jueves, 23 de diciembre de 2010

872 Solsticio de invierno


872    “LA  CHISPA              (21 diciembre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
SOLSTICIO DE INVIERNO
            No sabemos cómo ni cuando los hombres empezaron a celebrar estos hitos astronómicos que implican profundos conocimientos de esa ciencia, pero se sabe que tenían esta información desde tiempos inmemoriales  y qué indicaban estos en relación con el clima.  Es más, alrededor de ellos se fueron articulando las religiones primitivas y las celebraciones y fiestas públicas.  Para ellos el solsticio de invierno implicaba tristeza, dolor y pérdida temporal, pues el sol emigraba del norte hacia los campos veraniegos del sur, y sumía todas las tierras conocidas en una languidez de muerte que habría de durar hasta el retorno de la primavera, cuando el astro dador de vida, retornaba de su periplo y traía el calor y la alegría al moribundo norte.  Y así se continuaba el círculo interminable de muerte y resurrección, que fue plasmado en infinidad de bellísimas leyendas que han sobrevivido incluso a las religiones originales. 
            ¿Cómo supieron los antiguos acerca de este ciclo?  El sentido común parece indicar que todo fue cuestión de observar la repetición del fenómeno, pero esa respuesta no es satisfactoria, pues el empirismo en este campo no puede conducir a conclusiones matemáticas tan precisas y complejas como la fijación exacta de estos prodigios puntuales en la órbita terrestre.  Además, calcularon con exactitud la fecha del retorno solar a las tierras del norte.  Y eso sería imposible si no tuvieran un calendario exacto, conocimiento sobre la rotación, traslación y otros aspectos de la mecánica celeste que, hasta el día presente son materia indescifrable para la casi totalidad de los hombres.  Entonces, ¿cómo es que esos primitivos tenían semejantes datos sobre una ciencia tan abstrusa?  ¿Cómo llegaron a esos resultados tan sorprendentes?   Los solsticios, como los equinoccios, son puntos astronómicos variables y difíciles de comprender si no es con muchas y complejas explicaciones; con dibujos y todo tipo de diagramas.  Y aún así, continúan siendo una materia volátil, sin punto de apoyo y sin referencias que nos den seguridad.  Debemos “confiar” en lo que nos dicen los que saben.  Y como en el espacio todo se mueve, resulta que en realidad no hay marcas que sirvan para referir estos fenómenos.  Es una complicada relación de movimientos en un Universo en donde todo se mueve. 
            Después del equinoccio de otoño, cuando el Sol pasa por el nodo que forman el plano de su órbita y el de la eclíptica, se inicia la “muerte” del astro; y su renacimiento solo se dará en la primavera, cuando este vuelva a pasar el nodo de manera ascendente.   Y ese punto marca la resurrección, la vuelta a la vida, el esplendor y la gloria; las cosechas y la disposición para que  todas las especies se reproduzcan.  Todo esto era bien conocido por los antiguos.  ¿Cómo?  ¿Por pura observación?   Pero ninguno de esos indicadores están fijos en la órbita, sino que se van desplazando en un lento movimiento que es imposible detectar en la vida de cientos o miles de generaciones humanas.  Ese movimiento retrógrado del Punto Vernal es lo que conocemos como precesión.   Pero ese corrimiento es tan lento que dura alrededor de unos 26 mil años (más o menos).  Cinco ó seis veces más que todo el período histórico que conocemos.  Entonces ¿cómo lo averiguaron estos hombres de una época supuestamente cavernícola y sin tecnología alguna?  Antediluvianos que, según las versiones religiosas y de la ciencia, eran casi infrahumanos.   ¿Cómo calcularon estos movimientos sobre un plano inestable en el que no hay puntos de referencia permanentes?
            ¿Cuántos de nosotros todavía no tenemos ni la menor idea de cómo se desplazan los planetas de nuestro sistema solar?  Y si no fuera que alguien nos dijo en la escuela o colegio que estos existen, no tendríamos ni la menor noción de estos astros y sus movimientos.  Decimos que están allí, que se mueven, que tienen órbitas de tal o cual tipo, pero NO sabemos dónde están, hacia dónde se mueven ni cuál es la velocidad de ese movimiento ni en qué dirección.  Nosotros solo tenemos FE astronómica, confianza en lo que otros nos dicen.  Entonces, ¿cómo es que estos “primitivos” descubrieron esas enigmáticas leyes del universo?  Leyes que para nosotros todavía siguen siendo misterios inextricables.  Materia de FE.  Si nos hicieran tabla rasa en el cerebro y nos pidieran una explicación de cómo funciona el sistema solar, llegaríamos a la desoladora conclusión de que la Tierra es plana, que no se mueve, que es el centro del Universo y que, además, el sol gira alrededor de ella.  Y esta reflexión nos obliga a sentir mucho respeto por la gente que descubrió esos hechos que nos asombran, y que muchos todavía no entendemos ni siquiera de manera superficial.
            Borre de su mente la información formal que le han dado, y trate de deducir las leyes del movimiento planetario con solo lo que usted es capaz de observar.  ¿Qué cree que averiguaría?  Y cuanto más lo piense, más sorprendente y grandiosa continúa siendo la imagen de los hombres que descubrieron esos códigos que rigen el sistema solar.  ¿O se trataba de dioses que les pasaron esas enseñanzas a los individuos más listos de la especie humana?  Si este fuera el caso, el misterio quedaría resuelto y la mente podría descansar.  Estos seres serían el Prometeo de las antiguas mitologías, los ángeles, los elohim bíblicos, el Brahma indo, el Demiurgo platónico, el Logos de los ocultistas, en fin, extraterrestres con sabiduría acumulada a través de incontables eones.  Porque si no es así, IMPOSIBLE saber cómo lo hicieron nuestros humildes antepasados.  Y son esos conocimientos los que nos hacen sospechar de la existencia de seres extraordinarios, producto de ciclos evolutivos anteriores y de una capacidad imposible de racionalizar por nuestra parte, y es por eso que los terrícolas los consideramos dioses.   Después de todo, esa sería una explicación aceptable para todos.  Dioses para la gente sencilla, y alienígenas más desarrollados para los científicos.
            De otra manera, no hay forma de aclarar cómo pudieron darse cuenta de la precesión de los equinoccios, o del solsticio de hoy.  Y eso sin telescopios ni nada, y hace miles y miles de años.  La mayoría ni siquiera nos damos cuenta de que la Tierra tiene una órbita y se mueve por ella.  ¿No es así?  Y más modernamente, ¿cómo hizo Kepler para saber que las órbitas de los planetas son elípticas?  Y a “puro ojo”.  Piénselo, y verá que le da dolor de cabeza.  Si usted tiene algunas respuestas, nos gustaría conocerlas.
            Fraternalmente
                                     Ricardo Izaguirre S.         E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:     La Chispa           http://lachispa2010.blogspot.com/    con link a        Librería en Red


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