lunes, 15 de agosto de 2016

1068 ¿Es usted supersticioso?



1068   LA CHISPA    
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿ES USTED SUPERSTICIOSO?
            El primer impulso que sentimos es decir que no, puesto que la superstición está asociada a la ignorancia y al primitivismo social y racial.  Y nadie quiere ser eso.  Pero piénselo bien antes de ubicarse en el plano de la excepción.  El diccionario nos dice: a) “Creencia extraña a la fe y contraria a la razón”, b) “Fe desmedida o valoración excesiva respecto de una cosa”.  La definición del DRAE es engañosa y ligeramente tendenciosa, pues no dice a cuál FE se refiere ni contraria a cuál razón.  Y en la segunda acepción, limita esta actitud solo al campo de la fe (al parecer, religiosa).  Pero la superstición abarca un campo mucho más amplio que el que tiene que ver con cuestiones religiosas.  Permea casi todas nuestras actividades diarias, aunque le demos otros nombres para evadir el significado negativo que tiene tal denominación; ser supersticioso es algo que nadie acepta ni de mala gana.  Le llamamos pesimismo, desconfianza, cuidado, astucia, observación, precaución… “por si acaso”.  En todos nosotros, en toda circunstancia, aletea un halo de superstición disfrazado de las más variadas justificaciones, que casi todos aceptamos como válidas… al menos, como justificativas.
         Existe la superstición material, aquella que podemos analizar con la razón, como la del espejo quebrado… o el gato negro que se nos atraviesa en el camino… o pasar debajo de una escalera.  Pero la peor clase es aquella que tiene que ver con el mundo inmaterial (espiritual o de los muertos, como le llamamos).  Y más clara todavía, es la superstición que tiene que ver con nuestras creencias religiosas, las cuales se justifican por “el poder de las mayorías”.  La validez que le dan las masas.  Si todo el mundo cree en Dios, NO es ridículo que yo también lo haga y que me dedique a hacer peticiones egoístas a esa abstracción indemostrable en el mundo físico.  Al fin y al cabo, hay “miles” de personas que han recibido milagros que justifican nuestra superstición colectiva.
         Superstición es atribuirle vida, existencia, buena o mala voluntad, intenciones, actitudes y preferencias a una mera abstracción, producto de nuestros deseos y conveniencias; a una invención individual o colectiva de nuestras mentes.  Hemos inventado toda clase de deidades a las cuales hemos dotado de todas aquellas características y poderes que nos convienen y son de nuestra utilidad.   Dioses perdonadores del Mal, que nos confieren el Paraíso con solo arrepentirnos de nuestras fechorías.  Sin embargo, decimos NO ser supersticiosos, a pesar de que esta forma de pensamiento es “contraria a la razón, y es una valoración excesiva e indemostrable de un postulado”.
         La superstición es una mezcla rara de creencias, fe, miedo, suposiciones, religión, fetichismo, desconfianza, certeza infundada, celos, falta de raciocinio, fanatismos, sospechas, inseguridad, sentimientos de vacío y esperanza.  Puede haber más elementos, pero esos son los principales.  Pero las más poderosas fuentes de la superstición son aquellas que tienen que ver con los mundos intangibles que se escapan a nuestra comprobación física (visual o táctil).  Y las más notorias de ellas son las religiones.  La FE es el pilar de apoyo básico de casi todas las religiones, y constituye la piedra angular de toda “filosofía” religiosa; es la máxima declaratoria de lo que es la SUPERSTICIÓN INSTITUCIONALIZADA y elevada a la categoría de dogma divino.  Tener fe es doña Toda, y tal sentimiento goza de la más alta estima entre los pastores y cofrades de cualquier religión. 
Véase la sutil complicidad del diccionario, que define la FE como un elemento racional contrapuesto a la superstición.  Creencia extraña a la fe y contraria a la razón”.  Es decir, en esta afirmación se iguala la fe con la razón, y ambas se hacen contrarias y extrañas a la superstición.   O viceversa.
         Es por culpa de la fe que hemos hecho del mundo espiritual, una gigantesca y contradictoria superstición; por culpa de la superstición (fe) hemos convertido a la Naturaleza (Dios) en un instrumento utilitario a nuestro servicio y a nuestros mezquinos intereses; así, hemos transformado una bella figura mística (¿mítica?) en una brutal superstición milagrera y ocupada en minucias vulgares y egoístas.  En ejecutor de nuestros deseos, conveniencia y caprichos; es más, en agente realizador de nuestros odios y venganzas.  Nada nos place más que la idea de que Dios “castigue” a los que nos han incomodado en algo.  Y amparados en un extraño conjuro, les deseamos a nuestros enemigos todo el daño que Dios sea capaz de causarles: “Lo dejo en las manos de Dios”. Frase hipócrita con la cual creemos eximirnos de nuestros malos deseos.  Aparte del BUDISMO, todas las religiones han convertido a la Deidad en una grosera superstición.
         La superstición es la vía “fácil”  para lograr una meta, de cualquier naturaleza; ya se trate de cosas materiales o espirituales.  Es la que lleva ríos de dinero a las arcas de la Lotería y a las cajas y canastas de las iglesias.  Es la que nos hace asistir al culto o a las iglesias a dar limosnas, con el secreto objetivo de “ganar puntos” para el viaje al cielo. O para evadir el infierno.  O para curarnos de algo.  O que alguien se nos cure.  Y todo es pura superstición.  Nada más que institucionalizada y con el visto bueno de la sociedad, pero tan inútil y vulgar como la santería, el vudú y el espiritismo (consulta con los muertos).  Es la misma lacra pero con distinto disfraz.  Oficializada la una, estigmatizada la otra, pero ambas nacidas de los mismos bajos intereses; del mismo egoísmo.  La superstición está arraigada en lo más profundo de nuestro ser, y es producto de millones de años de evolución y supervivencia, de asociaciones mentales no sujetas al método racional sino a las emociones y las apariencias y deseos.  La superstición tiene como telón de fondo el miedo y la incertidumbre que sentimos cuando hollamos cualquier terreno desconocido.  De ahí, la infinidad de estas en relación con la muerte y todas las ideas que tienen que ver con los mundos no visibles (espirituales), si es que creemos en ellos (otra forma de superstición).
         ¿Sigue usted creyendo que NO es supersticioso?  Analice sus decisiones (en cualquier campo) y verá que están matizadas, en algún grado, de elementos que no corresponden a la realidad científica sino a “corazonadas” o pálpitos, a lo que otros dicen o creen, a la “experiencia” colectiva (la más abrumadora forma de superstición masiva).
         ¿Qué cree usted?
         Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.     Correo:    rhizaguirre@gmail.com
Blow: www.lachispa2010.blogspot.com

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