723 “LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
INSTRUCCIÓN PÚBLICA versus EDUCACIÓN PRIVADA
En la “Chispa”
anterior se señaló la diferencia entre instrucción y educación, y es por eso
que resulta un tanto arrogante el nombre que se da a los ministerios encargados
de organizar la escuela pública en nuestros países: “Ministerio de EDUCACIÓN”, cuando deberían denominarse Ministerio de
Instrucción Pública. ¿Y por
qué ese nombre? Porque eso es lo que
hacen: instruir a la joven población acerca de ciertos asuntos básicos de
programas diseñados con intereses políticos, sociales y económicos de ciertos
grupos de la sociedad. Los pueblos JAMÁS participan en la confección de
estos, no solo porque son gente inculta y mentalmente ya torcida, sino porque las clases poderosas nunca se toman el menor
riesgo en cuanto a la “educación” de las clases bajas (pobres). Esta siempre debe ser mediocre, insuficiente
para la independencia y recargada de mil elementos sutiles y fatalistas que
hagan sentir al niño y joven que tiene un techo natural insuperable, y que debe
conformarse con ese nivel de vida que le permite la instrucción pública y su lema: “Los ricos están completos”. La “educación”
pública es una permanente limosnera para la que nunca hay dinero.
Los programas escolares están recargados de lirismo y declaraciones
patrióticas huecas que de nada les sirven a las juventudes; todo es pura paja
destinada a tapar la realidad que subyace detrás de esa actividad cuyo objetivo
es producir lo que conocemos como el “Hombre
Dócil” de la América Latina; el ciudadano conforme e incapaz de reclamar
sus derechos ni de hacer valer aquellas aspiraciones que vayan más allá de los
carriles que la escuela pública le
ha marcado. Esta es hija de una necesidad
económica e histórica inevitable y no de la buena voluntad de los gobiernos o
de las oligarquías. Los tiempos
modernos reclamaban trabajadores y empleados con alguna instrucción que los
capacitara para entender los nuevos métodos de producción y la industria, y de
allí nació la urgencia de crear esa institución. Pero debido a que esta ejerce su influencia
en esa etapa crítica de la vida de los hombres (niñez y juventud), no podía
dejarse en manos de quienes pudieran enseñarles cosas “peligrosas”. Por
eso, el Estado tomó la responsabilidad
de dirigirla. Pero a la conveniencia
de aquellos que siempre han formado el Gobierno: LA PLUTOCRACIA. Es por eso que la escuela pública es un
instrumento de domesticación en donde se anulan todas las manifestaciones de
individualidad, ingenio, rebeldía, personalidad y capacidad de escogencia y
decisión. Y desde luego, solo produce
niños uniformes. Domeñados, conformes, dóciles, que no
protestan y que saben acatar órdenes.
(Chascarrillo navideño
de los políticos: “Estamos preocupados por
la seguridad de los ciudadanos”)
En la mente de los
Gobiernos la instrucción pública NUNCA
ha tenido el propósito de crear ciudadanos críticos, libres y capaces de tomar
decisiones. Y cuando esto último se da
espontáneamente, porque es inevitable, los gobernantes nunca han tenido el
menor empacho para realizar matanzas terribles entre estos. Los estudiantes siempre han sido el coco de
los políticos, pues sobre estos no pueden ejercitar las triquiñuelas naturales
con las que engatusan a los adultos que dependen de trabajos, posiciones o
regalías derivadas de cualquier forma de dependencia del Estado. Para un Gobierno no hay cosa más temible que
un estudiantado consciente de sus derechos, y es por eso que hacen todo lo
posible por quebrarles ese espíritu desde el kindergarten. Para que cuando lleguen a la Universidad ya
sean ciudadanos
dóciles e incapaces de rebelarse ante nada. Personas indolentes con la colectividad, pero
llenos de vicios egoístas que solo tienen en cuenta sus intereses
personales. La escuela estimula y alaba ese
tipo de individualismo como si se
tratara de una virtud, o al menos, de un chiste. Ese ha sido el objetivo de la Instrucción Pública en la América
Latina: producción en masa de gente conformista, “demócratas” pacíficos que respeten la Constitución y el Orden Legal.
En
la acera opuesta se encuentra la Educación
Privada, en la cual sí intervienen los padres de familia. Esta es sinónimo
de ricos, clase media alta y uno que otro colado
de la clase media baja. A ella asisten
los chicos destinados a mandar, a ser capitanes de la empresa privada, la
banca, la industria y, por añadidura inevitable, la política en sus altos
niveles. Constituyen la aristocracia del dinero. Aquí, los docentes no son los esbirros naturales al servicio de
los programas de la escuela pública, sino cuidadosos sirvientes atentos a los
caprichos de la rica clientela formada por sus exigentes empleadores. En ella el maestro es seleccionado
escrupulosamente, se le somete a reglas humillantes y a un régimen casi
tiránico cuyo objetivo es lograr que todos los estudiantes aprendan lo que
puedan pero, sobre todo, que pasen. Nada de aplazados, y si esto se da en los exámenes
oficiales, de inmediato se movilizan todas las palancas e influencias
necesarias para que la situación se normalice
y todos “ganen” sus materias. Desde
luego que aquí tampoco hay EDUCACIÓN,
solo un entrenamiento disciplinario para que aprendan a tratar con la gente de
su misma clase, que practiquen sus armas y habilidades naturales para
relacionarse y desarrollar sus potencialidades de depredadores, y como personas
destinadas a grandes cosas. La EDUCACIÓN es cosa de sus hogares. De padres profesionales, listos, adinerados y
poseedores de influencias, no pueden ser diferentes. Son hijos de tigres. Son
miembros naturales de las Oligarquías.
A estos niños y jóvenes nadie les QUIEBRA
su carácter con los dogmas y majaderías de la escuela pública. Al contrario, lo fortalecen hasta niveles
insospechados.
¿Podrá
la instrucción pública asimilarse a la privada?
¿Podría devolver a la sociedad un producto mejor que el que hasta el
momento nos ha dado? ¡Claro que sí! Todo depende del nivel de consciencia que
tengan los Maestros sobre esta estructura
y que no sigan con la disposición de apegarse a los manuales de formación que
les dan los Ministerios de “Educación”.
De que tomen la iniciativa en la formación de mejores ciudadanos; que se
comprometan con aquella población que la sociedad pone en sus manos para
producir esos individuos de los que tanto hablan los programas en su fase
teórica. No es cuestión de métodos, programas o
divisiones sociales determinadas por el dinero.
Todo depende de los MAESTROS,
a despecho de los programas. De los educadores
sin bisagra y con una enorme fe en su trabajo de formadores de Hombres y Mujeres libres.
Fraternalmente (¿Sucede algo parecido
en su país?)
Ricardo
Izaguirre S. E-mail: rhizaguirre@gmail.com
PUBLICIDAD: Les recomiendo la lectura de mi libro “EL ANÁLISIS”, de
venta en la Universal, Barrabás, Juricentro, Aristos y casi todas las buenas
librerías del país.
Qué comentarios más despectivos con respecto a los docentes sin ningún tipo de fundamentación teórica o estadísticas que respalden sus argumentos, más que un hígado bilioso. Hasta que da tristeza leer este artículo.
ResponderEliminar