lunes, 29 de agosto de 2011

551 La mamitis


551    LA CHISPA         (23/11/08)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿ES LA “MAMITIS” SOLO COSA DE HOMBRES?

            Hace años, en una fiesta colegial del “Día de las Madres”, un profesor hablaba de las mamás con un entusiasmo desbordante; en su apología no hubo epítetos que no utilizara.  Las calificó de ángeles, sublimes, increíbles, mártires, reinas, corazones vivientes, núcleo del mundo, fragua de las sociedades, molde de la nobleza, espejos del alma universal, representantes de María.  En fin, dijo que eran diosas que tenían el poder de crear personas, y es por eso que ante ellas, teníamos el deber de arrodillarnos y venerarlas todos los días de nuestras vidas.  Y con lágrimas en los ojos dijo que Dios, directamente, había puesto en manos de estos seres el destino de la humanidad.  Yo escuchaba perplejo a mi colega, pues nunca había presenciado tanta devoción, amor y admiración rendida de parte de un individuo ante esas santas mujeres a las que (casi) todos hemos tenido en la vida.  Muchos años después, sigo sintiendo la emoción que mi amigo, ya fallecido, puso en aquel discurso tan apasionado que nos marcó para siempre a los que lo escuchamos.  Y casi medio siglo después, continúo pensando igual que él, y que casi todos los tipos con los que he hablado al respecto. 
            Todos padecemos de “mamitis”, sin importar qué tan viejos estemos; es más, cuanto más nos momificamos, nuestra evaluación maternal sigue en alzada.  El paso del tiempo surte un mágico efecto sobre los recuerdos que tenemos de ellas.  Se nos olvidan las palizas, los tirones de oreja y los cotidianos y aburridores sermones acerca de todas las cosas imaginables.  Que no sea haragán, que báñese bien, límpiese las orejas, cepíllese los dientes, no se ensucie las manos, recórtese las uñas, haga su tarea, pórtese bien, no sea respondón, respete a sus mayores, cuide a su hermanito etc. etc. etc. etc. etc. etc. etc.  Entonces, ¿qué es lo bueno que recordamos de nuestras progenitoras?  ¿Lo que suponemos y adivinamos que llevaban por dentro?  La sociedad ha creado programas que nos embuten a través de la escuela y otros medios oficiales para convencernos de ciertas cosas y hacernos dóciles miembros de la comunidad.  ¿Son las mamitas todo eso que solemos escuchar o inventar acerca de ellas?  ¿Es su amor una cosa sublime impuesta en estas por Dios?   ¿O simplemente es un mecanismo biológico (hormonal) que las obliga a una determinada conducta que ya viene entretejida en su fórmula genética?
            A los ingenieros sociales les “conviene” que creamos ciertas cosas que conducen a un comportamiento controlable.  Y una de esas es la relación madre-hijo.  Vean que intencionalmente no se menciona a la hijA.  Y es aquí en donde empieza a aparecer el peine.  Cuando la mujer es chiquita padece de la misma “mamitis” que el niño, pero con cierta inclinación a la “papitis”, la cual se agudiza con la edad.  Desde luego, sin que llegue a los casos patológicos de la manía del macho.  Para ella, su mamá es una roquilla que puede ir desde vieja loca, necia e insoportable, hasta una buena amiga; un poco anticuada y ridícula, pero “buena gente”.   La hembra suele definir a su madre como una mujer, simplemente, sin adornos ni exageraciones emocionales, y jamás cae en las actitudes histéricas a las que es inclinado el hombre cuando de aquella se trata, especialmente en los pleitos matrimoniales.  Las mujeres (madre-hija) a veces se odian como auténticas enemigas, y dan la impresión de ser dos hembras en celo peleando un espacio, o afirmándolo.  Desde chiquitas empiezan a formular su mundo, y a medida que van “leyendo” su manual genético, van entendiendo qué es lo que tienen que hacer.  Mientras los machos nunca saben qué hacen en este mundo, ellas sí lo tienen muy claro. Comprenden que pueden ser “amigas”, pero que sus caminos tienen que tomar rumbos divergentes, y que deben demarcar sus propios territorios.  Pueden y aceptan ser socias, pero en cierta parte del recorrido, se separan por completo y toman sus propias decisiones.  En cambio, los hijos continúan con esa dependencia por toda la vida, sin importar qué tan inteligentes, sabios o poderosos sean.  O cuánto simulen que no.   
            El cuento con el hombre es diferente, la mamitis es un mal (o bien) que va acrecentándose a medida que pasan los años.  Y si la doñita muere, se distorsiona por completo su imagen humana y se convierte en santa en la mente de su huérfano.  Tan terrible es esa dependencia que, por un “hijueputazo”, cualquier individuo está dispuesto a matar a quien sea.  Mientras las mujeres plantean con naturalidad las relaciones sexuales de su madre, los varones evaden pensar en ellas.  No importa qué tan cultos y modernos sean.  El tema sexual referido a aquellas es un campo vedado a su imaginación, incluso a su realidad.  En cualquier momento puede decir: “Mi tata era un don Juan, le hizo el amor a medio mundo”, pero eso jamás lo diría de su madre, aunque esta haya sido prostituta.  Y no es cuestión de simple machismo, es algo que va mucho más allá de la mecánica sexual, y que solo los hombres “entendemos”.  Mientras la mujer conserva una clara pintura de lo que es o fue su vieja, en el varón siempre prevalece la idealización.  La madre real suele desdibujarse en sus recuerdos y, con los pinceles del tiempo y el cariño, empieza a esbozar en su mente un cuadro divino de su progenitora.  En él no tiene cabida nada que no sea la pureza que le atribuye a la autora de su vida.  Es por eso que las madres explicadas o relatadas por sus hijos, suelen ser unos seres extraños y casi ajenos al género humano.  Tanto es así, que una vez oí a una joven mamá, que escuchaba un panegírico semejante al de mi amigo, que decía entre perpleja y divertida por los elogios:¡Yo no sabía que éramos tan carga!”
            Parece, entonces, que la “mamitis” sí es un asunto solo de machos, pues mientras las mujeres sueñan con todas las fuerzas de su ser por independizarse y formar sus propios dominios, a los hombres nos fascina la idea de vivir en casa de la “roquilla” para siempre, o hasta que nos echan o alguien nos incomoda caZÁNdonos, lo cual es un terreno desconcertante en donde tenemos que poner de todo, e iniciar un aprendizaje muy difícil, con alguien que nunca será igual a mami… hasta que sea mamá.
            Maternalescamente
                                               Ricardo Izaguirre S.    Tel 2286-3522     E-mail:  rhizaguirre@gmail.com.com
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