miércoles, 3 de agosto de 2016

545 ¿Qué cosa es el alma y para qué sirve?



545    LA CHISPA      (18/11/08)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿QUÉ COSA ES EL ALMA Y PARA QUÉ SIRVE?

         Todos damos por sentado que tenemos alma, aunque nunca nos hayamos detenido a pensar seriamente qué cosa es eso.  Nos gusta creer que tenemos ese elemento que constituye nuestro vínculo con la Divinidad, y es por eso que a veces hacemos algunos ejercicios mentales para entender de qué se trata. Y aunque a menudo decimos que nos preocupa la salvación de nuestra alma, la verdad lo que nos asusta es la suerte que pueda correr nuestro YO.   Vean que nunca hacemos nada en función de ella, ni por ella; nunca la consultamos ni la hacemos partícipe de nuestras decisiones. Ni siquiera por el cuerpo hacemos mucho, a menos que eso implique un riesgo de muerte que ponga en peligro al YO.  ¿Y qué es el YO?  Es obvio que no es el cuerpo, pues siempre decimos Yo tengo un cuerpo.  El YO como propietario del vehículo físico; también decimos Yo tengo un alma.  De nuevo el YO como dueño del vehículo sutil que habrá de cargarlo cuando llegue el momento de la muerte.  Eso suponemos.  Entonces, como paso previo a la pregunta del título de esta “Chispa”, tenemos que abocarnos no a responder, sino a preguntar qué es el YO, a ver si entre todos sacamos una conclusión útil para cada uno en su individualidad.  ¿Es algo material, inmaterial, es la mente?  Es indudable que el YO es el que tiene la batuta y toma todas las decisiones sin consultar con ninguno de los otros elementos que integran la unidad (cuerpo y alma).  Pero ¿qué es y dónde reside ese Elemento que no es el cuerpo ni el alma?   Porque recuerden que nosotros NO decimos: “yo soy el alma, o soy mi cuerpo”.  Decimos: “yo tengo un cuerpo, yo tengo un alma”.  El Yo no se identifica con ninguno sino que los considera como su pertenencia.   Mi cuerpo, mi alma… Es más, tiene la pretensión de ser el poseedor de cosas materiales: mi casa, mi carro, mi mujer, mi moto, mi cuenta bancaria.  Cosas que ni al alma ni al cuerpo les importan un chayote.
         Los que saben dicen que el alma o Nephesh (alma animal o viviente) difiere del Neshamah (espíritu puro) y del Ruach (alma espiritual o Buddhi); pero para simplificar el concepto, consideraremos todo lo inmaterial (si es que existe ese algo) del hombre bajo el término genérico de Alma.  Y con ese sentido lo estamos utilizando.   Pues bien, el YO nada sabe del alma ni qué lugar o importancia tiene en su vida.  Comprende muy bien la función del cuerpo y está consciente de la necesidad de que este viva todo lo que sea posible; que tenga vida eterna, porque sabe o intuye que sin este, se queda sin vehículo a través del cual manifestarse.  De ahí nace el horror a la muerte.  El Yo sabe que gastado el cuerpo, no tiene dónde ir, lo cual significa su aniquilación.  Véase que al Yo no le preocupa el fin inevitable del cuerpo ni, en cierta forma, el destino del alma.  Sin embargo, como su principal y única identificación es con el cuerpo, siente los miedos que son propios de este, y los cuales ha experimentado mediante los sentidos.  El Yo sabe lo que es quemarse.  Y aunque la razón le diga que el alma está más allá de esas sensaciones, su experiencia física le produce el temor a un sitio tan caliente como es el Infierno.  Entre el Yo y el alma existe una separación casi absoluta, y es por eso que nada sabemos ni percibimos de esta ni de su divinidad.  El Yo solo piensa en ella de una manera utilitaria y no como parte de una unidad mediante la cual estamos vinculados con todos los seres vivientes del universo.  El Yo considera el alma como una especie de recurso técnico mediante el cual puede lograr ciertos objetivos que solo son suyos y no del hombre integral; es su contacto probable con los dioses, la llave que lo puede conducir a un sitio en donde pueda posicionarse y seguir ejerciendo su control absoluto sobre cualquier vehículo que pueda manejar.  Esa separación entre el Yo y el alma es la fuente de todos los miedos, dudas y angustias del hombre.  Es por eso que los místicos hablan de la identificación entre los elementos del Hombre para tener acceso a la Divinidad.  El no cumplimiento de esta regla es la raíz del terror que nos inspira la muerte.  El Yo o Personalidad “sabe” que es finito y que su existencia depende de un substrato mediante el cual actuar en el mundo material.  Y como tiene consciencia de la duración del cuerpo físico, pero sin tener ningún conocimiento real del alma o su parte divina, tiene dudas, inseguridad; ni siquiera tiene idea de cuál es su origen ni la relación que tiene con aquella.  Solo teme perder el dominio.
         Entonces, si el alma es el “dispositivo” de la vida eterna, ¿por qué no nos merece una mayor consideración?  ¿Y dónde se aloja?  ¿En el cerebro o el corazón?  ¿O solo está cercana a nosotros?  ¿Tiene algún poder sobre nuestra conducta?         ¿Es el contralor de nuestros actos o solo estamos en manos de la personalidad?  Y si el alma no es responsable de nada, ¿por qué tiene que pagar en el Purgatorio o Infierno por aquellas cosas en las que no intervino?  ¿Y quién es “estamos”?  ¿Es la mente lo mismo que el Yo, o solo es un instrumento de este?  El manojo de recuerdos (el Yo) tiene pánico de desaparecer, y es por eso que se aferra a todo aquello que le sugiera la posibilidad de perdurar por “toda la eternidad”.  Y esa oportunidad se la ofrecen las religiones, razón por la cual se aferra a estas con la brutalidad que suele hacerlo bajo el lema de la FE, sin raciocinio y sin filosofía; solo con las ansias de seguir viviendo.  Entonces pregúntese: ¿quién es usted?  ¿Un alma, un cuerpo, un Yo o un revoltijo de los tres?  ¿Quién es el que toma las decisiones?  Comprender ese enigma es la solución de todo, pues ahí está el meollo del misterio de la muerte y los temores que genera. 
         Todo eso, desde luego, si aceptamos la idea de que tenemos alma, espíritu o lo que sea, y si esta sobrevive a la muerte física y si conserva el resumen de lo que ha sido el hombre: sus MEMORIAS.  Porque en última instancia, el hombre no es más que eso, un puñado de recuerdos que trata de preservar a costa de lo que sea.  Vean que lo que más teme el hombre NO es a la muerte en sí, sino a la pérdida de la consciencia de lo que ha sido, al desvanecimiento de la PERSONALIDAD.  Lo que el alma es o siga siendo, es un asunto que tiene sin cuidado al Yo.  ¿Qué me importa la inmortalidad de mi alma si YO desaparezco?  Murió el cuerpo ¿y morirá el Yo?               
         Fraternalmente
                            Ricardo Izaguirre S.      E-mail:  rhizaguirre@gmail.com



          

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