miércoles, 9 de marzo de 2011

900 Los pantalones de "tubo"


900   “LA CHISPA    (25 febrero 2011)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS PANTALONES DE TUBO
        Es el nuevo gran asunto de la educación nacional. Todo ha pasado a segundo plano: el inicio y fin de curso, los horarios de clases, los aumentos a los maestros, las escuelas cayéndose de comején, la falta de espacio, de pupitres, de maestros y programas modernos; ausencia casi generalizada de comedores y servicios sanitarios deplorables.  Todo eso es historia.  Ahora el tema trascendental que ocupa al Ministerio de Educación son LOS PANTALONES DE TUBO.   Que si sí, que si no.  Quiaquí y quiallá, questo y quelotro.  Que sin son decentes, que sin son “legales”; que si son vulgares, que si son inadecuados para las muchachas “piernudas”.  En fin, los pantaloncitos de tubo, como la minifalda y los hot pants en su tiempo, han alborotado el cotarro educativo y han sido elevados a la categoría de gran debate nacional.  Ahora bien, ¿qué es lo que tienen en contra de ellos?  Además, ¿Por qué han de ser los profesores los que dicten la moda de las chiquillas-os?  Si a ellas les gusta la moda mortadela, pues que la usen y ya.  Todas esas actitudes de los jóvenes son pasajeras y responden al deseo de afianzar su personalidad y el derecho a elegir que consagra la Constitución; y lo hacen en grupo para desafiar la “autoridad” que ellos consideren molesta.  Y lo es. 
            Yo daba clases todavía cuando vino la moda de la minifalda, y recuerdo la revolución que produjo; este sí que fue un alboroto de película.  Un espectáculo que nos volvía locos a los hombres cuando empezamos a ver bellísimas mujeres en las revistas, cine y televisión.  ¿Y por qué no decirlo, de las guapas colegas que empezaron a usar esas microscópicas enagüitas que hacían las delicias de todos los mirones?  Después de la lavadora automática, ese fue el mejor invento del siglo XX y por el cual, este será recordado “por toda la eternidad”.  Revolcó todos los tabuses existentes; pero como toda moda, llegó el momento en el que dejó de llamar la atención y se volvió a los camisones largos.  Sin embargo, por un parpadeo en el tiempo, la mini causó el regocijo pleno de los hombres, y afirmó el derecho de las mujeres a enseñar “lo que les dé la gana”.  Privilegio que nadie puede ni debe limitarles bajo ningún pretexto; y mucho menos, el moralista.  Recuerdo que durante ese tiempo se montó una especie Salem generalizado en todos los colegios pero, al fin, la Inquisición Ministerial perdió la batalla ante su majestad LA MODA.  Esta rebelión fue total, y no hubo forma de impedirla, a pesar de que hubo cantidad de profesoras, directores y profes (los menos) que se opusieron a la mini; y no solo eso, sino que pretendieron reglamentarla con determinadas medidas ridículas.  Algunos decían que “dos centímetros sobre la rodilla”, otros, “que a mitad de la rodilla”, y algunas, “que dos centímetros por debajo de la rodilla”.  En fin, el gremio de profesores actuó como censor de la moda de las chicas.  Ahora solo podemos sonreír con malicia acerca de semejante fiasco.
            Los profesores olvidaron, como ahora, la fuerza de la moda y les pasó lo mismo que al profeta Isaías, quien desde las páginas de la Biblia, intentó reglamentar los vestidos y ornamentos de las mujeres judías.  Y fracasó estrepitosamente, a pesar de que lo hizo por mandato de Yavé (en realidad, por encargo de los ahorrativos maridos judíos).  Lean a Isaías II- 16 a 26, es divertida la regulación de la boga que intentó este hombre, sin ningún éxito.  Las mujeres israelitas impusieron LA MODA de las pasarelas jonias, griegas y filisteas, a pesar del horrible dolor de bolsillos de sus agarrados maridos.  Además, fueron la causa de la frustración y contrariedad de Yavé e Isaías.  Por favor, lean esos versículos, son COMIQUÍSIMOS y muy aleccionadores acerca de lo que significa la intromisión en asuntos que no son de nuestras incumbencia.  Si las muchachas quieren usar pantalones de tubo… pues ¡qué carajos!  Que lo hagan.  Siempre y cuando no lleguen “chingas”, no hay razón alguna para el hostigamiento por esa minucia.  La moda no se decreta ni se regula, es autónoma, poderosa, tiene su propia vida y estilo.  Luego pasa, muere y se olvida, pero no por algún ucase del ministerio de Educación Pública o del Sacro Colegio de Profesores, sino porque así son las cosas.
            La historia está llenas de estos desatinos del Magisterio: ¿Recuerdan el pelado “tabla”?  Durante un tiempo fue prohibido, como si eso tuviera alguna relevancia en la conducta de los jóvenes.  Después se prohibió el “pelo largo”, los pantalones pachucos, los campana, en fin, cuanta diversión se les ha ocurrido a los jóvenes ha encontrado la resistencia de cierto sector del profesorado.  ¿Por qué?  Puede haber mil respuestas, pero ninguna sería satisfactoria una vez pasado el tiempo.  Todavía sigo sin entender el porqué de la prohibición del pelo largo o la minifalda.  Los pantalones de tubo pasarán de moda, como todo; entonces, ¿por qué no dejarlos que lo disfruten?  Y sin importar que se vean absolutamente ridículas-os, esa es su elección y la expresión auténtica de su voluntad.  Es más, es la de los padres, porque si así no fuera, no se los comprarían.  Colegas profesores: ¡no hagan el ridículo!  No traten de erigirse en censores de la moda porque esta es impredecible, además de todopoderosa.  ¿Recuerdan el “chemise”?
            Estas ocasiones son algunas de las pocas en donde los jóvenes pueden tomarse cierta “revancha” y contrariar a aquellos que siempre les están dando órdenes y diciéndoles qué deben hacer o no; qué es bueno y qué malo.  Cómo deben comportarse y lo que tienen que aprender.  Tanto dominio es abrumador y cansado, y reclama alguna forma de venganza.  Y esta suele aparecer, de vez en cuando, con algunas modas que sirven para contrariar el establishment y fastidiar a sus mayores.  Para amargarles el paso doble a aquellos profesores y autoridades educativas que suponen que la educación es solo dar órdenes y dictar pautas.  La juventud siempre ha tenido su propia dinámica, y cuando esta apunta hacia un objetivo, nada hay que la detenga.  Por ahora, el arma de su desquite son los pantalones de tubo.  Con ellos, como con el pelo largo, tabla, pachucos, campana, afeites, falta de corbata y otras imposiciones solo están tratando de crecer, de encontrar su centro por ellos mismos.  Es la rebeldía natural ante el tutelaje arbitrario y sin explicación.  Y bien harían los profesores con dejarlos en paz, que los usen hasta que se aburran; de por sí, son muy feos e incómodos y pronto los tendrán hartos.  Pero si los hostigan, irán a la universidad con ellos encarnados. 
            ¡Bienvenidos sean los apretados pantalones de tubo!               (¿Los joden con esto en sus países?)
            Tubescamente
                                     Ricardo Izaguirre S.       E-mail: rhizaguirre@gmail.com
PUBLICIDAD: Les recomiendo la lectura de mi libro “EL ANÁLISIS”, a la venta en la Universal
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario