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“LA CHISPA” (23/11/08)
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿ES LA “MAMITIS” SOLO COSA DE HOMBRES?
Hace años, en una fiesta colegial
del “Día de las Madres”, un profesor
hablaba de las mamás con un entusiasmo desbordante; en su apología no hubo
epítetos que no utilizara. Las calificó
de ángeles, sublimes, increíbles, mártires, reinas, corazones vivientes, núcleo
del mundo, fragua de las sociedades, molde de la nobleza, espejos del alma universal,
representantes de María. En fin, dijo
que eran diosas que tenían el poder de crear personas, y es por eso que ante
ellas, teníamos el deber de arrodillarnos y venerarlas todos los días de
nuestras vidas. Y con lágrimas en los
ojos dijo que Dios, directamente, había puesto en manos de estos seres el
destino de la humanidad. Yo escuchaba
perplejo a mi colega, pues nunca había presenciado tanta devoción, amor y
admiración rendida de parte de un individuo ante esas santas mujeres a las que
(casi) todos hemos tenido en la vida.
Muchos años después, sigo sintiendo la emoción que mi amigo, ya
fallecido, puso en aquel discurso tan apasionado que nos marcó para siempre a
los que lo escuchamos. Y casi medio
siglo después, continúo pensando igual que él, y que casi todos los tipos con
los que he hablado al respecto.
Todos padecemos de “mamitis”, sin
importar qué tan viejos estemos; es más, cuanto más nos momificamos, nuestra
evaluación maternal sigue en alzada. El
paso del tiempo surte un mágico efecto sobre los recuerdos que tenemos de ellas. Se nos olvidan las palizas, los tirones de
oreja y los cotidianos y aburridores sermones acerca de todas las cosas
imaginables. Que no sea haragán, que
báñese bien, límpiese las orejas, cepíllese los dientes, no se ensucie las
manos, recórtese las uñas, haga su tarea, pórtese bien, no sea respondón,
respete a sus mayores, cuide a su hermanito etc. etc. etc. etc. etc. etc. etc. Entonces, ¿qué es lo bueno que recordamos de
nuestras progenitoras? ¿Lo que suponemos y adivinamos que llevaban
por dentro? La sociedad ha creado
programas que nos embuten a través de la escuela y otros medios oficiales para
convencernos de ciertas cosas y hacernos dóciles miembros de la comunidad. ¿Son las mamitas todo eso que solemos escuchar
o inventar acerca de ellas? ¿Es su amor
una cosa sublime impuesta en estas por Dios?
¿O simplemente es un mecanismo biológico (hormonal) que las obliga a una
determinada conducta que ya viene entretejida en su fórmula genética?
A los ingenieros sociales les
“conviene” que creamos ciertas cosas que conducen a un comportamiento
controlable. Y una de esas es la
relación madre-hijo. Vean que
intencionalmente no se menciona a la hijA. Y es aquí en donde empieza a aparecer el
peine. Cuando la mujer es chiquita
padece de la misma “mamitis” que el niño, pero con cierta inclinación a la
“papitis”, la cual se agudiza con la edad.
Desde luego, sin que llegue a los casos patológicos de la manía del
macho. Para ella, su mamá es una roquilla que puede ir desde vieja loca,
necia e insoportable, hasta una buena amiga; un poco anticuada y ridícula, pero
“buena gente”. La hembra suele definir
a su madre como una mujer, simplemente, sin adornos ni exageraciones
emocionales, y jamás cae en las actitudes histéricas a las que es inclinado el
hombre cuando de aquella se trata, especialmente en los pleitos matrimoniales. Las mujeres (madre-hija) a veces se odian
como auténticas enemigas, y dan la impresión de ser dos hembras en celo
peleando un espacio, o afirmándolo.
Desde chiquitas empiezan a formular su mundo, y a medida que van
“leyendo” su manual genético, van entendiendo qué es lo que tienen que hacer. Mientras los machos nunca saben qué hacen en
este mundo, ellas sí lo tienen muy claro. Comprenden que pueden ser “amigas”,
pero que sus caminos tienen que tomar rumbos divergentes, y que deben demarcar
sus propios territorios. Pueden y
aceptan ser socias, pero en cierta parte del recorrido, se separan por completo
y toman sus propias decisiones. En
cambio, los hijos continúan con esa dependencia por toda la vida, sin importar
qué tan inteligentes, sabios o poderosos sean.
O cuánto simulen que no.
El cuento con el hombre es
diferente, la mamitis es un mal (o bien) que va acrecentándose a medida que
pasan los años. Y si la doñita muere, se
distorsiona por completo su imagen humana y se convierte en santa en la mente
de su huérfano. Tan terrible es esa
dependencia que, por un “hijueputazo”, cualquier individuo está dispuesto a
matar a quien sea. Mientras las mujeres
plantean con naturalidad las relaciones sexuales de su madre, los varones evaden
pensar en ellas. No importa qué tan
cultos y modernos sean. El tema sexual
referido a aquellas es un campo vedado a su imaginación, incluso a su
realidad. En cualquier momento puede
decir: “Mi tata era un don Juan, le hizo
el amor a medio mundo”, pero eso jamás lo diría de su madre, aunque esta
haya sido prostituta. Y no es cuestión
de simple machismo, es algo que va mucho más allá de la mecánica sexual, y que
solo los hombres “entendemos”. Mientras la
mujer conserva una clara pintura de lo que es o fue su vieja, en el varón
siempre prevalece la idealización. La madre real suele desdibujarse en sus recuerdos
y, con los pinceles del tiempo y el cariño, empieza a esbozar en su mente un
cuadro divino de su progenitora. En
él no tiene cabida nada que no sea la pureza que le atribuye a la autora de su
vida. Es por eso que las madres explicadas o relatadas por sus hijos, suelen ser unos seres extraños y
casi ajenos al género humano. Tanto es
así, que una vez oí a una joven mamá, que escuchaba un panegírico semejante al
de mi amigo, que decía entre perpleja y divertida por los elogios: “¡Yo
no sabía que éramos tan carga!”
Parece, entonces, que la “mamitis” sí es un asunto solo de machos, pues
mientras las mujeres sueñan con todas las fuerzas de su ser por independizarse
y formar sus propios dominios, a los hombres nos fascina la idea de vivir en
casa de la “roquilla” para siempre, o hasta que nos echan o alguien nos incomoda
caZÁNdonos, lo cual es un terreno
desconcertante en donde tenemos que
poner de todo, e iniciar un aprendizaje muy difícil, con alguien que nunca
será igual a mami… hasta que sea mamá.
Maternalescamente
Ricardo
Izaguirre S. Tel 2286-3522 E-mail:
rhizaguirre@gmail.com.com
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