86 “LA CHISPA”
Lema: “En
la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA LEY ES LA LEY
Todos los códigos que se han promulgado, desde los más
remotos a los más recientes (laicos o religiosos), han tenido un fin único:
hacer viable, justa y segura la convivencia entre los seres humanos. Desde el código de Hammurabi, dictado en el
siglo XX antes de Cristo, hasta las más novedosas legislaciones tienen ese
propósito. Este código, el más antiguo que se conoce como fundamento de muchas
legislaciones posteriores del medio oriente, tenía ese fin, y fue de él de
donde salieron todos los sistemas legales de los pueblos semíticos, incluida la
Biblia.
Los
griegos, por su parte, le dieron a la Ley un enfoque mucho más humano, y además
introdujeron en él, profundos conceptos morales que le daban a aquella, una
dimensión casi mística (Sócrates, Critón), que convertía a la Norma en un sueño
no solo de integridad personal, sino de justicia universal. “Nadie tiene derecho a burlar la Ley, sin
importar que el violador sea beneficiario personal de ese delito”. Y con su inmolación, Sócrates le dio al mundo
el verdadero sentido no de la validez de una ley injusta, sino de lo que
DEBE ser la conducta del hombre ante la Ley.
Los
romanos decían: “Dura lex, sed lex”. Dura es la ley, pero es la Ley. Este pueblo, menos inteligente y sensitivo
que los griegos, pero con un gran sentido práctico y militar, le dio un
diferente enfoque a la Ley: esta debía tener un criterio militar, y de
allí, extenderse al ciudadano civil. De
esa manera, con una visión que se apartaba del idealismo griego, fue como ellos concibieron que debía normarse la vida
del Imperio. Sin embargo, el fin era el
mismo: la convivencia social en paz.
Cada pueblo, según su naturaleza, ha hecho sus leyes más o menos
drásticas. Allí tenemos a Licurgo en
Esparta. Y al arconte Dracón en Atenas,
con sus leyes terroríficas, pero necesarias en su momento y en su pueblo. Del mismo estilo fueron las leyes bíblicas,
cuya intención única era normar la vida social del “pueblo de dura cerviz” como
les llamó Yavé. Entonces, la ley debe
ser la LEY.
¿Qué
tienen en común estos pueblos en relación con la ley? Que la AMABAN; entre ellos esta era
motivo de culto, de amor, de respeto y acatamiento voluntario y sereno. Como Sócrates. Las leyes representaban la máxima altura
cultural que habían alcanzado las naciones; pues un pueblo sin ley, era presa
de la barbarie, el abuso y la injusticia.
Pero ¿cuál es el objetivo de la Ley?
¿Quiénes, cómo y para qué se crean las leyes? EN TEORÍA: las leyes son para que la
sociedad funcione bien. Y al decir bien,
es TODA LA SOCIEDAD, y no solo algunos grupos de ella. Por lo tanto, el primer requisito de la ley
es que esta debe ser para todos, y que todos seamos iguales ante ella. Si no cumple este requisito NO ES LEY,
sino pretexto. Debe ser de aplicación
inmediata porque si no, NO ES LEY, sino pretexto. LA LEY DEBE SER JUSTA, porque si no, NO
ES LEY, sino pretexto. Por lo tanto,
NO todo lo que se compendia en un código, llena la definición de
Ley. Pero no solo es la naturaleza
intrínseca de la Ley lo que le da validez, sino la aplicabilidad de esta por
parte del Estado, y el cumplimiento que de ella hagan los ciudadanos. Y para que eso se dé, ambos DEBEN AMAR LA
LEY. Porque si no es así, todos los
códigos, por ampulosos que sean, no son más que pretextos.
Por
lo tanto, se supone que quienes tienen la responsabilidad de crear las normas
que rigen a la sociedad, TIENEN QUE SER HOMBRES ÍNTEGROS, que comprendan
plenamente cuál es la sagrada función del LEGISLADOR. Legislar no es solo un empleo transitorio de
cuatro o cinco años. Es una
responsabilidad moral que va más allá de los intereses personales o de los de individuos,
del grupo o del partido político, e incluso del tiempo. Legislar es una labor de dioses en el cielo,
y de HOMBRES COMPLETOS en la
tierra. Legislar no es ocupación de
minusválidos morales o de mentes estrechas y sectarias, sino de Hombres de Verdad. Legislar es una comunión con Dios, con la
consciencia y con el pueblo, y allí no puede tener cabida la menor torcedura
moral o el interés mezquino. Y si se
cumple con esos requisitos, se producen buenas leyes, Y LAS BUENAS LEYES NO
TIENEN QUE CAMBIARSE JAMÁS. Como las
leyes de Dios o la Naturaleza, como usted prefiera llamarlas.
