viernes, 8 de agosto de 2014

1027 ¿Es usted un maniático?



1027    LA CHISPA               
Lema: “En la indiferencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿ES USTED UN MANIÁTICO?
        Los maniáticos hemos inventado cientos de calificativos para definir, de manera aceptable, el sinfín de manías que rigen nuestras vidas.  Pero antes de que siga leyendo (por si se siente aludido), recuerde que los maniáticos nos consideramos gente correcta, serios, respetuosos, puntuales y muy cumplidores con nuestros compromisos, citas y responsabilidades.  Somos perfectos en todo: padres excelentes, trabajadores óptimos, aseados y meticulosos; de los que nos bañamos todos los días (hasta tres veces) con tal de mantenernos absolutamente pulcros.  No importa que llueva o sea domingo.  O que nadie nos huela.  En suma, somos intachables como ciudadanos.  Llegamos al sacrificio o a actitudes inexplicables para la razón, con tal de ser congruentes con el manojo de disparates que consideramos como “buena conducta”.  Si usted comparte esas opiniones acerca de su persona… ¡cuidado!  Podría ser uno de nosotros.  Claro que si no le importa serlo, pues ¡qué carajos!, sigamos adelante.  Clasificar a estos lunáticos es una tarea divertida aunque peligrosa si alguien se los hace saber abiertamente, pues recuerden que esta gente suele ser hipersensible a todo comentario que haga mofa o desacredite la condición de sus múltiples virtudes; o que tan siquiera ponga en tela de duda la rectitud de su conducta (sus manías).
         El “orden” suele ser una de las principales fijaciones de esta clase; todo lo que no esté en orden, constituye su abominación más querida, la que más deleite les produce, pues eso les da la oportunidad de contrastar y resaltar su conducta personal con la de los “desordenados”.   El orden es una patología agotadora que desperdicia inapreciable tiempo de este tipo de maniáticos.  Sin embargo, ellos son felices ordenando y ordenando sin importarles el dolor y cansancio que esto ocasiona; ordenan el trabajo de los demás, la conducta de los demás; el escritorio, los papeles, los gastos, la cocina, la sala, los cuartos, la ropa, los zapatos… todo “debe estar ordenado” de acuerdo con sus inflexibles patrones.  Todo debe ser sometido a horarios rígidos y puntuales.  Y esto nos lleva a otra de las manías más temibles de esta especie: la puntualidad.
         La puntualidad, esa locura que conduce a la angustia y luego a la depresión, es una de las características más distintivas de esta gente; si la reunión es a la una, ellos llegan a las doce.  Y los vuelve locos de alegría que alguien reconozca su puntualidad; pero si por desgracia nadie lo hace, ellos comienzan a despotricar en contra de los “impuntuales” de la manera más dura e insidiosa.  Y de alguna forma se las arreglan para que, al final, quede en altorrelieve su propia puntualidad.  Docenas de argumentos utilizan para justificar esta manía: citan como ejemplo a los ingleses, alemanes y a quien sea necesario para demostrar la importancia de “llegar a tiempo, a la hora indicada”.   Este es uno de los vicios que más enloquece a los “puntuales”, y siempre están refunfuñando en contra de los desconsiderados que no tienen respeto por el tiempo de los demás.  Si estuviera en sus manos, le darían de azotes a todos aquellos que no respetan tan elevada virtud.
         Hay muchas manías que nos califican dentro de ese grupo, pero basta señalar unas pocas para darnos cuenta de qué tan metidos estamos en esta conducta sicótica que hace infeliz a tantas personas.  Pero no solo a los maniáticos sino a todos los que están bajo su influencia directa o indirecta.  Y es por eso que hay que estar alerta ante estos sujetos, para tomar las medidas de protección necesarias.  Recuerden que este es el tipo de gente sabelotodo que siempre quiere dar órdenes y decir cómo deben hacerse las cosas.  Incluso en las fiestas suelen ponerse pesados y quieren “ordenar” todos los eventos; ni las nimiedades se les escapan: cómo, cuándo y de qué manera hay que garrotear la piñata.  Y quiénes deben hacerlo.  Y en qué orden…
