1027 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indiferencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿ES USTED UN MANIÁTICO?
Los
maniáticos hemos inventado cientos de calificativos para definir, de manera
aceptable, el sinfín de manías que rigen nuestras vidas. Pero antes de que siga leyendo (por si se siente
aludido), recuerde que los maniáticos nos consideramos gente correcta, serios,
respetuosos, puntuales y muy cumplidores con nuestros compromisos, citas y
responsabilidades. Somos perfectos en
todo: padres excelentes, trabajadores óptimos, aseados y meticulosos; de los
que nos bañamos todos los días (hasta tres veces) con tal de mantenernos
absolutamente pulcros. No importa que
llueva o sea domingo. O que nadie nos
huela. En suma, somos intachables como
ciudadanos. Llegamos al sacrificio o a
actitudes inexplicables para la razón, con tal de ser congruentes con el manojo
de disparates que consideramos como “buena conducta”. Si usted comparte esas opiniones acerca de su
persona… ¡cuidado! Podría ser uno de
nosotros. Claro que si no le importa
serlo, pues ¡qué carajos!, sigamos adelante.
Clasificar a estos lunáticos es una tarea divertida aunque peligrosa si
alguien se los hace saber abiertamente, pues recuerden que esta gente suele ser
hipersensible a todo comentario que haga mofa o desacredite la condición de
sus múltiples virtudes; o que tan
siquiera ponga en tela de duda la rectitud de su conducta (sus manías).
El
“orden” suele ser una de las principales fijaciones de esta clase; todo lo que
no esté en orden, constituye su abominación más querida, la que más deleite les
produce, pues eso les da la oportunidad de contrastar y resaltar su conducta
personal con la de los “desordenados”.
El orden es una patología agotadora que desperdicia inapreciable tiempo
de este tipo de maniáticos. Sin embargo,
ellos son felices ordenando y ordenando sin importarles el dolor y cansancio
que esto ocasiona; ordenan el trabajo de los demás, la conducta de los demás; el
escritorio, los papeles, los gastos, la cocina, la sala, los cuartos, la ropa,
los zapatos… todo “debe estar ordenado” de acuerdo con sus inflexibles
patrones. Todo debe ser sometido a
horarios rígidos y puntuales. Y esto nos
lleva a otra de las manías más temibles de esta especie: la puntualidad.
La
puntualidad, esa locura que conduce a la angustia y luego a la depresión, es
una de las características más distintivas de esta gente; si la reunión es a la
una, ellos llegan a las doce. Y los
vuelve locos de alegría que alguien reconozca su puntualidad; pero si por
desgracia nadie lo hace, ellos comienzan a despotricar en contra de los
“impuntuales” de la manera más dura e insidiosa. Y de alguna forma se las arreglan para que,
al final, quede en altorrelieve su propia puntualidad. Docenas de argumentos utilizan para
justificar esta manía: citan como ejemplo a los ingleses, alemanes y a quien
sea necesario para demostrar la importancia de “llegar a tiempo, a la hora
indicada”. Este es uno de los vicios
que más enloquece a los “puntuales”, y siempre están refunfuñando en contra de
los desconsiderados que no tienen respeto por el tiempo de los demás. Si estuviera en sus manos, le darían de
azotes a todos aquellos que no respetan tan elevada virtud.
Hay
muchas manías que nos califican dentro de ese grupo, pero basta señalar unas
pocas para darnos cuenta de qué tan metidos estamos en esta conducta sicótica
que hace infeliz a tantas personas. Pero no
solo a los maniáticos sino a todos los que están bajo su influencia directa o
indirecta. Y es por eso que hay que
estar alerta ante estos sujetos, para tomar las medidas de protección
necesarias. Recuerden que este es el
tipo de gente sabelotodo que siempre quiere dar órdenes y decir cómo deben
hacerse las cosas. Incluso en las
fiestas suelen ponerse pesados y quieren “ordenar” todos los eventos; ni las
nimiedades se les escapan: cómo, cuándo y de qué manera hay que garrotear la
piñata. Y quiénes deben hacerlo. Y en qué orden…
El
aseo es otra de las grandes obsesiones de esta categoría de personas (eso
incluye la guerra personal en contra de cuánto bicho existe). Para los maniáticos del aseo, todo debe ser
impoluto. Los vuelve locos-as el menor
vestigio de polvo, agua, grasa, falta de brillo o lo que sea, que no responda
al patrón mental que tienen acerca de lo que es la limpieza. Las cortinas del baño las obsesiona; el color
del inodoro siempre les parece turbio, oscuro, manchado, feo y hediondo. Todo les huele a miados, a cucaracha o rata. La pila de la cocina, el cuarto de aplanchar,
el patio… todo hiede y está sucio… siempre.
