lunes, 1 de agosto de 2011

731 Institucionalidad democrática


731      LA CHISPA”      (10 diciembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ SIGNIFICA “INSTITUCIONALIDAD DEMOCRÁTICA”?
            El mito de las “instituciones” es un arma poderosa en manos de las clases dominantes políticamente, valga decir, las oligarquías.  El diccionario dice muchas cosas acerca de aquellas, pero en ninguna parte afirma que sean sagradas y que deban mantenerse contra viento y marea si de ellas no se derivan cosas buenas para la sociedad de un país.  La institucionalidad en América Latina es un fraude monumental que nos han hecho.  Pero lo más nocivo es que, a través de la escuela, le han hecho creer a la gente que esta es una cuestión sagrada que debe mantenerse a todo trance, aún con el sacrificio de las poblaciones.  En la dialéctica democrática es equivalente al orden jurídico y social bajo un marco de normas que indican cuáles son los derechos y los límites de cada ciudadano.  En teoría esto parece perfecto, pero el problema surge en la forma cómo se aplica y de qué manera ha sido articulado ese orden legal.  ¿Quiénes participan en su estructuración?  ¿Se toman en cuenta los intereses de la gente en su confección?  ¿Y por qué solo los que dominan el Poder tienen la facultad de cambiarlo cuando les da la gana?           (Chiste político: “Respeto a la Constitución”)
            Ese es el gran problema en nuestros pueblos, ya que estos nunca participan en la formulación de las leyes que hacen el entramado jurídico que da nacimiento a las instituciones.  Siempre son minorías las que, parapetadas detrás del “orden jurídico”,  y a pesar de él, tienen la capacidad de hacer lo que les da la gana con este y las finanzas públicas.  El meollo de la cuestión política. Es por eso que detrás del cuento de la institucionalidad hay mucho esfuerzo de domesticación, trabajo que ha sido encargado a la escuela en todos sus niveles.  Es uno de los “valores” que se enseña a niños y jóvenes a respetar.  Se les hace creer que es algo sagrado que debe prevaler, a pesar de sus defectos, ya que es para el beneficio de todos.  El orden jurídico o constitucional (otro de los nombres de ese fantasma) ha llegado a ser algo así como las religiones: un elemento de intimidación cívica y casi patriotero.  Pero solo para el populacho, pues cuando las oligarquías necesitan hacer algo que va en contra de la ley, cambian la ley y lo hacen legal.   Cuando quieren un acto ilegal, como la reelección, violentan la Constitución con artimañas y burlan la Norma.    Ese fraude específico se conoce como “reforma”.  Pero el proletario nunca puede hacer eso, y tiene que soportar de todo.                                                        (Chiste institucional: “Libertad de escogencia de candidatos”)
            La institucionalidad es la gran falacia mediante la cual se mantiene la docilidad de las masas.  Es el látigo que los gobiernos hacen chasquear cada vez que aquellas pide un poco de justicia.  Les dicen que no se puede violar esta para complacer antojos injustificados como aumentos de salarios, más escuelas, hospitales y guarderías.  El presupuesto ya está hecho y no es posible alterarlo sin atropellar el orden constitucional.  Punto.                                                                                       
La institucionalidad democrática nos enseña a reverenciar el concepto de “paz social”, a verla como un fetiche que se encuentra por encima de todo, como una prioridad absoluta. Pero su objetivo real es mantener el establishment a toda costa, cuestión de interés solo para unos pocos que no quieren la menor alteración en su mundo perfecto.  Sin embargo, el hombre libre DEBE distinguir, está obligado, entre lo que es la armonía social como fruto del entendimiento y la justicia, y lo que es la calma ignominiosa que les imponen los poderosos a los pueblos ignorantes.   El Hombre libre SABE que la muerte es preferible a una paz sin honor.  Es más apetecible la quietud del cementerio que la indignidad del sometimiento por miedo o indolencia.  Tampoco es satisfactoria la paz con hambre, enfermedad o analfabetismo.  Esta es un concepto mucho más profundo que la ausencia de guerra y va más allá de tener la panza repleta y gozar de un chiquero.  Esto es suficiente para los chanchos pero no debe serlo para el Hombre.    La Institucionalidad es un conjunto de leyes y reglamentos en cuya creación los ciudadanos de a pie jamás son tomados en cuenta; por lo tanto, en apego a la justicia, estos NO TIENEN OBLIGACIÓN alguna de acatarlos.  Son trampas hechas por los “de arriba” para tener el control de las masas y la economía.   Como la Ley de Inquilinato o la Devaluación.  
            La Institucionalidad democrática nos dice que los pueblos hacen elecciones y que escogen libremente a sus gobernantes.  Ese es el dogma para adormecer al ciudadano pero, ¿funciona ese mecanismo de manera real y justa?  Veamos el caso del nombramiento de candidatos a la presidencia o diputaciones (el núcleo del Poder).  ¿Escoge el votante a sus candidatos de manera directa?  ¿O lo hacen los partidos políticos, instrumentos de las oligarquías?  La pertenencia política irreflexiva del ciudadano es el ideal de los poderosos.  La membresía de millones de tontos útiles en los partidos, es la panacea con la que sueñan “los dueños”.  A usted le han hecho creer que elige, pero eso es una mentira que debemos repetir hasta el aburrimiento.  Usted JAMÁS elige a nadie.   Usted solo es utilizado para legitimar el poder en manos de unos pocos.   ¿Eligió usted a doña Laura Chinchilla o a sus candidatos a la vicepresidencia?   Es posible que ni ella sepa quiénes son sus socios de papeleta ni por qué están allí.  Se trata de una orden superior.  ¿A qué distrito o cantón representa una diputada de apellido Taitelbaum?  ¿Qué comunidad la eligió?  ¿La suya?  ¿O solo apareció en la lista por arte de magia?  Así se maneja esa “Institución Electoral”, y usted la valida con su voto.
            Cuando los candidatos a la Municipalidad y a las diputaciones salgan de los cabildos o comunas y sean representantes libres sin ligas con partido alguno, entonces podremos decir que usted los eligió.  Pero mientras todo eso sea producto de la manipulación y compadrazgos entre la gente que siempre tiene el Poder, esas instituciones seguirán siendo espurias y no dignas de la reverencia a la cual nos han convencido debemos profesarles.  La institucionalidad democrática es algo así como las religiones, una especie de espectro que han sacralizado para que todos doblemos la rodilla ante ella, sin raciocinio alguno.  Pero solo es un producto humano al servicio de una minoría privilegiada.  Estimado conciudadano: piense y no permita que lo manejen como robot.  Pero si acepta esta situación, que sea de manera consciente y sepa que participa en ella porque le da la gana y no porque sea una veleta.              (¿Cómo funciona el sistema electoral en su país?)
            Institucionalescamente
                                    Ricardo Izaguirre S.                                        E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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