         El aseo es otra de las grandes obsesiones de esta categoría de personas (eso incluye la guerra personal en contra de cuánto bicho existe).  Para los maniáticos del aseo, todo debe ser impoluto.  Los vuelve locos-as el menor vestigio de polvo, agua, grasa, falta de brillo o lo que sea, que no responda al patrón mental que tienen acerca de lo que es la limpieza.  Las cortinas del baño las obsesiona; el color del inodoro siempre les parece turbio, oscuro, manchado, feo y hediondo.  Todo les huele a miados, a cucaracha o rata.  La pila de la cocina, el cuarto de aplanchar, el patio… todo hiede y está sucio… siempre. 
         Si usted es de los que creen que “Hay un lugar para cada cosa, y que cada carajada debe estar en su lugar”… mucho cuidado.  Y si cree que el mundo se puede desplomar si usted llega tarde a una cita, o no tiene todas las respuestas a un problema… está muy cerca de cumplir con los requisitos que lo califiquen como miembro del grupo de los maniáticos; que no es pequeño ni exclusivo.  Pero, ¿importa ser maniático?  Pues depende desde donde se vea el problema.  Puede ser solo personal (cosa difícil), de manera que solo a usted le afecten sus manías; o bien, que involucre a los demás (generalidad).  Y en este último caso, hay tres maneras como usted se relaciona con sus semejantes: de superioridad, igualdad e inferioridad.  Si usted es el inferior, solo es motivo de burla, risa y menosprecio.  Es inocuo, molesto, pero inofensivo.   Si la relación es de igualdad, los demás lo evitan, le huyen porque usted es una persona insufrible.  El que siempre tiene la razón e impone las condiciones… de lo que sea.   Por eso siempre está solo y, como protección, ha desarrollado la teoría de que eso es mejor que estar acompañado de idiotas.   Pero el problema es doloroso y dañino cuando usted es el superior: jefe, padre, marido o cualquier otra posición en donde los otros “tienen que aguantarlo”. 
         La peor manía de los maniáticos es creerse correctos, cuerdos y propietarios de todos los atributos que los hacen ciudadanos ejemplares.   No existe chiflado de estos que no tenga una visión superlativa de su propio valor como persona, y que no se crea inteligente en grado sumo.  O que no pondere sus múltiples cualidades humanas y ciudadanas, sin importar que haya motivo o no.  Si usted es de los que siempre están dispuestos a lucirse y demostrar qué tan valiosos son en cualquier campo del saber… tenga cuidado.  Puede ser de los nuestros.  Si usted solo emite opiniones despectivas acerca de lo que opinan los demás, piénselo bien.  Puede formar parte de nuestra manada.  Si solo sus juicios le parecen correctos y apropiados, o si cree que trabajar en grupo o delegar funciones es un error y una pérdida de tiempo… mucho ojo.   Se puede decir que es miembro honorario del rebaño de los “perfectos”. 
         Por lo demás, estos especímenes suelen ser cómicos si están ubicados en una relación en la que no pueden dañar a nadie; o bien, que pueden ser evitados o tolerados chistosamente.  O dejados hablando solos.   Como en una fiesta o un velorio, en donde las probables “víctimas” de estos sujetos, solo tienen que cambiar de lugar o grupo para alejarse de ellos y de su fastidiosa presencia, y de su actitud “doctoral” ante cualquier pequeñez que a nadie le interesa ni siquiera como chisme.  Si usted nota que la gente se espanta cuando usted llega… de seguro que es de los nuestros.
         Puede ser que todos estos indicios tengan sin cuidado  a los maniáticos, ya que ellos son perfectos; pero si usted tiene dudas y cree que podría andar en los linderos de esa conducta, deténgase, piénselo, pregúntese:  ¿Soy un maniático?  ¿Soy así de pesado?  ¿Hostigo así a mis semejantes con majaderías que a nadie le importan?  ¿Gozo con estar dentro de ese círculo de personas molestas?  Si su respuesta es un honesto NO, dichoso; sin embargo, piénselo bien: los maniáticos jamás admitirían serlo.  Los maniáticos somos perfectos.  Nunca cometemos errores.
         Maniatiquescamente
                                               RIS
        

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