viernes, 10 de diciembre de 2010

853 Los libros sagrados


853    “LA CHISPA                 (4 noviembre 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS LIBROS SAGRADOS
            El requisito sine qua non para formar una religión en la existencia de un libro sagrado, otorgado por algún dios a un determinado individuo con características especiales que lo han hecho merecedor de semejante gloria.  Un Legislador que ha recibido de viva voz, el código por el cual han de regirse los miembros de ese pueblo, clan, nación o lo que sea.   Y si estos sucesos los situamos en una tierra lejana y exótica, en una época remota, se completa el decorado necesario para montar la obra.  El añejamiento temporal hace creíble cualquier historia, especialmente las que están emparentadas con el Mito y la Tradición.  El Antiguo Egipto, la misteriosa India, la impenetrable China o la Persia de Zoroastro; o el envejecido Israel.  Esa ha sido la norma religiosa en occidente; y solo los irreverentes gringos se atrevieron a romper esa tradición tan respetada y, mediante las visiones de José Smith y sus famosas planchas de oro, dieron origen a una instantánea “historia sagrada” made in USA.  No podía ser de otra manera, en un país que nació para la velocidad. 
            Ahora bien, ¿cuál es la garantía de que un determinado libro sea sagrado?  ¿Existe alguna forma de verificar la autenticidad de uno de esos códigos como El libro de mormón, la Biblia, el Zend-Avesta, el Corán, los Vedas, el Bhagavad Gita y todos los demás que alegan ese origen?  Aparte de la fe de los creyentes, NINGUNA.  Casi todos esos textos son nacidos de la imaginación y astucia de sus creadores; con fines políticos, sociales, económicos y culturales, pero por sobre todo, de DOMINACIÓN.  Desde luego que existe una literatura “sagrada” original en el sentido de ser la más antigua conocida, y esa es la Vedanta de los hindúes, la cual tiene una compleja clasificación que hace muy difícil su entendimiento a la gente occidental.  Esos textos, además, se catalogan en exotéricos y esotéricos.  Y estos últimos son los que se señalan como obras de revelación, palabra que aunque nada afirma, sugiere un origen superior.  Entonces, ¿qué significa sagrado?  El DRAE dice: “Digno de consideración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad”.  También el diccionario afirma: “Divino, perteneciente o relativo a Dios”.   Así, pues, ¿quién certifica que algo (un libro) puede ser sagrado y partícipe de la condición de divino?  ¿Los sacerdotes y feligreses de la religión a la cual ha dado nacimiento algún texto sagrado?  Eso es insuficiente.
Todos los libros sagrados de las religiones occidentales fueron copiados en forma directa o indirecta de la literatura hindú (Vedanta), en parte del budismo, zoroastrismo, religión egipcia y, sobre todo, de la épica griega: el Mito y la Tradición, también derivados de las religiones orientales.  Nada original hay en los credos de occidente, y todos sus relatos tienen su contrapartida en alguna de las leyendas del paganismo, como despectivamente se les llama en estas tierras a las grandes y antiguas religiones del Oriente.  La Biblia y el Nuevo Testamento son plagios de las copias que griegos y egipcios hicieron de la literatura inda (véase “EL ANÁLISIS”).  Claro que si la gente desconoce la historia y no ha estudiado otro tipo de escritos que no sean la Biblia y su hijo, no pueden opinar sobre este tema de manera racional, pues carecen de los conocimientos necesarios.
Esa es la génesis terrícola de toda esa literatura considerada de procedencia no humana, y la única garantía de su origen célico es la afirmación de sus autores.  Sin que intervengan los argumentos de la fe, ese es el fin del camino en cuanto a la validez de los “libros sagrados”.  Son textos doctrinarios que fueron escritos con el fin de aglutinar grupos, clanes, pueblos e imperios bajo un poder único dividido en temporal y espiritual, según la conveniencia de sacerdotes y políticos.  Y esa ha sido la tradicional forma cómo se ha compartido el Poder entre las iglesias derivadas de los libros sagrados y el poder laico.  La “autoridad divina” ha sido la columna sobre la cual se ha asentado el dominio de estos grupos sobre la población; por eso la FE es obligatoria y ha sido elevada a la categoría de mandato superior.
