1064 “LA CHISPA” (31
de julio de 2016)
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿ESTAMOS
A FINALES DE UN CICLO?
Cuenta una fábula que una lora
marinera, situada en el travesaño del mástil de su barco que se hundía gritaba:
“Ajá, ya se jodieron”. Ante el frenesí
de los marineros que luchaban por mantener a flote la embarcación, la lora,
desde su alta posición, no paraba de gritarles: “Ajá, ya se jodieron”. Esa parece ser la actitud de ciertas sociedades
(países) que, con un menosprecio total por la especie humana suponen, como la
lora, que ellos estarán al margen de las consecuencias de su criminal labor de contaminación. Con un desparpajo absoluto, siguen
produciendo todo tipo de venenos que están arruinando la atmósfera de la
Tierra, y convirtiéndola en un planeta inhabitable para el animal humano. ¿Qué es lo que esta gente piensa? ¿Es mayor su codicia que la supervivencia de
la raza humana? ¿De ellos y sus propios
hijos?
Dicen que hasta que el barco se hundió
y el mástil empezó a sumergirse, la lora se dio cuenta de la situación y dijo:
“Ajá, ya NOS jodimos”. ¿Somos tan
inconscientes como la lora del cuento?
¿Es nuestra civilización tan estúpida e inconsecuente como la cotorra de
la fábula? Porque no son solamente los
grandes países industrializados los que contaminan; lo hacemos todos. Solo veamos el caso de San José. Está ciudad no tiene un sistema de
tratamiento adecuado de la basura que generamos en el área metropolitana. No existe el reciclaje necesario ni los
procedimientos modernos para convertir los desechos en materiales útiles… o al
menos en inocuos. Y ni qué decir de las
llamadas aguas negras. San José ha
convertido los ríos que atraviesan la ciudad en auténticas cloacas a cielo abierto;
son ríos de mierda, con un poder de contaminación que los convierte en
corrientes de muerte.
Parece que de nada (o muy poco) sirven
las campañas acerca del tratamiento que debemos darle a la basura que
producimos. Educados o no, todos
contribuimos al desastre de la contaminación planetaria; cada uno en su
nivel. Basta que veamos un lotecito
baldío para que de inmediato decidamos que es un vertedero público y que
podemos llenarlo de bolsas plásticas con su contenido heterogéneo y dañino. Solo somos cuidadosos y ordenados por
exhibicionismo. Solo cuando nos están
viendo, buscamos un basurero público para tirar algún papel o lo que sea; y lo
hacemos con elegancia, como si estuviéramos posando para una foto. Pero si nadie nos ve, lo dejamos caer donde
nos dé la gana. Nuestro civismo
basureril se determina por una sola condición: que haya testigos o no.
La solución teórica que le damos es que
si no vemos la basura, esta no existe y deja de ser nuestro problema, aunque
solo sea que la coloquemos en la acera del vecino o en el próximo tragante de
aguas pluviales. La visión que tenemos
sobre este problema es la de la lora del cuento. Nuestra irresponsabilidad es casi total, y
nuestro entendimiento del problema se limita a saber que el camión de la basura
pasa los lunes y los jueves. Pero qué
hacen con ella, NO es de nuestra incumbencia.
La cosa es no verla. Y si no nos
interesa el problema de nuestra comunidad, mucho menos cuando este es a escala
nacional. Y mucho menos, que nos importe
un pito la contaminación global. Ese es
un problema de otros… siempre es de otros.
En nosotros se trata de un problema de
indolencia, porque no es de ignorancia.
San José se ha convertido en un enorme basurero, una cloaca abierta y un
enorme foco de contaminación con gases de combustión. El tráfico caótico de esta ciudad es algo que
nos ahogará por completo en cuestión de dos años como máximo. Y a nadie parece importarle un carajo. Esta “ciudad” diseñada mezquinamente en el
ancho de sus calles y avenidas, es una trampa que en cuestión de meses nos
asfixiará. Ya nos tiene maniatados a tal
punto, que en ciertos lugares como la avenida segunda, se avanza más de prisa a
pie que en cualquier vehículo de cuatro ruedas.
“Ya se jodieron”, parece ser la respuesta que todos damos ante ese
deprimente espectáculo. También es la
respuesta de un gobierno que, incapaz de resolver el problema, se margina de él
de manera indolente e inaceptable.
Evitar esa contaminación y ordenar el caos vial es cuestión fácil; solo
hay que tomar la decisión olvidándose de los compromisos políticos, de los
compadrazgos y de la contribuciones que los transportistas hacen a las campañas políticas. San José se está ahogando, se está
“jodiendo”.
Lo que hacemos en Costa Rica, es lo que
hacen todos los países tercermundistas, muchos del segundo mundo, y uno que
otro del primer mundo; pero como estos son los más industrializados, son los
que producen la mayor contaminación global.
Las cifras son pavorosas. Pero lo
peor es que se resisten, obstinadamente, a reducir sus emisiones
venenosas. Ya eligieron complacer a sus
respectivas industrias nacionales (comercio) y poner sus intereses económicos y
particulares, por encima del interés fundamental de la humanidad. Pues eso es lo que está en juego: la
supervivencia de la civilización. Y da
la impresión que a muy pocos les interesa el problema; les parece como algo muy
lejano que se produce y afecta a otras partes del mundo que nada tienen que ver
con nosotros (“ya se jodieron”). Sin
embargo, somos cómplices activos y entusiastas de nuestro propio exterminio,
seamos conscientes o no de eso.
¿Podemos hacer algo, o ya entramos en
la caída libre de la cual no hay marcha atrás?
¿Hemos cerrado el ciclo final de la aniquilación de la especie humana?
¿Qué cree usted?
Ricardo Izaguirre S.
Correo. rhizaguirre@gmail.com
Blow:
www.lachispa2010.blogspot.com
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