una sorpresa sino una rutina.  Valió la pena haber creado una de las mejores ligas del mundo con la “crême de la crême” de los futbolistas de Suramérica sobre una base española.  El caudal de sabiduría, ingenio, picardía, habilidad y belleza que los “sudacas” han inyectado en el fútbol de España, ha dado sus resultados positivos.  En el Niño Torres vimos destellos de los demoledores y mortíferos ataques de Ronaldo o de un Hernán Crespo; en Andrés Iniesta y Xavi Hernández, la magia de un Ronaldiho o el Cucho Cabiasso.  En Senna, a un auténtico crack brasileño; y en la defensa de fondo presenciamos en Sergio Ramos la osadía casi temeraria de un Roberto Carlos. En Carles Puyol, la hombría, fortaleza y determinación del azteca Rafa Márquez.  Carlos Marchena nos pareció un Milito, Samuel o Mauro Silva.  En Cesc Fábregas y David Silva vimos la soltura y habilidad de consagrados como Messi, Agüero o Solari y tantas otras estrellas del fútbol del Nuevo Mundo.  En fin, se percibe, se siente, se ve la influencia americana en esta corona que ahora lucen orgullosamente los españoles.  Parte de ella corresponde a esa legión de astros latinos que han llevado y “enseñado” su arte a las canchas españolas, y es por eso que los americanos nos sentimos orgullosos de la hazaña de los ibéricos, pues en ella está la contribución de América.
            Y ¿cuál es la lección final que podemos sacar nosotros de este triunfo?  Además de la alegría solidaria que nos produce que un país latino gane algo, está la cuestión del aprovechamiento didáctico que pueda sacarse de la metodología que ha seguido España en la consecución de ese título.  Inversión, organización correcta, infraestructura y contratación de los mejores jugadores del mundo para que llegaran a “enseñar”.  Pero valió la pena.  Los años de sequía quedaron atrás, y si España sigue por ese buen camino, es probable, más que probable, que en el año 2010 se pongan sobre la testa la corona mundial.  ¡Gloria a los monarcas del continente viejo!  Se abrieron las puertas y ventanas del viejo claustro español, y entró la luz espantando para siempre a los fantasmas.  Ya no hay “cocos” a quien temer: ni los pergaminos de los tútiles, ni el poderío económico de los arrogantes germanos; tampoco el escándalo de los fanfarrones holandeses o de los engreídos suecos.  Ya no asusta a España ni la descomunal Rusia ni la terca y obstinada Turquía; tampoco la bella Francia o la antipática Inglaterra.  Ahora España reina solitaria, y desde lo más alto del Mulhacén, en la Sierra Nevada, levanta (para que la veamos desde América) la copa que la acredita como la monarca futbolera de Europa.   Y todo eso, gracias a la planificación y el trabajo concienzudo, pero sobre todo, al material humano que han logrado amasar con la contribución individual y colectiva de legiones de latinos que han insuflado maestría, coraje, optimismo y calidad en lo que era una monótona y mediocre liga.  ¡España, goza tu momento!
            Futboleramente
                                   RIS     
E-mail:    rhizaguirre@gmail.com
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