94 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del
Poder”.
LA
DESCENTRALIZACIÓN
En una “Chispa” anterior escribí acerca de la
centralización como causa primera de la artritis crónica que padece el
Estado. También dije algo sobre la
motivación de los individuos que se aferran a ese poco práctico sistema de
gobierno. La Historia misma nos da
innumerables lecciones acerca de lo difícil que es gobernar un territorio
enorme desde un punto focal o Poder Central.
Incluso para grandes comandantes como Darío, Ciro, Alejandro y una serie
de césares. Y peor aún, cuando los
gobernantes son ineptos que han llegado a la presidencia únicamente en virtud
de un sistema político viciado, que permite que cualquier simple se convierta
en Presidente; y cualquier idiota, en empleado público. Y como es lógico en esta cadena de
mediocridad, estos mandatarios no tienen el talento requerido para
nombrar buenos y capaces funcionarios que ejerzan adecuadamente sus
tareas. Es una regla que los incapaces
suelen rodearse de inútiles que no les “hagan sombra” con su talento. Generalmente escogen mediocres que solo se
distinguen por su servilismo y capacidad de doblar la espalda. Y estos adocenados, a su vez, escogen a otros
de igual o parecida calaña. De esa
manera, se entroniza el reino de la mediocracia en el centro mismo de lo que
debe ser el alma y motor de una
nación: su gobierno.
Sin embargo,
debemos preguntarnos: ¿sucede eso por casualidad? Sabemos muy bien que en nuestros países, el
verdadero Poder no reside en el pueblo ni en el Gobierno. Eso está fuera de toda discusión. El
Núcleo del Poder Económico es el que manda; aquí y en todas partes. Por lo tanto, a este no le conviene que al
frente del Poder Político
(Presidencia o lo que sea), se encuentre un hombre de criterio independiente,
vertical y que sienta el menor interés verdadero por el pueblo. En nuestro medio casi es imposible que surja
un gobernante que no tenga compromisos irrompibles con la Oligarquía; de hecho, los intereses de
esta, suelen ser sus únicas prioridades.
De allí que los únicos temas que los gobiernos debaten con verdadero
interés, son aquellos del estímulo a las exportaciones (tradicionales y no tradicionales)
con exenciones de impuestos y CAT; el asunto de los préstamos bancarios para el
desarrollo de la industria y el comercio; la lucha por la apertura de nuevos
mercados del café o el banano, y la
forma más sutil de transferir los impuestos que deberían pagar los ricos, a las
clases asalariadas. También el
incremento del turismo y de las inversiones extranjeras y, en fin, de todos
aquellos asuntos que solo tienen relación con los que tienen el Poder. En eso consiste “el arte de gobernar” en nuestros países del tercer mundo. Es
por eso que “todo el poder” debe
estar centralizado; al alcance, y bajo
el dominio y control absoluto de la clase poderosa. Como si fuera “una finquita” como dijo
un folclórico expresidente; algo que se puede manejar con un capataz y una
libreta de notas. Y como adorno también folclórico, una inútil Asamblea que se
dedica a perder el tiempo y dilapidar los fondos del Erario en vacuidades y
beneficios personales para sus miembros. Pero ningún país moderno se puede manejar
así, aunque sea el más primitivo. Si se
pretende gobernar de acuerdo con los ideales verdaderos del interés de las
mayorías, el camino de la centralización es la NEGACIÓN ABSOLUTA DE LA DEMOCRACIA, porque eso es limitar el Poder
Popular y ponerlo en las manos de unos pocos que, generalmente, son personas
anodinas cuyas directrices no están determinadas por el bien común, sino por los intereses de las Oligarquías
criollas. Y como los miembros de estas
casi SIEMPRE viven en la capital
de nuestros países, se explica fácilmente su obsesión por centralizar todo el
Poder en aquellos territorios que están al alcance directo e inmediato de su
control. “Bajo el ojo del Amo”. Esa
es la causa única de la CENTRALIZACIÓN,
porque si esta se rompe, el dominio absoluto de aquel, se torna más difícil
para la Oligarquía. No imposible, pero
sí, más laborioso, complejo y caro.
En Costa Rica
tuvimos un Presidente que se rebeló en contra de la Oligarquía, el Fondo
Monetario y otras imposiciones del “establishment”. Tomó decisiones patrióticas para el bien de
las mayorías, alejando al país del peligro de involucrarse en una guerra que no
era suya. Fue vertical e íntegro, y ese fue “su pecado”. Talvez un poco soberbio, pero apegado a su
conciencia y al compromiso contraído con la Patria. A este caballero, hasta el día, se le sigue
haciendo mala propaganda por parte de la Oligarquía; y los periódicos y
testaferros de esta, continúan criticándolo y diciendo que “ha sido el peor Presidente que tuvo este
país”. Sin embargo, sería muy
fácil señalar a una docena de ineptos que demostraron con claridad, un
principio básico que todos sospechamos: que cualquier país tercermundista puede
“funcionar” de la manera que lo hacen, SIN NECESIDAD DE PRESIDENTE o Asamblea Legislativa. Desde
luego que si a funcionar, le damos un significado sui géneris que nada tiene
que ver con funcionar de verdad. Ese gobernar criollo actual, es que la
inmensa mayoría de la población viva al filo de la miseria, en el analfabetismo
y con hambre permanente; sin hogar propio y sin esperanza alguna de progreso;
bajo el látigo inclemente de los impuestos abusivos que solo recaen sobre el
pueblo; con deudas externas impagables que cada día nos hunden más en la
pobreza, pero cuyos beneficios solo los recibe la Oligarquía. Ese funcionar es que la brecha entre
ricos y pobres sea cada día más grande,
y que las esperanzas de estos se marchiten cada día más con la escalada de
precios de la comida y los servicios, Devaluación y la Ley de Inquilinato.
Un presidente que se rebele al sistema, es una aberración
intolerable a la que hay que destruir a como dé lugar. Y para eso la Oligarquía cuenta con la Prensa
y sus columnistas, las encuestas científicas, la televisión y las
legiones interminables de testaferros que, desde sus posiciones de
“orientadores de opinión pública”, o de funcionarios tortuguistas o
“huelgueros”, ponen todo tipo de obstáculos a las buenas intenciones de
cualquier gobernante que se interese por el bienestar de las mayorías, lo cual
implica, necesariamente, menos ingresos para la Argolla del Poder.
La
Centralización, pues, es una forma de gobierno que solamente le conviene a unos
pocos; a la casta de los privilegiados que conforman la Oligarquía de cada uno
de nuestros países. La centralización
hace que un ciudadano de Upala, Los Chiles, Sixaola, San Cruz, Nicoya o
Golfito, NO TENGA PARTICIPACIÓN ALGUNA
EN LOS ASUNTOS DEL PAÍS, que son los asuntos de TODOS LOS COSTARRICENSES.
Aquí en San José se definen todas las políticas a seguir, siempre en
beneficio de la CAMAROCRACIA. Desde el Poder Central, ubicado en el Zapote y el Club Unión, se decide qué
les conviene o no a los habitantes de San Carlos; qué tipo de educación
merecen, y cuántas clínicas del Seguro Social deben funcionar allí. Si se le pavimenta o no un pedazo de
carretera, o si es conveniente o no, un proyecto de irrigación que los
pobladores desean y necesitan. Todo
gasto en la periferia, significa una disminución de los fondos estatales al servicio
de los grandes empresarios y comerciantes, que hacen fiesta con el dinero del
pueblo. Como el caso del Banco Anglo, en el que un solo empresario millonario,
recibió miles de millones del pueblo en un solo préstamo. Es
por eso que se oponen a que un plan de
carreteras y desarrollo turístico local en la zona sur se lleve a cabo, pues
eso significa una disminución en la cartera gubernamental de donde salen los
billones que la Argolla se auto receta por concepto de los CAT.
Un verdadero proyecto de desarrollo pesquero cooperativo en Puntarenas,
demandaría un precioso capital que no podría ser prestado a las grandes
garroteras, que disponen a placer de esa reserva bancaria para hacer
gigantescos negocios de usura. Ellos
reciben billones del Estado a intereses ínfimos, y los prestan al 48%
anual. ¡Así quién no! Y como todo ese dinero está concentrado en
los bancos de San José, la mesa está servida.
Pero si cada provincia tuviera los fondos que le corresponden por la riqueza que genera, otra sería la
música de esa canción. Incluso naciones
tan poderosas como los Estados Unidos, comprendieron rápidamente que para que
el Estado funcionara eficientemente, el poder y las responsabilidades
inherentes a este, tenían que repartirse en forma adecuada entre todos los
estados de la nación. De allí nació el
Gobierno Federal que, aunque con directrices nacionales que emanan de un Poder
Central, confiere a cada estado la responsabilidad y dirección de sus asuntos
domésticos, de la mejor y más conveniente forma para sus ciudadanos. Existe el gobierno federal, y el
estatal. El primero ve por los intereses
de toda la Nación, y el segundo, por los de cada estado en particular. Y cada uno de estos decide que tipo de educación
deben tener sus hijos. Cuánto invierten
en hospitales, colegios y universidades.
Qué clase de productos elaboran, y cuánto de sus respectivos
presupuestos estatales dedican a esto o aquello. Así que no pueden dilapidar lo que no tienen
o producen, pero tampoco tienen que esperar a que Washington se interese o no,
por el sistema ferroviario o turístico que ellos necesitan. La capital “sabe” que al frente de cada
estado hay hombres inteligentes que conocen cuáles son las necesidades de sus
gobernados; también que cada gobierno local es vigilado por sus propios
ciudadanos, haciendo que sea imposible que estos solamente se interesen por las
cosas que pasan en la capital. Y el
sistema les ha funcionado muy bien; tan bien, que ahora esa nación se ha
convertido en un imperio mundial con un poder casi ilimitado.
Estamos
seguros de que si hubieran seguido el camino de la centralización, ya se
hubieran atomizado en un centenar de países chiquitos y mediocres; algo así
como la América Latina.
Fraternalmente
Ricardo
Izaguirre S.
Correo
electrónico: rhizaguirre@gmail.com
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