665 “LA
CHISPA” (11/07/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos
del Poder”
LA PEOR DESGRACIA DE UN PUEBLO:
PERDER LA CONFIANZA
Cuando
terminó la Segunda Guerra Mundial, el panorama era desolador para
Alemania. Los aliados les pasaron la
aplanadora “palante y patrás” hasta
dejarlos molidos; reducidos a pavesas.
Todo el territorio alemán se convirtió en una escombrera
deprimente. Gente con hambre y frío
buscando alimentos entre la basura. Una pesadilla aterradora a la cual no se le
veía solución alguna; pero CINCUENTA
AÑOS después, se habían convertido en los dueños de Europa; la población
más poderosa y rica de la tierra. Por
encima incluso de los Estados Unidos, que si tienen un PIB más elevado, este
solo pertenece a unos pocos. ¿Y cómo se
explica este fenómeno que podríamos tildar de milagroso? Se puede resumir en dos aspectos de la mentalidad
del alemán: educación y confianza. Educación esmerada que da como resultado no
solo hombres científicamente preparados para ubicarse en la vanguardia de la
ciencia y tecnología, sino que los ha provisto de un carácter acerino que los
hace indomables. Y en segundo lugar, la CONFIANZA. Confianza en ellos mismos y en su proverbial
capacidad de trabajo. Confianza en su
sociedad, en sus paisanos, en sus obreros; pero sobre todo, EN SUS POLÍTICOS Y GOBERNANTES. Ese el simple
misterio del “milagro económico alemán”.
La
alta estima que el alemán tiene del HONOR
es algo que los hace incomprensibles para otras sociedades y, en cierta forma,
los vuelve incapaces de comprender a otros pueblos que NO se rigen por los mismos principios éticos, lo cual los lleva a
cierta arrogancia y menosprecio por los demás; por los no arios. Y esa valoración del honor es lo que ha hecho que nunca entendieran ni aceptaran a los judíos como miembros de su
pueblo. Ni a otras etnias. Y aunque eso es criticable, es comprensible y
merecen ser dispensados, pues tal conducta es la que los ha llevado a ubicarse
en el sitio en donde se encuentran en la actualidad. Pueden ser “pesados”, pero ese es su carácter
y el conjunto de vicios y virtudes que los han colocado a la vanguardia del
progreso mundial; así que tienen el
derecho de ser como son. Esa actitud
ante la vida es lo que hace la diferencia entre los pueblos. Los podemos criticar por envidia, pero
tenemos la obligación de reconocer lo que son, por mal que nos caigan.
Si los latinos aprendiéramos un décimo de esa conducta, ascenderíamos al
cielo.
¿Qué somos los latinos, sin importar el
revoltijo racial que tengamos en nuestras venas? Eso no cuenta ni es lo que determina el carácter, pues podemos ser negros,
blancos, blancuzcos (todos los tonos), indios y con todas las variables del
mestizaje, pero seguimos siendo gente sin
carácter ni honor, tampoco
tenemos las cualidades que se derivan de estos. No
confiamos en nada ni en nadie.
Perdimos esa cardinal virtud desde hace tanto tiempo que, parece que en
realidad NUNCA la tuvimos. No nos fiamos ni de nuestra familia, y la sospecha es la única brújula que guía
nuestras acciones. Y en concordancia con
esta actitud “racial” de latinos, no confiamos en nadie y, de ser posible,
siempre nos adelantamos a los demás en todo tipo de acciones desleales y torcidas. Los
latinos somos arteros por definición.
Esa desconfianza nos lleva a ser timoratos y aprovechados. No tenemos el carácter necesario para tomar
riesgos calculados que nos lleven a otro nivel de existencia. Es por eso que las oligarquías latinas no se
han atrevido a dar el salto hacia el mundo de la modernidad y cambiar el
esquema de “ricos y miserables”, por
el de “ricos y millonarios”. Como hicieron los alemanes y japoneses. Su
encogimiento, falta de valor y carácter los ha hecho permanecer en el viejo
esquema colonial de manera indefinida. Le tienen miedo al progreso y prefieren el
modelo antiguo pero seguro, aunque este implique un gran peligro para el futuro
que habrá de devorarnos a todos.
Los
alemanes brincaron de “miserables y más miserables” a “ricos y millonarios”; y les ha ido muy bien. Pero
tomaron el albur que nuestras pusilánimes oligarquías temen como si se tratara
del mismo Demonio. ¿Y por qué no lo
hacen? Porque no tienen valor ni honor
ni capacidad de trabajo ni inteligencia ni sentido del riesgo en un mundo
competitivo; prefieren el camino seguro
pero torcido del compadrazgo, la corrupción política, el proteccionismo, el
monopolio, el ventajismo, la depauperación de los pueblos y la negativa de
brindar a estos la única vía de crecimiento verdadero: LA EDUCACIÓN. Pero NO el barniz alfabético de nuestras
escuelas y colegios, sino una enseñanza ESMERADA
y profunda, capaz de crear a los hombres del nuevo milenio; bien dotados para
convertirse en una clase “rica”, que impulse hasta la estratosfera a los ricos
de ahora y los convierta en millonarios.
Pero nuestros oligarcas NO
son alemanes, no tienen honor ni capacidad ni inventiva; siempre estarán atados
al viejo modelo: concesiones gratuitas, golpes de Estado, no pago de impuestos,
política de salarios miserables, financiación de parte de los gobiernos,
subvención estatal, cero impuestos, préstamos bancarios sin intereses y todas
las sinvergüenzadas que se han inventado desde la atalaya del poder
político. Nuestras oligarquías NO tienen sentido de la aventura
calculada; son cobardes ventajistas que, desde sus posiciones políticas, se conforman con ser riquillos en el seno
de sociedades miserables. Nunca se
arriesgarán, como los alemanes, a ser millonarios en un mundo de ricos. Como dice un extraño refrán: Algo “nos ha ganado el valor”, a ricos y
pobres.
Nuestros
gobiernos tampoco tienen CONFIANZA
en nada ni nadie, pues viven bajo el temor del golpe de Estado, el reclamo
popular y la presión de los ricos. El
miedo que produce la desconfianza es
el mismo que convierte en animales patéticos a las hienas, coyotes, chacales y
todas las bestias carroñeras. Lejos de
la majestuosidad de aquellos que sienten la seguridad de su poder bien
sustentado en su capacidad, y no en la estructura de artimañas que han creado
para mantenerse a flote. Los alemanes
son el ejemplo de los leones; nuestras
oligarquías, de los chacales. Pero
lo peor de toda esta tragicomedia que vivimos en la América Latina no es solo
la pobreza material de los pueblos, sino la miseria moral en la que nos hemos
sumido TODOS. Estamos atrapados en el pantano de la
desconfianza y el miedo; pero lo peor de todo es que nuestros pueblos han
perdido toda ESPERANZA. ¿Quién
tiene la llave del portal que conduce a un mundo mejor y POSIBLE? ¿Por qué no nos
aventuramos a usarla?
Desesperanzadamente Blog: La Chispa
http://lachispa2010.blogspot.com/
Ricardo
Izaguirre S. E-mail:
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