Costa
Rica tiene códigos legales para todo, y leyes hasta para tirar para arriba,
pero ¿amamos la Ley? Se dice con
mucha frecuencia que “este es un país de leyes”, pero ¿qué queremos decir con
eso? ¿Tenemos aunque solo sea una nebulosa noción de lo que ese cliché
significa? Muchas tiranías se han hecho
llamar de esa manera. Sin embargo, que este sea “un país de leyes” no significa
que las respetemos o cumplamos.
Los
griegos amaban la ley en forma ideal y práctica; los romanos en forma militar y
práctica. Con ligeras variantes de
estilo, pero la RESPETABAN. ¿Y
nosotros? Parece que la llamada
“Educación Cívica” ha fracasado por completo en Costa Rica, pues el ciudadano común
ve a esta, solamente como un PRETEXTO
que el Gobierno crea para joderlo. Es
decir, la escuela y el colegio NO LE HAN ENSEÑADO a amar la Ley, sino a TEMERLA. La misma metodología de las religiones: no
nos enseñan a amar a Dios ni al prójimo, sino a TEMERLES. Es esa la única forma como nuestros
ciudadanos se aproximan a la Ley; como algo que PUEDE DAÑARLOS, y que,
por lo tanto, hay que evadir o violar las veces que se pueda. Para el común de la gente, la Ley es algo que
solo debe respetarse en presencia de la policía. Un semáforo en ROJO, solo debe
atenderse si hay un tráfico debajo. Y
así es en casi todas las actividades de nuestra vida ordinaria. Para nosotros la Ley no es algo que se deba
amar y respetar porque nos garantiza el buen funcionamiento social; que nos
asegura el respeto de los demás hacia nuestros
derechos para una vida armónica y feliz, sino un instrumento del
gobierno que este utiliza solo para martirizarnos cada vez que quiere.
Nos
acercamos a la Ley con criterio de delincuentes, y no de ciudadanos justos y
respetuosos de ella. Y esa parece
ser la norma de conducta general no solo de los civiles, sino de los que están
en el gobierno. Pero peor aún, es la
actitud de los que LEGISLAN, pues casi todas las leyes que se emiten,
vienen con docenas de portillos para ser burladas por los mismos que las
dictan; y a partir de allí, por todos los ciudadanos. Casi no hay ley que, bajo un análisis
cuidadoso, no permita aquello que supuestamente prohíbe. Legislar se ha convertido en el supremo arte
de la marrullería. No se legisla para el
pueblo, sino para grupos con intereses monetarios. El pueblo solo es el pretexto, y los
legisladores se han convertido en verdaderos malabaristas de la palabra y el
pensamiento, urdiendo leyes injustas con elegantes disfraces de “interés
común”. Son verdaderos maestros en ese
arte. Allí están los ejemplos de los CAT,
la DEVALUACIÓN y la ley de INQUILINATO. Además, el método para calcular los
aumentos salariales de la masa trabajadora.
¿Qué
es lo que ha fallado en el entendimiento del culto que le debemos a la
Ley? En primer lugar, LOS GOBIERNOS,
porque siendo estos la guía del pueblo, han dado los peores ejemplos de
incumplimiento de las leyes y de sus propias obligaciones. Después está el hogar, la escuela, el
colegio, la universidad, la prensa y casi todos los órganos cívicos encargados
de dirigir a la sociedad. Todos hemos
fallado, y por eso la LEY está postrada y triste, y la Dama que la
representa, utiliza un antifaz para no ver las injusticias que se cometen en su
nombre.
O nos sometemos al
imperio de la Ley TODOS, o todos pagaremos las consecuencias; pero esa
rendición debe ser consciente, amorosa, voluntaria y sin coerción; como fruto
del entendimiento pleno de que la Ley es nuestra mejor garantía de una vida
segura, plena y feliz. No debemos
abstenernos de robar simplemente porque la policía nos mete a la cárcel
(temor), sino porque NO ES JUSTO para el que ha sido robado (amor). Así de sencillo.
Si
le gustó esta “Chispa”, hágale copias y repártala. Póngala en Internet para que circule y lleve
este mensaje a la mayoría.
Fraternalmente
Ricardo Izaguirre S.
Correo: rhizaguirre@gmail.com
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