Si
usted es de los que creen que “Hay un lugar para cada cosa, y que cada carajada
debe estar en su lugar”… mucho cuidado.
Y si cree que el mundo se puede desplomar si usted llega tarde a una
cita, o no tiene todas las respuestas a un problema… está muy cerca de cumplir
con los requisitos que lo califiquen como miembro del grupo de los maniáticos;
que no es pequeño ni exclusivo. Pero,
¿importa ser maniático? Pues depende
desde donde se vea el problema. Puede
ser solo personal (cosa difícil), de manera que solo a usted le afecten sus
manías; o bien, que involucre a los demás (generalidad). Y en este último caso, hay tres maneras como
usted se relaciona con sus semejantes: de
superioridad, igualdad e inferioridad.
Si usted es el inferior, solo es motivo de burla, risa y menosprecio. Es inocuo, molesto, pero inofensivo. Si la relación es de igualdad, los demás lo
evitan, le huyen porque usted es una persona insufrible. El que siempre tiene la razón e impone las
condiciones… de lo que sea. Por eso
siempre está solo y, como protección, ha desarrollado la teoría de que eso es
mejor que estar acompañado de idiotas. Pero el problema es doloroso y dañino cuando
usted es el superior: jefe, padre, marido o cualquier otra posición en donde
los otros “tienen que aguantarlo”.
La
peor manía de los maniáticos es creerse correctos, cuerdos y propietarios de
todos los atributos que los hacen ciudadanos ejemplares. No existe chiflado de estos que no tenga una
visión superlativa de su propio valor como persona, y que no se crea
inteligente en grado sumo. O que no
pondere sus múltiples cualidades humanas y ciudadanas, sin importar que haya
motivo o no. Si usted es de los que
siempre están dispuestos a lucirse y demostrar qué tan valiosos son en
cualquier campo del saber… tenga cuidado.
Puede ser de los nuestros. Si
usted solo emite opiniones despectivas acerca de lo que opinan los demás,
piénselo bien. Puede formar parte de
nuestra manada. Si solo sus juicios le
parecen correctos y apropiados, o si cree que trabajar en grupo o delegar
funciones es un error y una pérdida de tiempo… mucho ojo. Se puede decir que es miembro honorario del
rebaño de los “perfectos”.
Por
lo demás, estos especímenes suelen ser cómicos si están ubicados en una
relación en la que no pueden dañar a nadie; o bien, que pueden ser evitados o
tolerados chistosamente. O dejados
hablando solos. Como en una fiesta o un
velorio, en donde las probables “víctimas” de estos sujetos, solo tienen que
cambiar de lugar o grupo para alejarse de ellos y de su fastidiosa presencia, y
de su actitud “doctoral” ante cualquier pequeñez que a nadie le interesa ni
siquiera como chisme. Si usted nota que
la gente se espanta cuando usted llega… de seguro que es de los nuestros.
Puede
ser que todos estos indicios tengan sin cuidado
a los maniáticos, ya que ellos son perfectos; pero si usted tiene dudas
y cree que podría andar en los linderos de esa conducta, deténgase, piénselo,
pregúntese: ¿Soy un maniático? ¿Soy así de pesado? ¿Hostigo así a mis semejantes con majaderías
que a nadie le importan? ¿Gozo con estar
dentro de ese círculo de personas molestas?
Si su respuesta es un honesto NO, dichoso; sin embargo, piénselo bien:
los maniáticos jamás admitirían serlo.
Los maniáticos somos perfectos.
Nunca cometemos errores.
Maniatiquescamente
RIS
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