856 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica
del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DIOS… Y LOS DIOSES
Los
dioses que ha tenido el hombre son como las modas; y el que tenemos actualmente
no es el primero ni será el último; pero es el actual, derivado de la Biblia,
la cual lo plagió de otras culturas más antiguas. Nos guste o no, hacia esa conclusión nos
dirige la historia, el sentido común y la lógica. En los albores de la raza aria ya aparece en
la tradición védica la primera Trinidad de dioses. En el Rig Veda, está formada por Agni, Vayu y Surya, que luego serían
sustituidos por la Trimurti moderna
de Shiva, Vishnú y Brahma. Sin embargo, los indos JAMÁS confundieron estas representaciones terrenales con el Absoluto, la Divinidad, el Infinito, el
Incondicionado, la Deidad por siempre Oculta.
Para ellos, los dioses creadores y trinos siempre fueron provisionales
en la inmensidad del tiempo. Criaturas
nacidas por sí mismas, pero perecederas al final del Manvantara. Dioses de poder
casi infinito, pero absolutamente alejados de ser DIOS. Es más, los hindúes
dieron la mejor “definición” de lo que es
Dios: “Es Aquello sobre lo cual toda
especulación es inútil”.
La
historia religiosa india (raza aria primigenia) está plagada de infinidad de
dioses cuyos nombres han variado a través de su largo periplo que anda cerca
del millón de años. Hasta rematar en el Bhagavad Gita, libro sagrado del
hinduismo exotérico cuyo dios principal tiene una infinidad de nombres con los
cuales se vela el de la Deidad, que no es otra que el Absoluto e Incondicionado de los Vedas. También esta obra contempla al prototipo de
donde se copió la figura de Jesús: Sri
Krishna, un dios híbrido nacido de la encarnación de la Suprema Personalidad
y una mujer. En la tierra, su padre era Vasudeva, y su madre, la virgen Devaki; pero en realidad fue
engendrado por Vishnú en la joven
Devaki. Esta historia inda fue tomada
para formar la leyenda del dios del cristianismo: Jesús.
Similar
es la historia religiosa de los egipcios que, en sus cientos de miles de años
de existencia, tuvieron infinidad de dioses menores, sin que los confundieran
con la Deidad Absoluta, cuestión que
nunca han querido entender las
autoridades religiosas de occidente y su dios “único y legítimo”, el nacido de la Biblia. Es más, ellos continuaron, junto con persas,
mesopotámicos y griegos, un claro monoteísmo que nunca fue malinterpretado por
la gente culta. Para cada pueblo ha sido
una necesidad sicológica saber cómo se llaman sus dioses, y por eso los
sacerdotes han tenido que inventarlos para lograr la identificación de estos
con determinadas comunidades. Todas las
religiones lo han hecho para satisfacer esta demanda humana que hace necesario saber
el nombre de alguien para poder relacionarse con él. Vean que cuando Moisés se encuentra con Yavé,
lo primero que le pregunta es cómo se llama, a lo cual el dios le responde: “Diles que Yo soy el que soy”. Les dirás: “Yo soy” me envió. Pero es
obvio que esa explicación no habría de ser suficiente, y por eso en el
versículo 17, capítulo tercero del Éxodo le aclara: “Yavé, el dios de los hebreos nos ha encontrado”. Esa es la causa de la infinidad de alias bajo
los cuales ha sido conocida la Deidad a través de los tiempos en todas las
religiones. Cada pueblo ha querido un dios exclusivo.
Los
sacerdotes sabían muy bien que un dios tan lejano e inalcanzable para los
feligreses (el Absoluto) era inútil y nada atractivo, y es por eso que concibieron
todo tipo de personificaciones hechas a la medida de los intereses de cada
imperio, reino, nación, tribu y pueblo. Como los santos y santas locales del
cristianismo. Ammón fue el dios de Egipto por milenios, mucho más antiguo que
Amón-Ra, la fusión del antiguo dios con la deidad solar conocida como Ra. También crearon toda una cohorte celestial
que formaba el séquito de Ammón, y aunque eran muchos dioses, su religión se
mantuvo monoteísta, pues nadie desconocía que el Dios Único y más grande de
todos era Ammón. Eso, a pesar del descrédito que la Iglesia ha
pretendido levantar en contra de la religión egipcia tildándola de politeísta,
pagana y pecaminosa. En la mente de los
monjes egipcios jamás hubo confusión en ese sentido, y aunque se incurrió en
muchísimos abusos rituales relacionados con la política y los intereses del
clero, estos nada tenían que ver con la esencia de la religión y la existencia
de un solo Dios. Atón también fue uno de esos
dioses temporales, y de cuya liturgia se
plagió la judía.
Claro que todos esos dioses
antropomorfizados tenían muy poca relación con la Deidad, y solo eran un
recurso didáctico para hacer comprensible a la gente ordinaria, la idea del
orden universal regido por un poder infinito y muy lejano al entendimiento
humano común. El Absoluto e Incognoscible, siempre permaneció en el misterio
eterno. Solo sus personificaciones
humanas (con multitud de nombres) han sido asequibles al hombre y, como es
lógico, estas han tomado nacionalidad y partido político a favor o en contra de
distintos grupos humanos: como Yavé
y Alá, o los dioses griegos que
peleaban por la Hélade o defendían a
Troya. Pero
Dios nada tiene que ver con eso.
En
Grecia, la relación humana con los dioses alcanzó la plenitud, pues el genio
argivo matizó a estos de un espíritu pasional que superó por completo el
misticismo hindú o la gravedad e indiferencia egipcia. Los helenos tiñeron a sus dioses de un
colorido especial que los convirtió en semejantes a ellos, es decir, los moldearon
a su imagen. En seres apasionados que se
entrometían en los asuntos de los hombres, que tomaban partido y los amaban y odiaban, sentimientos absolutamente
impropios de Dios. Que tenían ciudades y naciones preferidas (de allí copiaron
los judíos la idea del “pueblo elegido”). E incluso cometieron la irreverencia poética
de ponerlos a fornicar con las hijas de los hombres, plagio que
hicieron los judíos con Yavé (Gén. 6,
cap. 2 y 4). Y que también
repitieron los cristianos con Yavé y
María. Pero lejos del dramatismo
pesado y aburridor de la Biblia, los griegos escribieron historias
verdaderamente bellas alrededor de sus dioses, tantas y tan bonitas, que
impiden que veamos el trasfondo amoral, muchas veces perverso, de sus
leyendas. Sin embargo, ellos tampoco confundieron
la parte esotérica de su religión (los misterios) con aquello que se ponía a
disposición del vulgo para su culto. Zeus era la personificación de la
Deidad, el más grande de los dioses y por tal, Dios. Los griegos no tenían la menor duda de eso,
aunque localmente tuvieran otras deidades menores dignas de adoración; pero “el que truena en las alturas” era
Dios. Sin embargo, el Absoluto permanece por siempre en la
Oscuridad Eterna. Muy lejos de la
comprensión humana y, por supuesto, infinitamente alejado de todas sus
caricaturas que la profana mente de los hombres haya hecho de Aquello.
RIS Blog: “La Chispa” http://lachispa2010.blogspot.com/
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