            La aceptación de tales obras solo ha sido cuestión de tiempo, antigüedad y repetición.  Pero ninguno de ellos puede presentar alguna prueba científica o histórica que demuestre su pretensión de tener ese origen.  Ni siquiera pueden aportar un argumento dialéctico convincente que satisfaga la razón.  Toda su estructura se sostiene en la fe y sumisión de sus feligreses y es por eso que, a falta de buenos argumentos (razones), estos suelen convertirse en fanáticos impermeables.  Todos los núcleos religiosos alegan que sus libros santos fueron dictados por algún dios a algún gran hombre de su nación o gremio.  Y eso es lo que les confiere la autoridad que tienen; sin embargo, no hay que ir hasta la India o el antiguo Egipto para encontrar el origen de todos los cuentos religiosos de occidente: basta con escudriñar el Mito, y en él aparecen todas las leyendas “sagradas y originales” de la Biblia y el cristianismo. De allí tomaron los elementos que dieron inicio a las religiones de occidente; a algunas directamente, y a otras en forma indirecta. 
            Con el correr del tiempo, cada una de ellas fue adaptada a las necesidades y condiciones de cada uno de los pueblos que hicieron los respectivos remedos.  Hubo muchos libros sagrados, pero la mayoría ha desaparecido junto con los sacerdocios y pueblos que los inventaron.  O los ocultaron de la ferocidad de la Iglesia para que esta no pudiera eliminarlos con el fin de impedir que se conociera el origen de los supuestos escritos divinos de occidente.  Como lo que hicieron con mucha de la literatura pagana, o con los libros religiosos de América.  Por dicha que los hindúes y budistas ocultaron celosamente sus escritos sagrados, de manera que no cayeran en manos de los vándalos cristianos que, en el afán de imponer su fe, destruyeron invaluables tesoros místicos.
            Entonces, ¿qué es lo que les da validez a esas obras literarias cuyos cultores las atribuyen a los dioses?  ¿El número de creyentes?   ¿El tiempo, sus argumentos y los recursos milagreros que les atribuyen?  ¿Nos fascinaría tanto el cristianismo si no fuera por la multitud de actos de magia que se le atribuyen a Jesús?   Porque la verdad, su lógica es muy pobre y deficiente; además, los plagios de su principal actor son demasiado burdos y su procedencia griega muy evidente.   Cristo es la copia conceptual de Prometeo y Dionisos, y eso no se puede negar a menos que sea por culpa de una fe a prueba de balas o por desconocimiento del Mito y la Tradición.  La concepción a partir de un dios y una mujer humana, era algo tan repetitivo en las historias griegas, que no cabe la menor duda de dónde se tomó la fábula de “la divina concepción” de María.  Claro  que esta con elementos mucho más ordinarios e injustificables que los que hay en las leyendas de la Hélade.   Zeus, el dios del Olimpo, es el protagonista de casi todas ellas; y de sus aventuras surgió una multitud de semi dioses semejantes a Cristo.  Así, esta deidad engendró con mujeres a Dionisos, Hermes, Heraclés (del que copiaron a Sansón), Helena, Pólux, Tántalo, Perseo, Pelasgo, Minos, Dárdano, Sarpedón, Epafo y una multitud de ilustres varones que dieron brillo a la historia de Grecia y a su mito.  Ese es el libro sagrado de los argivos, cuyos profetas fueron Esquilo, Homero, Hesíodo, Píndaro, Sófocles, Eurípides, Platón, Pitágoras y una lista enorme de sabios iniciados.  Además, por ser tan bello y romántico en su contenido, logró salvarse de la ferocidad de la iglesia de occidente y el nuevo dios surgido de la Biblia.  No es cierto que haya libros sagrados entregados por Dios a los hombres; al menos, no hay prueba alguna de semejante suceso.  Solo las afirmaciones de los autores… y la fe de los creyentes.
            Con afecto                                                                           (Artículo entresacado de “EL ANÁLISIS”)
                                   Ricardo Izaguirre S.     E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Blogs:     La Chispa      http://lachispa2010.blogspot.com/   con link a       Librería en Red
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