sábado, 30 de julio de 2011

770 El Instituto Tecnológico


770      LA CHISPA       (24 febrero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL INSTITUTO TECNOLÓGICO DE CARTAGO
            ¡Qué refrescante visión es la de observar esa muchachada que se dirige a las aulas a estudiar las más diversas carreras que ofrece el ITCR!  Es el presente y el futuro en acción, la esperanza y la seguridad de que estamos apuntando hacia una meta superior de desarrollo.  Cuando empezó era apenas una humilde escuelita de oficios, la versión adornada del antiguo COVAO, pero hoy se trata de un centro de enseñanza superior con todas las de ley.  Me sentí feliz de verme envuelto dentro de esa tremolina de jovencitos que marchaban apresurados a sus aulas mientras yo caminaba lentamente (cuestión de años) hacia una cita escolar que me mantenía en vilo y que me hacía sentir tan ansioso como los niños que van por vez primera al kinder.  El lunes 22 de febrero formé parte del alumnado del ITCR.   Pero eso tiene una historia.  Días antes había lanzado un S.O.S en una “Chispa”, y había manifestado mi interés por aprender a hacer una página o sitio web.  Y obtuve una respuesta casi inmediata de un amigo cibernético al que conocí en persona ese día: don Guido Hernández, profesor pensionado de esa institución.  De inmediato se puso en contacto con un conocido que da clases en el Tecnológico, un joven profesor llamado Mario Villalobos, y se armó el asunto.  Fueron reclutados varios muchachos cincuentones (más o menos), y se formó el grupo. 
            El lunes inauguramos y tuve la bella sensación de ser parte de algo que debería ser una sana costumbre en todos los viejos.  El deseo de sentirse no solo entretenidos y en movimiento, sino tener la intención de ser útiles y productivos.  Pienso que si se montaran cursos de este tipo con otra intención diferente a “mantener ocupados a los viejitos”, mucha mano de obra capacitada podría incorporarse al mercado laboral.  Legiones de profesores pensionados podrían iniciar nuevas carreras como entretenimiento y una forma de “redondear” sus pensiones.   Además de diversión, como la posibilidad real de aprender una de las tantas profesiones que, basadas en su experiencia cultural, pudiera servirles para generar mayores ingresos.  La computación es una de ellas, aunque estoy seguro de que hay muchos campos en los que se puede invertir la vasta experiencia de personas cultas con grados académicos variados.  La gama de posibilidades es muy variada, solo es cuestión de abocarse a su estudio.   
            Una persona de sesenta o setenta años puede ser poco útil como albañil o tractorista, pero puede convertirse en un excelente profesional del diseño gráfico.  Para eso lo único que se utiliza es el cerebro y la vista.   Un viejo puede dedicarse a hacer páginas web o al diseño de redes, o aprender inglés.  Para eso no se necesita agilidad ni fuerza física, por lo tanto, no está descalificado para convertirse en una persona generadora de riqueza.  Es cuestión de explorar posibilidades. 
            Ese mismo día me enteré del PIAM (Programa Integral para la persona Adulta Mayor), el cual apunta en una dirección favorable.  Sin embargo, me parece que el enfoque que se le da es un poco lúdico, como algo dirigido principalmente al entretenimiento de los viejos.  Por la información del folleto (puedo estar equivocado) deduzco que se trata de un sistema dirigido a ayudar a “pasar el rato”, nada más.  Pero la idea debería ir mucho más allá de esa meta, pues infinidad de personas en esa edad tienen grandes limitaciones monetarias, lo cual las hace muy dependientes de sus familias, y eso es deprimente.  Entonces, ¿por qué no darle un enfoque más práctico a ese esfuerzo institucional?  ¿Por qué no enseñar actividades que se puedan traducir en ingresos adicionales?   A la mayoría de los pensionados apenas les alcanza el salario para satisfacer las cuestiones básicas, y esa es la razón por la cual se le debe dar a estos programas un enfoque un tanto más utilitario, ya que muy pocas personas se deciden a aprender algo después de los cincuenta o sesenta años por puro vacilón.  Debe existir un estímulo económico real que, además de diversión y ejercicio, produzca entradas, que siempre son bienvenidas.  Si yo aprendo macramé, deberá ser para obtener algún beneficio y no que signifique solo gastos.  Eso no tiene chiste.  Empastar libros es un buen oficio y es productivo.  En fin, la oferta podría ser enorme.            
            Hay colegios y escuelas que pasan desocupados por las noches; al menos algunas de sus aulas y algunos días de la semana.  Son RECURSOS que están subutilizados y que podrían ponerse al servicio de los adultos mayores, pero con una metodología moderna; no es cuestión de enseñar cursos de tres, cuatro o cinco años a adultos mayores.  Se trata de ofrecer clases que capaciten a las personas para ofrecer sus servicios o montar sus propias empresas en un período no mayor de un año, pues los viejos no tenemos mucho tiempo.  
            ¡Cuánto talento se desperdicia!  Centenares de profesionales pensionados se convierten en vegetales casi inútiles, gente que solo consume mientras muere.  Y eso es una injusticia.  Sé que existen muchas ofertas que corresponden a esfuerzos dispersos; valiosos pero no lo suficiente para llenar necesidades que no solo tienen que ver con la diversión y ocupación del tiempo libre de manera divertida.  Hay otro aspecto MUY REAL que debe contemplarse en estos programas: la cuestión de los ingresos.  No es únicamente crear espacios de diversión, pues para eso bastaría con hacer parques y darle a cada viejo un kilo de maíz para que engorde a las palomas.  Se trata de incluir la parte del dinero que, en el caso de los viejos, suele ser un factor muy importante para su independencia y auto respeto.   Desde luego que en el total, la simple asistencia a un curso de esos, produce una gran satisfacción y deseos de vivir y gozar la vida.  Así me sentí yo ese lunes que asistí a mis clases para aprender a hacer mi blog.   Pero si además de ese placer social existe algún incentivo monetario... “más mejor que mejor”.   ¿Cuántas aulas pasan desocupadas por las noches en tantos colegios?  ¿Cuántos profesionales, obreros y especialistas hay en cada barrio que podrían enseñar los rudimentos de algo?  Miles.  Electricidad, plomería, fotografía, cocina, zapatería, diseño de muebles, decoración, reparación de planchas, medicina popular, organización ciudadana, panadería, una gran escuela comunitaria.  Tenemos los recursos, solo es cuestión de localizarlos, reunirlos y ponerlos en acción.  Cada sector citadino podría empezar esa labor organizándose, conversando, preguntando y planificando con las autoridades locales.   Al menos podemos intentarlo.
            Fraternalmente
                                   Ricardo Izaguirre S.                                       E-mail: rhizaguirre@yahoo.es

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