martes, 14 de diciembre de 2010

862 El "aire" de superioridad

862    “LA CHISPA     (2 diciembre 2010)                               
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL  “AIRE”  DE  SUPERIORIDAD
             En todo el mundo occidental los aires de superioridad personal están determinados por el color de la piel.  Toda la cultura está estructurada sobre el aspecto del pellejo, lo cual es natural en comunidades en donde ese es el patrón general, en donde todo el mundo es blanco.  En la sociedad moderna esta característica confiere ventajas indudables a todos aquellos que poseen la piel clara.   Pero tiene sus bemoles en donde la gente no es así, y esto da pie para una serie de controversias y actitudes discriminatorias fundamentadas solo en ese aspecto del cuerpo.  Con la emergencia de los países europeos en el dominio cultural, económico y militar del mundo, terminó de asentarse la idea de la superioridad racial basada en el color.  Ser blanco se tornó en el referente humano; y alrededor de esta idea madre, se fue creando el etnocentrismo europeo que, con el tiempo, se convirtió en el estándar de clasificación racial. 
            A Dios se le hizo blanco y de ojos verdes (talvez azules o celestes); a su hijo Jesucristo, a pesar de haber sido árabe moreno y crespo, se le pintó de blanco, rubio y de ojos azules, como Odín y ThorBlanca Nieves era rubia y de ojos azules; también Caperucita Roja, y ni qué decir de la Bella Durmiente y otras bellezas de la “cuentología” occidental.   La mayoría de los héroes griegos eran rubios como Menelao, Minerva, Ceres, Aquiles y una larguísima lista de personajes narrados por Eurípides, quien tenía una predilección fanática por los rubios.  Y hasta los judíos se plegaron a esa tendencia e inventaron que el mítico rey David era rubio (¿de dónde?), lo mismo que  Isaac, el hijo de Abimelec y padre de Esaú y Jacob.  Recuerdan que Esaú era RUBIO o ROJO según la versión bíblica.
 Sin embargo, mientras los europeos eran salvajes e incultos, su color de piel y cabello solo se asociaba con el barbarismo.  Eran ladrones y piratas brutales que siempre merodeaban por la vecindad de las culturas del Medio Oriente, civilizaciones refinadas al máximo, y que eran de piel morena, clara y oscura, sin que eso significara alguna clase de inferioridad.  La mística y culta India era poblada por gente de piel negra, café y clara, y eso era respetable; tanto es así, que ni siquiera el racista Eurípides escribió nada denigrante en contra de la gente de esos colores.  La milenaria China estaba poblada por “amarillos”.
            Con el auge de Grecia y Roma, el asunto empezó a cambiar un poco, pues la cultura se fue trasladando del lejano y Medio Oriente hacia Europa (España en especial) con las migraciones de los árabes.  Y el color de la piel empezó a ser un distintivo que marcaba la frontera sicológica entre los invasores de oriente y los europeos cristianos y civilizados... y blancos.   Y con el auge del comercio y la riqueza de Europa, se marcó la diferencia que dura hasta nuestros días.  Así nació la “superioridad racial”, el etnocentrismo europeo y todas las lacras derivadas de esa pretensión de ser mejores solo por ser blancos.  Y empezó la clasificación de las otras razas en escalas que iban desde los “semejantes a humanos”, hasta los individuos claramente bestiales y sin alma, según teorías europeas fundamentadas en ideas derivadas del judaísmo centroeuropeo (azquenazí).
            El color blanco pasó a representar todo lo bueno; y el negro, todo lo malo.  Dios y Cristo son blancos, el cielo es blanco, la luz es blanca, los caballos de los héroes son blancos; los de los malos, negros.  El Diablo es negro, el Infierno también; los negros son malos y brutos.  La maldad es negra.  La noche es negra y mala y peluda y fría.  Todo lo que es malo está asociado a lo negro, y todo lo negro es malo, incluyendo a las razas. 
            A pesar del enorme repunte de razas “no blancas” como los japoneses, chinos e indios, el patrón blanco sigue siendo la medida que determina cuál punto ocupa el individuo en la escala social; a pesar de las excepciones.   Todo se clasifica de acuerdo con ese rasero.  El blanco es la medida de todas las cosas; luego siguen los mestizos, la ancha banda que forma a la población latinoamericana.  Después están las razas inferiores, según el concepto euro-judío que, aunque no lo digan abiertamente, es el sentimiento que prevalece en ellos.   Incluso los judíos asquenazis ven con aprensión a los verdaderos judíos del Medio Oriente, los cuales conservan su fenotipo original y son genéticamente idénticos al resto de sus parientes árabes.
            Pero es en la América Latina en donde esta situación alcanza su mayor expresión.  En la infinita escala del mestizaje que hay en nuestra “raza”, cada país, pueblo, grupo e individuo, trata de situarse en el más alto peldaño que le es posible, según el “colorímetro” de piel.  Cuanto más  se acerque a la B de blanco, mejor; y cuanto más descienda a la N de negro, pior.  Y si se utiliza el “racímetro”, cuanto más se acerque este a la I de indio, la cuestión se vuelve dramática.  Ese es el acabose.  Ser indio, es lo peor que nos puede pasar aquí, en unas tierras que, por definición, son de “indios”.   Ser autóctono es una maldición.  El que es blanco o blancuzco, da por sentado que es superior incluso a sus propios paisanos de piel más oscura.  Y aunque no sepa en qué diablos se fundamenta ese sentimiento, así está establecido sotto voce, y todo el que goza de ese privilegio, es más carga, más europeo, “más mejor”.   Un abuelito vasco nos da aires de superioridad.
            Entre los latinos la consciencia de ser blancos es la base no solo de la xenofobia, sino de la discriminación con los mismos paisanos.  Eso, a lo largo y ancho de América.  Pero ¿es nueva esta tendencia? ¡Desde luego que no!  La Biblia es el súmmum del racismo, y es la literatura que ha dado pie al separatismo más brutal que hay sobre la tierra.  La farsa del pueblo elegido es la peor cachetada que esa gente le ha dado a la humanidad y al concepto de fraternidad e igualdad ante Dios.  Pero este racismo (“colorismo”) no se limita solo a los blancos, pues en el Bhagavad Gita, en el capitulo primero “El pesar de Arjuna” nos dice: “Por esas malas acciones de los destructores de la familia que crean los MESTIZOS, quedan destruidos los cultos religiosos de la familia y de la casta”.  ¿Qué les parece esta teoría?  ¿Mala, buena?  ¿Y qué piensan de la afirmación de “el pueblo elegido”?  Los aires de superioridad son una manía inveterada del hombre, y se manifiestan mediante diversos mecanismos. Todos ofensivos.  En la actualidad, se fundamenta en el color de la piel, pero ¿es eso suficiente para justificar los atropellos que se cometen por esa causa?
            Racialescamente                    (¿A cuál grupo pertenece usted?)
                                          RIS         E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:      La Chispa    http://lachispa2010.blogspot.com/   con link a  Librería en Red

           
           

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